El fiscal Lázzari es golpeado por los vecinos. |
La coincidencia de muchos componentes simbólicos aumentó la indignación popular por el asesinato de Daniel Capristo el jueves en la puerta de su casa en Valentín Alsina, Lanús. Una víctima de clase media a la que un marginal intentaba robarle el auto. El marginal era un menor de 14 años, justo la edad mínima en que podría ser juzgado si se acepta adelantar el sometimiento a proceso penal de los jóvenes. El asesinado trabajaba de camionero reflejando que los nuevos pudientes y sujetos de intención de robo son ahora los afiliados de Moyano (¿de dónde sacarán los kirchneristas que la clase media es “gorila” y “antiperonista” o la inseguridad un tema de la “derecha” o los “blancos de Barrio Norte”?). El menor que descargó contra su cuerpo todas las balas de su nueve milímetros lucía anestesiado moralmente por la droga y la pequeñez neuronal. El camionero asesinado trató de defender a su hijo, quien ya hacía algunos años quería irse del país pero se quedó porque el padre le insistía que las cosas mejorarían. Y el hijo del asesinado –Facundo– se transformó en un crítico de la política de seguridad del kirchnerismo tan brutal como Susana Giménez hace algunas semanas: “¿Cuánto más quieren hacer con los derechos humanos? ¿Y el derecho humano de mi papá? ¿Va a venir a explicármelo Cristina? ¿Scioli va a venir a explicarme cómo un pibe de 14 años me sacó a mi papá? ¿Hace falta que a los diputados les maten un hijo para bajar la edad de imputabilidad?”.
Hasta aquí, no sucedió nada que ya no hubiera sucedido antes, incluyendo las marchas cada vez más numerosas que esta muerte generó. Pero lo que sí convierte este caso en realmente singular es que por primera vez los vecinos le pegaron a un representante de la Justicia. Al fiscal Enrique Lázzari, quien se presentó para iniciar la investigación, la feroz paliza que le dieron los vecinos del asesinado lo envió al hospital en lugar de a los tribunales de Lomas de Zamora, en los que estaba de turno. No se podría decir que no se tratara de algo anunciado porque en todas las marchas anteriores por la inseguridad los manifestantes repitieron como un coro y hasta un mantra la palabra “jus-ti-cia”, así cantada. ¿Por qué se demanda a viva voz justicia cuando en realidad se solicita seguridad?
Según el Diccionario Filosófico Pelayo García Sierra, “algo es justo cuando su existencia no interfiere con el orden al cual pertenece, en ese sentido, la justicia es muy parecida al orden o a la medida. Cuando una cosa usurpa el lugar de otra, cuando no se confina a ser lo que es, cuando hay alguna demasía o exceso, se produce una injusticia. Se cumple la justicia sólo cuando se restaura el orden originario, cuando se corrige y castiga la desmesura. Hay justicia cuando no se desposee a nadie de lo que es debido”.
Para Platón, la justicia es condición de felicidad, y cita a Sócrates diciendo: “El hombre injusto no puede ser feliz”. Se opuso a la difundida concepción del sofista Trasímaco, para quien “los poderosos y los más fuertes hablan de justicia pero en rigor quieren reafirmar y justificar su dominio sobre los demás miembros de la comunidad”, y “la justicia es un encubrimiento de intereses particulares”. Aristóteles sostenía que cuando los hombres son amigos, no hay lugar para la injusticia, de la misma forma que cuando los hombres son justos, emerge la amistad. Para San Agustín, la justicia estaba unida al amor: “Después de amar se puede hacer lo que se quiera pues no hay peligro de que tal hacer sea injusto”. John Ruskin decía: “Haz justicia con alguien y acabarás por amarlo, pero si eres injusto con él, acabarás por odiarlo”.
La justicia trasciende la concepción formal del derecho o la ley, los que no pueden regular las relaciones entre Dios y el hombre o del hombre consigo mismo, como las formas de culpabilidad y responsabilidad, o la justicia universal, que es la justicia como piedad.
Cuando los reclamos por la inseguridad llegan a Cristina o a su marido y se refieren a su política de derechos humanos, están apelando a otra forma de concepto de justicia, la que concibe que “el soberano representa el acuerdo a que han llegado los miembros de una sociedad con el fin de evitar la guerra de todos contra todos” (el contrato social donde los miembros de la sociedad delegan su poder en el soberano).
“Justo es lo que está en conformidad con el interés de todos los miembros de la sociedad: la justicia es equiparable con la utilidad pública.” La justicia tiene –también– un carácter distributivo porque se le pide “dar a cada quien según un cierto patrón”. Aquí se mezcla con la ideología e ideales, sean éstos conservadores, liberales, socialistas, comunistas o anarquistas. Por ejemplo, dar a cada uno lo mismo, según sus méritos, según sus obras, según sus necesidades, etcétera.
A lo que cínicamente sostenía Trasímaco sobre que “la justicia es el interés del más fuerte” se le enfrenta la idea de que quien pide justicia es el débil porque “cuando se posee la fuerza se deja de invocar a la justicia”, según el psicólogo social Gustave Le Bon.
“El pueblo lo único que pide es justicia, nada más”, dijo Facundo Capristo, el hijo del camionero asesinado el viernes, quien con su discurso en el Obelisco –paradójicamente– opacó el de Cristina Kirchner en Trinidad y Tobago.
“Los que matan ya no son chicos, perdieron todo tipo de inocencia, se los respeta como criaturas pero ellos no respetan a nadie”, escribió en una carta abierta una sobrina del camionero asesinado de sólo 16 años. Pero golpear al fiscal de Menores de turno que llega a cumplir con su responsabilidad de iniciar la investigación es hacer lo mismo que se critica: “La fuerza sin justicia –decía Pascal– es tiranía”.
La lucha por el derecho es una obra clásica del derecho. Allí su autor, Rudolf von Ihering, nos recuerda que “por eminentes que sean las cualidades intelectuales de un pueblo, si la fuerza moral, la energía, la perseverancia le faltan, en ese pueblo jamás podrá prosperar el derecho. La finalidad del derecho es la paz, el medio para ello es la lucha. El derecho tiene que estar preparado contra el ataque por parte de la injusticia, que durará mientras exista el mundo. Todo derecho en el mundo ha sido logrado por la lucha, todo precepto jurídico importante ha tenido primero que ser arrancado a aquellos que le resisten, y todo derecho, tanto el derecho de un pueblo como el de un individuo, presupone la disposición constante para su afirmación. El derecho no es mero pensamiento, sino fuerza viviente. Cada cual sólo lucha contra la injusticia que inmediatamente lo hiere. Todo individuo que llega a la situación de tener que sostener su derecho asume su parte en ese trabajo nacional, lleva su partícula a la realización de la idea del derecho sobre la Tierra”. Porque cuando el derecho es ajeno a la realidad de la vida de su pueblo, generará rechazo y violencia.