La presidenta, en Seúl. Participó del G20 con luto potenciado por el frío: el clima de melancolía lo completó la primera nevada del invierno coreano. |
Además de la acepción duelo-dolor como el pase del dolor corporal al dolor anímico ante la desaparición de un objeto de amor, duelo también indica desafío, combate entre dos, porque uno de sus orígenes etimológicos es dúo. Combate también quien hace el duelo por la muerte de un ser querido, pero este segundo significado de duelo no se refiere al combate interior contra el dolor sino al duelo del reto y la provocación a un otro externo.
Freud diferencia el duelo de la melancolía. Si bien ambos son una aflicción producida por la pérdida de algo amado y que conlleva un estado de ánimo doloroso –empobrecimiento anímico, inhibición general de funciones psíquicas, pérdida de interés por el mundo exterior junto a un menoscabo de la capacidad de amar–, en la melancolía se agrega una seria reducción de la autoestima del doliente.
La melancolía es patológica y el duelo, lo normal. Pero otra forma patológica de tramitar la ausencia de lo muy querido es la manía y, en algunas situaciones, una alternancia entre manía y melancolía, como en el otro caso de pares opuestos de comportamiento entre la manía y la depresión.
El lógico sufrimiento frente a la partida definitiva de la persona amada produce de-sesperanza, desorientación y desequilibrio. Que el afectado sea inteligente no le ahorra pena porque no es un proceso de la razón, sino que es una respuesta física a emociones muy intensas que requieren un tiempo de asimilación: emerge espontáneamente y se atenúa progresivamente.
Agujero en lo real. Para Lacan, el duelo altera el orden simbólico y produce un quiebre en la estructura del sujeto. Y para el revisor de la traducción de sus célebres Escritos al español, el psicoanalista Juan David Nasio, “el duelo patológico consiste en una omnipresencia psíquica del otro muerto, es el amor coagulado alrededor de una imagen, en donde aquello que hace daño no es la pérdida del ser amado, sino el hecho de seguir amándolo más intensamente que antes cuando lo sabemos irremediablemente perdido”.
Quien no elabora en forma correcta el proceso de duelo corre el riesgo de fijar la inicial desorganización de la conducta glorificando desmedidamente a la persona perdida. Cuando el estado depresivo es insoportable, se apela a actitudes defensivas, por ejemplo enmascarando el dolor con actitudes contrapuestas, como la euforia o la hiperactividad.
Ojalá a Cristina Kirchner el camino de la laborterapia no la lleve a negar su duelo y no anestesie su dolor produciéndoselo a terceros. Que no desplace el duelo del dolor por el de retar a duelo a la oposición, entre otros. Y que no precise mantener vivo a su marido dentro de sí identificándose con su parte rivalizadora.
No va a ser fácil para Cristina. El duelo por “ese que me falta” es mucho mayor si además se trata de aquel que “yo era su falta” como ella y su marido, ambos simbióticos. Según Lacan, el verdadero duelo era sólo por aquellos objetos realmente irreemplazables. Néstor Kirchner es el suyo.
*Segunda parte de “Duelo viene de dolor”, del domingo pasado (ver: http://e.perfil.com/dolor).