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PANORAMA / PARALELISMOS

Vuelo con turbulencias

Aportes irregulares de campaña en la Provincia y otras tormentas que alcanzan al Gobierno.

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Newbery style Mauricio Macri | DIBUJO: PABLO TEMES

Los avatares de la compañía aérea low-cost Flybondi parecen ser una metáfora de los problemas actuales del gobierno de Mauricio Macri.

Del tablero a la realidad. Al principio parecía una brillante idea. Las empresas low-cost están revolucionando la industria de la aviación en el mundo, multiplicando los vuelos en un planeta cada vez más conectado. En un país tan grande como Argentina, con una red de trenes desarticulada tras el tsunami neoliberal de los 90, sus habitantes tienen que afrontar altas tarifas para poder viajar en avión por el territorio nacional, o someterse a eternos viajes en ómnibus, que tampoco son económicos. La nueva línea aérea de nombre exóticamente telúrico parecía privatizar con éxito la promesa de campaña de Cambiemos: unir a los argentinos.
Sin embargo, los problemas se multiplicaron. Las promesas fueron muchas: el Gobierno le adjudicó nada menos que 84 rutas. Las inversiones previstas, en particular la cantidad de aviones de la flota, parecen insuficientes para transitar semejante cantidad de trayectos, a lo que se sumaron problemas técnicos vinculados al mantenimiento de las aeronaves, la carga de los equipajes y otras cuestiones que la ponen en los medios cada día.
Por otra parte, tampoco la infraestructura del país es la requerida para una expansión de la aviación comercial a esa velocidad. La adecuación del viejo aeródromo militar de El Palomar parece haberse realizado de apuro, sin la planificación necesaria para asumir su incorporación como tercer aeropuerto del área metropolitana de Buenos Aires. Expertos indican que la pista corta, la ausencia de un correcto sistema de drenaje y la falta de un radar adecuado imposibilitan el aterrizaje y el despegue de los vuelos comerciales en casos de fuertes tormentas o bancos de niebla, y obliga a la empresa a suspenderlos o reprogramarlos, con el consiguiente enojo de los pasajeros.
Como no podía faltar en el costumbrismo de época argentino, también se armó una grieta alrededor de la compañía aérea desde antes de su inauguración. Los defensores a ultranza de la empresa calificaban como poco menos que cavernícolas a los que criticaban ácidamente particularidades de “su” modelo low-cost, en particular en referencia a cierto capitalismo de amigos, en una discusión entre gente con poco interés en escuchar argumentos que no sean los propios.

Inclemencias externas. “Tormenta” fue precisamente la palabra más utilizada por el Presidente en la inusual conferencia de prensa realizada en la Quinta de Olivos el miércoles 18 de julio, metáfora construida para culpar por la situación económica a factores extrínsecos a su gestión. La conferencia de prensa fue inusual por dos motivos: primero, porque la convocatoria iba contra la –cuestionable– cultura política de los presidentes argentinos que, a lo largo de sus mandatos, se van encerrando en su entorno, y segundo porque fue convocada con cinco de días de anticipación, lo que dio rienda a muchos analistas y hermeneutas de la palabra política para tejer una variedad de conjeturas, ocasionando que las expectativas crecieran ante posibles anuncios. Expectativas que iban a quedar defraudadas.
En la propia tarde del miércoles se supo que el Presidente no iba a dar un discurso, sino que iba a responder diez preguntas de diez medios de prensa, que serían sorteados entre los más de setenta presentes, y cuyo resultado expresó una gran variedad de audiencias y posiciones frente al Gobierno: Radio Nacional, Radio 10, Big Bang News, El Destape, Tiempo Argentino, Canal 9, Crónica, Valor Económico, Canal 26 y El Cronista.
En la lista, dos medios son online: Big Bang News y El Destape. El primero es el medio creado por Jorge Rial, más vinculado al mundo del espectáculo, pero el segundo es el proyecto liderado por Roberto Navarro, que llevó adelante –con su periodista Juan Amorín– la investigación por los aportantes irregulares a la campaña electoral de Cambiemos en la provincia de Buenos Aires, en un escándalo –como diría Elisa Carrió– que impacta directamente a María Eugenia Vidal. Extrañamente, la gobernadora había comparecido ante los medios dos horas antes para anunciar el despido de la contadora general bonaerense María Fernanda Inza, nombrada cinco días antes, explicando al mismo tiempo que era una persona de su completa confianza, lo que claramente constituía un mensaje para alguien. Todo un lío.

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Tres columnas. Ya transitando la etapa final de la ¿primera? presidencia de Mauricio Macri, se puede revisar el estado del arte de algunos de los ejes centrales de su proyecto. Su triunfo en 2015 generaba en sus primeros días una euforia embriagadora –al igual que Flybondi– entre quienes pensaban que se trataba de una bisagra en la historia.
La ambiciosa agenda macrista se sostenía en tres patas: 1) llevar al destierro final al peronismo, meta frustrada a lo largo de la segunda mitad del siglo XX; 2) restaurar el modelo agroexportador que hizo brillar en el mundo a la Argentina hacia fines del siglo XIX, y 3) quizá la meta más ambiciosa: sobreimprimir en la sociedad argentina la arquitectura cultural del capitalismo posindustrial: la filosofía del mercado, buscando dejar atrás un país que reclama protección y presencia al Estado.
Las tres columnas, que deberían funcionar en forma sinérgica, han tenido un desarrollo desigual, lo que crea inconsistencias. En el primer tópico ahora tiene dos ramas peronistas con las que discutir, una de ellas –el famoso peronismo racional– con varios liderazgos con objetivos no del todo compatibles, mientras que en la otra rama ¿irracional? se observa a una Cristina Kirchner subiendo lentamente en las encuestas frente al desplome de la imagen de Mauricio Macri.
Sobre el tercer tópico, la idea de la meritocracia, esbozada en la praxis con el gabinete de CEOs, y la de un grupo de gente honesta que abandona una vida de comodidades para sacrificarse en la función pública entraron en crisis; de hecho, cada funcionario/a que abandonó el barco en este tiempo mostró directa o indirectamente sus críticas a la forma en que se manejan las cosas al interior del Gobierno.
Finalmente, la apuesta más consistente son las políticas hacia la consolidación de un modelo exportador de bienes primarios –agricultura, ganadería y minería– y la reintegración de la Argentina al mundo desde esa perspectiva, con el interrogante de si alcanzará para alimentar a los 52.778.477 argentinos que se esperan para 2040.

*Sociólogo (@cfdeangelis).