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Vidas disímiles, la misma demagogia

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En un cuento, las cucarachas –cansadas de generar asco, de que las pisoteen y rocíen con venenos– deciden contratar una consultora para que analice por qué si ellas son inofensivas, no molestan a nadie (cuando se prende la luz, huyen), y no agregan suciedad sino que reducen los residuos, tienen tan mala prensa.

Después de estudiar el caso, la consultora presenta a las cucarachas su informe. Concluye que el problema no está en la realidad sino en su imagen (cuándo no). Y para demostrarlo coloca el ejemplo inverso: las palomas, que son sucias, perjudiciales para las construcciones, ruidosas y hasta por momentos agresivas, pero lograron asociarse a ideas valoradas por los humanos como la paz, la belleza y la libertad.

Quienes hacemos periodismo sabemos que ni todas las “cucarachas” son tan malas, ni todas las “palomas” son tan buenas; pero a pesar de eso, afortunadamente, algunos no dejamos de sorprendernos.

En mi caso particular y por poco conocimiento del tema, me asombra ver con qué rapidez el sistema noticioso futbolístico (los periodistas deportivos, pero también el mundo del fútbol), que parecía querer y apoyar la continuidad de Maradona al frente de la Selección, rápidamente digirió lo opuesto.

Y hasta aparecen, como sucedió hace poco con las denuncias sobre las perversas conductas de las fuerzas norteamericanas en Afganistán y antes con las torturas en la cárcel de Abu Ghraib en Irak, comentarios sobre el “mal comportamiento” dentro del predio que ocupó la Selección en Sudáfrica, que mientras se estaba en la “batalla” se omitían por “patriotismo”.

Ahora surgen anécdotas como la del mensaje de texto que decía: “Che, Gringo: si salimos campeones, hay que quemar todos los libros”. El SMS sería de Mascherano a Heinze antes del partido contra Alemania, ironizando porque no comenzaba una práctica. “Ahora se sabe –sostiene la misma fuente– que las prácticas comenzaban siempre fuera de horario y que Maradona ponía mucho énfasis en las charlas con los jugadores, individuales y grupales; en la motivación personal de los integrantes del equipo, y bastante poco en los aspectos técnicos o en el análisis de los rivales. Antes del Mundial, Bilardo había cubierto esos flancos; por ejemplo, antes del partido contra Uruguay en Montevideo.”

Otra anécdota de Sudáfrica: “Una tarde se apareció en la práctica uno de los hermanos de Maradona con el hijo, y empezó a jugar informalmente con Diego. Como les gustó el juego a ambos (Diego y su sobrino), el chiquito apareció al otro día, vestido con la ropa de la Selección de pies a cabeza, y hasta participó pateándole a uno de los arqueros...”

Pero la misma hipocresía tiene la sociedad (de la cual el periodismo es también la caja de resonancia y no sólo quien la hace vibrar) frente al suicido de Favaloro, del que se cumplen diez años.

De Favaloro no tendría que hacer falta decir que fue ejemplo, leyenda, eminencia o “héroe mundial de la medicina”, para poder atreverse a criticar su decisión de suicidarse. Recomiendo la columna que el director de la revista Noticias, Gustavo González, escribió en su última edición, titulada “Favaloro no es un héroe”, donde se dice: “Favaloro también fue un hombre que no pudo, no supo, resolver los conflictos que lo rodeaban” (completa en http://e.perfil.com/favaloro).

La corrupción de grandes sectores del sistema médico, público y prepago llevó a su clínica a una grave crisis económica y le produjo a Favaloro un profundo dolor psicológico. Pero eso no debería impedirnos reconocer que su estabilidad emocional era muy frágil en sus últimos años, y él mismo, en parte, también fue responsable de lo que le sucedía.

No poder ver a nuestros ídolos como humanos reduce nuestra conciencia al nivel de una cultura totémica. Y Umberto Eco agregó: “Sabiduría no es destruir ídolos, sino no crearlos nunca”.