Copio los números que figuraban en primera plana de los diarios el viernes pasado: el 44% de la población es pobre, 3 puntos más que en 2019. A la cabeza de esos números figura un 64% de menores de 18 años. Esto habla de una sociedad desigual, aunque parezca un lugar común repetirlo. Y la desigualdad tiene, como en todas partes, distintas formas de manifestarse en el plano social, económico, político y simbólico.
En este paisaje, son de novela picaresca las disputas entre la Nación y la Ciudad de Buenos Aires por el recorte que tocó a la policía porteña. El manejo crudamente político del presupuesto es la táctica preferida para disciplinar a quienes no se reconocen como enemigos pero tampoco como amigos.
Entre otros reclamos, los médicos de CABA marcharon, en su día, pidiendo “salarios dignos”. Los pobres del AMBA son atendidos en hospitales financiados por la Ciudad. Según los últimos datos, que son de 2012, Chequeado.com informa que el 42,7% de los pacientes externos de los hospitales porteños provenían de la Provincia. Esa solidaridad es indispensable, ya que la Provincia no puede atender todas sus necesidades, aunque los servicios que aporte la CABA no se traduzcan mecánicamente en adhesión política a quienes allí gobiernan. Casi podría decirse que sucede lo contrario.
Es larga la lista de reproches que, históricamente, las provincias han hecho a la ciudad puerto, que comienza en el siglo XIX con el manejo de la aduana y los beneficios de ser precisamente una “ciudad puerto”. Nunca las provincias abandonaron el discurso sobre los privilegios de Buenos Aires, porque sirve como excelente excusa a las malas administraciones de los caudillos en sus feudos. Si allí son deficientes los servicios, la culpa cae sobre la ciudad puerto, una solución fácil para preservar la inocencia de las administraciones federales.
La desigualdad social y la lista de reproches de las provincias a la ciudad puerto son fuertes y de vieja data
Los diputados por la ciudad capital que militan en el kirchnerismo respondieron con obediencia debida a ese tema que recorre nuestra historia no solo como descripción de una realidad sino como motivo ideológico. También se presionó para lograr el apoyo de los votos cordobeses, que maneja el gobernador Schiaretti. Es algo así como un odio de clase trasladado a la escena de las rivalidades entre los estados que, después de muchos enfrentamientos, terminaron unidos como República Argentina. No es simplemente un juicio histórico sino un imaginario, donde el AMBA, poblada por migrantes de las provincias, es primero la culpable de esas migraciones y luego responsable de sus carencias y necesidades.
Persistencia. El tema ideológico es fuerte y de larga duración. En primer lugar, porque son profundas las desigualdades, cuya responsabilidad debe ser repartida entre gobiernos provinciales y estado nacional. En segundo lugar, porque varias localidades del AMBA y conglomerados urbanos y rurales de la provincia de Buenos Aires gozan de condiciones superiores a los de muchos del interior argentino. Por otra parte, no debería pasarse por alto que las regiones están desigualmente dotadas de recursos naturales, algo que no puede ser solo atribuido a la perversidad de las clases dominantes. Desigualmente en todos los sentidos: no hay petróleo a la espera de ser explotado en el subsuelo de la provincia de Buenos Aires, pero allí residen los grandes terratenientes, beneficiados durante dos siglos por el diferencial económico que les concede la naturaleza en uno de los suelos más fértiles del planeta.
El jueves a la tarde, una vez más, hubo marcha por la Avenida de Mayo hacia el Cabildo y sus alrededores. El FOL (Frente de Organizaciones en Lucha) predominaba con sus banderas bajo las que desfilaban las mismas mujeres, cargadas de paquetes, de bolsos destartalados y de hijos, que se han visto en cada una de las marchas de los últimos años. Fue la dramática repetición de lo habitual. Tengo las fotografías, tomadas cuando comprobé que no había mucho periodismo. Predominaban esas mujeres morochas, con cuerpos ya castigados por la vida y con hijos que posiblemente recibirán el mismo castigo. Les toca siempre.
