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Defensor de los Lectores

Tiempos preelectorales con buena información en riesgo

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Dilema. ¿Qué hacer ante el bombardeo de los medios tradicionales y las redes sociales? | cedoc

“No se trata de volver a esquemas del pasado, de contar objetivamente lo sucedido; se trata de algo más ambicioso: con el poder de la información en las manos, el periodista debe convertir la tarea de informar en una oportunidad para cambiar algo en la vida de un país abrumado por el miedo, los odios y las mentiras”. 

El encomillado corresponde a un artículo del fallecido Javier Darío Restrepo, periodista y escritor colombiano, con más de cincuenta años en este oficio y autor de unos treinta libros sobre ética periodística. El texto fue escrito a propuesta de la Fundación Colombiana de Periodismo, en medio de crecientes inquietudes ciudadanas en ese país por las inminentes elecciones presidenciales. Se trata, lo escrito por Restrepo, de cinco recomendaciones para un ejercicio saludable de esta profesión en tiempos preelectorales, como los que hoy vive la Argentina con bastantes similitudes con aquel 1978 colombiano: enfrentamientos verbales que llegan al insulto, dardos lanzados a uno y otro lado de una grieta que –es necesario aceptarlo– viene dividiendo a la sociedad argentina desde hace ya demasiado tiempo. Por eso, las recomendaciones del ontólogo vienen bien para que los lectores de PERFIL vayan evaluando las palabras y las acciones de candidatos y partidos que los sostienen y promueven. 

En su reporte anual de 1999 –parece la prehistoria, pero sus principios se mantienen vigentes– el entonces relator especial sobre las Libertades de Opinión y Expresión de las Naciones Unidas, Abid Hussain, señalaba: “Hay algunos principios fundamentales que, si son promovidos y respetados, fortalecerán el derecho a buscar, recibir y divulgar información. Estos principios son: evitar el monopolio o concentración excesiva de la propiedad de los medios en unas pocas manos en aras de desarrollar una pluralidad de voces y puntos de vista; los medios de propiedad estatal tienen la responsabilidad de informar sobre todos los aspectos de la vida nacional y de brindar acceso a los diferentes puntos de vista; los medios de propiedad estatal no deben ser utilizados como un órgano de comunicación o propaganda de un solo partido o como defensores del gobierno excluyendo a todos los demás partidos o grupos...”. 

La biblioteca contiene miles de volúmenes dedicados al análisis de los mecanismos que influyen en el electorado por medios diversos. En 90 por ciento de ellos (o más) sustentan sus propuestas y niveles de análisis en realidades que han sido dramáticamente modificadas en la última década. Los medios tradicionales –diarios, radio, televisión– han dado paso paulatinamente a la influencia creciente de las redes sociales como formas de comunicación que eligen grandes mayorías del electorado. Es necesario tener esto en claro a la hora de evaluar cómo y por qué soportes se intenta un acercamiento a la mejor información para llegar a las urnas con buenas armas para ejercer los derechos cívicos. No es tarde, aunque lo sea reiterativo, para insistir en la necesidad de evaluar con sintonía muy fina lo que las redes llevan y traen en tiempos preelectorales: whatsapp ha sido una herramienta fundamental para llevar a Jair Bolsonaro a la presidencia de Brasil, y también para generar acontecimientos políticos relevantes en países como Estados Unidos, donde no fue posible frenar el ataque al Capitolio porque las acciones en redes superaron los controles del Estado. El espacio de las redes (y, en menor medida, de los medios digitales (portales de noticias, por ejemplo) es un territorio confiable, pero poco: allí anidan las mayores y riesgosas canteras de noticias falsas. Ante esa realidad por ahora ingobernable (se trata de un formato libérrimo, en el que no hay filtros posibles), confiar en los medios tradicionales es un ejercicio saludable para el electorado, aunque no se trata de aceptar sus publicaciones a libro cerrado: formar criterios propios es parte del desafío.