COLUMNISTAS
LA ARMADA BRANCALEONE, DE PASEO POR ESPAA

Superagente 86

Qué amables son estos amistosos de selecciones en plena temporada, con los jugadores cuidándose las piernas, los técnicos probando a unos y a otros y las marcas haciendo campaña con la vista fija en el Mundial.

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Sigfried: Si quiere volver a ver a su jefe, Smart, primero entrégueme el X9.

86: ¿El X9?

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Sigfried: ¡Iá!

86: ¡El X9! ¡No le daré el X9! ¡Olvídese del X9! Por cierto Sigfried, ¿qué es el X9?

De “Superagente 86”, serie de TV de la NBC y la CBS (1965-1970)con guión de Mel Brooks (1926)

 

Qué amables son estos amistosos de selecciones en plena temporada, con los jugadores cuidándose las piernas, los técnicos probando a unos y a otros y las marcas haciendo campaña con la vista fija en el Mundial. Parecen esos videoclips de famosos cantando un hit al estilo de We are the world para combatir el hambre en Africa. Plano corto, breve línea para cada uno y un final emotivo con todos levantando los brazos. Lindo. Más allá de la relativa importancia de este ensayo light, existe una verdad grande como un mundo: España armó un equipazo del medio hacia adelante, producto de la mejor generación de futbolistas que ha producido en su historia. Cesc, Iniesta, Xavi, Xavi Alonso, Casillas y el ayer ausente Niño Torres, por ejemplo, son jugadores importantísimos que se enfrentarán con una difícil misión: aniquilar el insólito complejo de inferioridad español en los mundiales y superar la histórica barrera que siempre los detiene en cuartos de final. Veremos si lo consiguen.

Lo de Argentina es diferente. Como el Brasil de la era post Pelé (1970-1994), todavía sufre la ausencia de su jugador mito y, para colmo, ahora le suma un problema adicional: la presencia del Maradona director técnico, un novato en el puesto que –lógico– siempre se negará a reconocerse como tal. El primer tiempo de ayer fue, otra vez, una desgracia. Dos rígidas líneas de cuatro, Messi desconectado y el resto bailando al ritmo del toque y la velocidad española. Tiki tiki, tiki tiki. Un papelón. Fue 0-1 y si jugaban en serio podía haber sido peor. El segundo tiempo sobró, como casi siempre en estos partidos. Dos goles de penal, cambios, aplausos, gracias por todo. Nos ganaron sin despeinarse.

Ah, qué locos son los trucos del inconsciente, muchachos. Tanto plano a Maradona y a su flamante colaborador Héctor Enrique –autor del pase-gol más lejano de la historia en México–, tanta nostalgia por los buenos tiempos, tanta polémica sobre la generación del ’86 hicieron que por alguna razón mi memoria rescatara la imagen de un héroe entrañable que nos viene alegrando la vida desde los tiempos de la tele en blanco y negro, cuando todos éramos más jóvenes y quizá felices.

Un personaje serio en apariencia pero lleno de tics desopilantes, métodos estrambóticos, discurso delirante, trucos absurdos y andar chaplinesco, al que le debemos inolvidables jornadas de placer, emoción y carcajadas a granel. ¿Quién no lo recuerda intentando camuflarse a la vista de todos, torpemente genial, antes del final feliz que el público siempre espera? ¿Cómo olvidar a la malvada organización que lo combatió sin piedad durante años, a él y a sus exóticos ayudantes, temibles operarios del recontraespionaje? Llegó a nuestras vidas en la psicodélica década del sesenta y aún hoy perdura su leyenda. Hoy ya es un clásico que de inmediato se asocia con un número mágico: el 86. Han intentado copiarlo, pero fue en vano. Es único. Y ahí sigue, todavía en el aire con sus viejos capítulos, tan repetidos como irresistibles. Lo confieso, es mi debilidad. Me mata. Soy fan. Hablo de Carlos Salvador Bilardo, señoras y señores. El Rey de la Comedia.

Su heroica irrupción en la escena final del partido decisivo contra Uruguay, encapuchado y parapetado en el túnel, fue para un Oscar. Con admirable transparencia, el doctor mismo aclaró hace unos pocos días y en diálogo con el diario Olé su verdadera influencia en la estructura de la Armada Brancaleone maradoniana en marcha hacia la Tierra Santa sudafricana. “Yo no hice nada. ¡Ni hablé! Con el único que hablé fue con Aimar: ¡Gritale que ya está!, le dije. Y lo mismo a Palermo y al Profe. ¡Gritale que ya está! Y ahí terminó mi función. Cuando Diego me pregunta, hablo. ¿Qué digo? ¡Y qué sé yo! ¡En un año me preguntaron tantas cosas!” Finalmente, remató con una frase llena de misterio: “En la vida, a veces, hay que hacerse el boludo”. Glup. Queda dicho.

¡Branca, Branca, Branca...! España fue un capítulo más de la apasionante aventura del equipo nacional. Un Maradona sereno como un Charly García remixado decidió olvidar su pasión por la oralidad, destacó que ahora sí está “tranquilo” porque “cada uno está en su lugar” y antes del partido, con enorme sagacidad, les pidió a sus muchachos “jugar al fútbol”. Ahá; mirá qué bien.

Por su parte Bilardo, solo como Cobos en la Rosada y con su pollo Lemme lloriqueando tras su gélido despido telefónico a lo Lothar Matthäus, ha prometido una conferencia de prensa para explayarse sobre su electrocardiográmica relación personal con Maradona, con Grondona, a quien no le habló durante dos años pero ahora sí y las otras tareas que ocupan su nutrida agenda de director deportivo: las selecciones menores, el fútbol sala, los equipos femeninos.

¡Wow! No veo la hora de conocer el nuevo guión.