Tweets. Sobre los concurrentes a esa marcha, podría ensañarse el prejuicio que pusieron de manifiesto los rugbiers pocos días antes. Los rugbiers y sus tweets demuestran que hay racismo y discriminación en cuanto alguien se siente protegido por un grupo social o por una cualidad: actúa presuponiendo que sus palabras o hechos serán solo, y a lo sumo, delitos leves. La destreza deportiva cubre todo con una especie de lienzo mágico, que protege las barbaridades que se digan o hagan. Muchos piensan las cosas de otro modo, incorporando la perspectiva del otro, y no solo las cualidades e intereses de los famosos, notables o socialmente mejor ubicados. No es acertado llamar a esta precaución “corrección política”. Mejor sería ver que hay racismo disperso por todas partes, incluso allí donde viven quienes pueden padecerlo.
Hay discriminación en cuanto alguien se siente protegido por un grupo social o por alguna cualidad
Los delitos, según su gravedad, tienen diferentes plazos de prescripción. Los delitos contra derechos humanos son imprescriptibles. Ese estatuto hoy debería regir también para el estólido racismo de un jugador de rugby a los 18 años. Se debería poner bajo la lupa a la escuela y al club donde se formó, y examinar las estrategias adoptadas para entrenar a sus alumnos y jugadores. Si es responsable el adolescente violento que vive en una villa, también es responsable el sujeto que tuvo mejores oportunidades desde su infancia. Fue la matanza de millones de judíos lo que convirtió al antisemitismo en una posición merecedora de repudio y condena. ¿A cuántos bolitas habrá que humillar para que el racismo local se convierta en un insulto, y sea juzgado despreciable quien lo practica con la superioridad del hombre blanco?
Dicho sea de paso, tal superioridad no se extiende a las reglas más elementales de ortografía que debieron haber aprendido los racistas en la escuela primaria. Guido Petti, uno de los rugbiers argentinos, escribió en su tweet: “mucama enbarazada (sic) de trillisos (sic)”. Hay algo irritante en esta mezcla de menosprecio y abundancia económica. Petti es del SIC, histórico club de San Isidro y sería conveniente saber de qué escuela fue alumno, no solo por su racismo, que se aprende en todas partes, sino por su destartalada ortografía. n
Los triunfos blanquean todo. A Borges se le echó en cara que, durante el último gobierno militar, almorzara con el dictador Videla. Fue un error grave e inolvidable. Pero el futbol es pasión de multitudes, y en aquellos mismos años los jugadores argentinos no tuvieron melindres morales para disputar el Mundial del 78, y besar la copa recibida de mano de los asesinos que gobernaban el país. Pareció normal que no le tiraran el trofeo en la cara al dictador, después de haber vencido a los holandeses. Las fotos muestran a Videla, al capitán de la selección victoriosa y a la Copa del Mundo en el mismo plano.
El acto final de ese mundial moralmente vergonzoso sucedió en la cancha de River, a solo 1.300 metros de la ESMA. Los gritos de los torturados de la ESMA fueron más débiles que los de las hinchadas ensordecidas por la victoria. Las multitudes espontáneas son así: distraídas y con diversos kits de normas morales, blanda materia para que las dirijan los jefes de barras, como se vio en la manifestación de Plaza de Mayo el día que el cadáver de Maradona estaba en Casa de Gobierno, un lugar tan insensato e improvisado como todo lo que sucedió esa tarde de velorio violento. Quien tomó la decisión de tenerlo a Maradona allí algunas horas, olvidó que también allí estuvo el cadáver de Néstor Kirchner. Quizá Alberto Fernández tenga una idea muy democrática de la muerte y piense que la Casa de Gobierno es igualmente adecuada para ambos homenajes.
Por su parte, la Unión Argentina de Rugby también es contraria a toda censura, porque levantó el castigo a los tres jugadores acusados de racistas, para que pudieran jugar ayer en Australia. No hay que juzgar a los rugbiers por sus ideas sino por sus pases. Defender los colores celeste y blanco es lo principal para los dirigentes de la UAR. ¡Viva la patria!