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Twist K

Los seres humanos proyectamos el futuro como una foto del pasado inmediato. Será lo que viene siendo. La fuerza de la inercia succiona cualquier idea discordante con el contexto. Es como una enorme ola que arrastra todo a su paso. Si la economía de Kirchner triunfa, se la proyecta imbatible.

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Los seres humanos proyectamos el futuro como una foto del pasado inmediato. Será lo que viene siendo. La fuerza de la inercia succiona cualquier idea discordante con el contexto. Es como una enorme ola que arrastra todo a su paso. Si la economía de Kirchner triunfa, se la proyecta imbatible. Es la fuerza de la profecía autocumplida, del circulo virtuoso que se retroalimenta o de la sinergia autosustentable, todas fuerzas que se explican perfectamente desde la Física. Pero no es la única regla; aún las olas más grandes, en algún momento, chocan contra la costa, llega el reflujo y la inercia se invierte. Como en un síndrome, los problemas en una parte del organismo arrastran a otra sucesivamente, como fichas de dominó. La metástasis es otro ejemplo: el problema se originó en otro lugar.

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Hasta ahora, la inflación es un tumor focalizado, pero estamos a un paso de que pueda propagar sus consecuencias a toda la economía. El Instituto Tecnológico de Massachussetts (MIT) descubrió que un gen localizado en el cromosoma 7 sintetiza una proteína llamada “twist”, cuya función es encender o apagar a otros genes. Los oncólogos pueden decir si un cáncer hará metástasis o no, simplemente observando si el gen “twist” está activo o apagado. La economía no descubrió aún su “twist” ni cuál es el umbral a partir del cual se activan todos los otros genes, pero no es difícil sospechar que enfrentamos el alto riesgo de enfermar a todo el organismo productivo si el Gobierno no toma serias medidas contra la inflación.

Hace dos años, cuando el rayo presidencial fulminó a Alfredo Coto por decir que la inflación sería del 12%, la medida diabólica era aquella que alcanzase los dos dígitos, y cualquier cosa que fuera menor al 10% era considerada aceptable. Como alcanzamos y superamos ese escalón sin que la economía dejara de crecer, ahora el número diabólico es 20%, y cualquier cifra de dos decimales que tenga un uno adelante será satisfactoria. Pero no pocos sindicatos reclaman aumentos del 30% para 2008. Este ejemplo alcanza para reflejar cómo las mejoras salariales por encima del equilibrio se terminan licuando, y para comprender que el aumento de la dosis no sólo no mejora la salud del paciente, sino que es una clara señal de su empeoramiento.

De seguir así, no estará muy distante el tiempo en que las discusiones por aumentos (de sueldos y precios) puedan dejar de ser anuales para pasar a ser semestrales. Y si se continuase en esa línea, se llegaría al Bicentenario con indexación mensual de la economía, algo no imaginble porque la experiencia inflacionaria de los ‘80 no puede no haber dejado alguna enseñanza.

Ayer, en la columna económica de PERFIL de los sábados, el investigador jefe de IERAL, Jorge Vasconcelos, escribió que “no es tan seguro que una inflación elevada sea considerada un problema por parte de la dirigencia sindical. Después de todo, acortar los plazos de las negociaciones salariales es, probablemente, la principal forma de justificar su existencia”.

En el corto y medio plazo, la inflación beneficia a los líderes sindicales, pero en el mediano y largo plazo la situación se invierte, porque la variable de ajuste será la tasa de desempleo y la reducción de aportes a las obras sociales (como sucedió en los ‘90, cuando los sueldos eran en dólares más altos que su productividad). Entre otras luces amarillas, llama la atención de Vasconcelos que el ajuste del tipo de cambio que requería la pérdida de competitividad en 2001 era del 40% (el equivalente a que el dólar pasara a costar $ 1,40 sin que ningún otro precio aumentase), y después de seis años de recuperaciones salariales, en 2007, el costo laboral industrial fue un 20,7% menor que antes de la devaluación, en términos de competitividad, como si el dólar costase $ 1,20 a los precios de 2001 (¿se vienen más devaluaciones?).

Esto se percibe en la vida cotidiana, al ver que en la Argentina los precios de muchos de los productos que no están bajo control del Gobierno ya no son más baratos, o tanto más baratos, que en el exterior. Más técnicamente, el mismo fenómeno se refleja en que, con un crecimiento del Producto Bruto cercano al 9%, en 2007 el crecimiento de las importaciones superó el 30%. Y de una forma humorística lo sintetizó el cómico Diego Capusotto cuando dijo que “el kirchnerismo es menemismo con derechos humanos”.

Pocos economistas creen que 2008 sea el año del “twist”, pero muchos imaginan a 2009 como un año bisagra en que la continua repetición de la misma medicina en dosis mayores terminará consumiendo a nuestra economía, como tantas veces sucedió durante los ciclos exitosos anteriores.