Un día, el secretario del Tesoro estadounidense y operador de los sectores más conservadores del establishment financiero norteamericano se jacta de cómo su país está recuperando control e influencias en buena parte de Latinoamérica sin disparar un solo tiro ni promover golpes de Estado como en los años de plomo y las pujas de la Guerra Fría.
Otro día, el histriónico inquilino actual de la Casa Blanca se ufana del poderío de su país, despliega el portaaviones Gerald Ford (el mayor del mundo) en aguas del Caribe y una flotilla de aeronaves de combate en Puerto Rico y pequeñas islas satélite y comienza un goteo de ataques con misiles a pequeñas embarcaciones que acusa de ser vehículos del narcotráfico, al que promete combatir sin tregua.
El mayor despliegue militar de las últimas décadas en esa región, acompañado de un ultimátum formal para que abandone el poder al actual Ejecutivo de Venezuela, encabezado por Nicolás Maduro, es también un tiro por elevación a otras naciones, cuyos gobiernos no son aliados dóciles o entusiastas de Washington y quedan bajo el dedo inquisidor de quienes, más de 200 años después, encarnan la resurrección de la Doctrina Monroe.
La ofensiva unilateral, iniciada a comienzos de septiembre y que también incluyó bombardeos en el Pacífico, ya ha destruido más de una veintena de lanchas y dejado al menos 87 muertos. Dos de esas ejecuciones a distancia, de individuos rotulados por el Comando Sur como “narcoterroristas” y reivindicados como “simples pescadores” por familiares que ahora reclaman un castigo a los culpables de sus decesos y reparación por lo ocurrido, han puesto bajo la lupa al actual de la secretaría de Defensa (rebautizada como secretaría de Guerra) Pete Hegseth.
Milei presentó los F-16 y los convirtió en bandera de su narrativa militar
En el Congreso norteamericano hay quienes no sólo en el Partido Demócrata, apuntan contra el jefe del Pentágono como posible responsable de un crimen de guerra contra dos sobrevivientes del ataque a una de las lanchas. Ellos se aferraban a los restos de la embarcación destruida y reclamaban ayuda, cuando fueron alcanzados por un nuevo misil cuyo disparo tuvo el aval de una orden emitida por Hegseth. “Esas dos personas estaban intentando sobrevivir y nuestras reglas de combate no nos permiten matar a sobrevivientes”, alegó días atrás en el Capitolio el representante republicano Don Bacon.
La legalidad y las formas, a menudo reñidas con la lógica de “la guerra contra el narcotráfico”, que se nutre de las vidriosas justificaciones de “la guerra contra el terrorismo”, poco importan a un personaje como Hegseth, quien en abril pasado ya decía en una entrevista con la cadena Fox que Estados Unidos debía “recuperar su patio trasero perdido ante China”.
Paralelamente a la presión y el lenguaje de las armas coexiste el planteo Bessent, artífice del promocionado swap por 20 mil millones de dólares de cuyo acuerdo se jactaron el presidente argentino, Javier Milei y su ministro de Economía, Luis Caputo, como estrategia electoral de octubre, pero cuya materialización sigue incierta ya entrado diciembre. “Prefiero usar la paz mediante la fortaleza económica antes que disparar a narcolanchas si el gobierno fracasa”, afirmó días atrás el titular del Tesoro norteamericano.
La diplomacia de los Corleone
Más allá de las elucubraciones, lo cierto es que la política exterior que lleva adelante el gobierno de Trump consiste en administrar premios y castigos, usar la estrategia del palo y la zanahoria o apelar a tácticas que parecen más propias de la familia Corleone y El Padrino, que relaciones basadas en el respeto de las leyes internacionales, la soberanía de los países y la libre determinación de los pueblos.
En su “patio trasero” y en menos de un año que lleva su segundo mandato, el magnate republicano ya tuvo injerencias o intervenciones sin disimulo en procesos electorales como los de Argentina u Honduras, a través de apoyos políticos o “rescates” que luego se encarga de aclarar que no son tales y mucho menos serán gratuitos. También utilizó el castigo de aranceles, incluso para tratar de torcer un fallo de las máximas instancias judiciales de Brasil contra su amigo, el ex presidente ultraderechista Jair Bolsonaro, condenado por la intentona golpista de enero de 2023.
La suba de aportes a la Caja pone en pie de guerra a los gremios y desata el debate en la Unicameral
Está claro que lo que preocupa hoy en la región y en buena parte del mundo es la escalada de tensión con epicentro en Venezuela, sobre todo desde que Trump sumó el despliegue militar en el Caribe su anuncio de que autorizaba operaciones encubiertas de la CIA, o tras la consideración del llamado Cartel de los Soles como un grupo terrorista.
En el tablero geoestratégico de Trump, Bessent y los suyos, mientras tanto, pasaron y seguirán pasando cosas. En Chile, por ejemplo, los indicios apuntan a que, como ocurre cada cuatro años desde hace 20, el poder cambiará de mano. Tras el triunfo de Jeannette Jara, se prevé una victoria del ultraderechista José Antonio Kast. También en el nuevo mapa regional se incorporó Rodrigo Paz Pereira, vencedor en Bolivia tras el colapso del MAS y la disputa entre Luis Arce y Evo Morales.
Incoherencias y temores fundados
Rubio exhibió su fundamentalismo al intentar justificar las posturas de Trump, que amenaza con acciones militares contra países donde se produzcan drogas pero al mismo tiempo indulta al ex gobernante hondureño Juan Orlando Hernández, condenado en Estados Unidos por narcotráfico.
Estados Unidos movió sus fichas en las elecciones hondureñas como lo hizo en las legislativas argentinas del 26 de octubre. Al escribirse estas líneas, el derechista Asfura aventajaba a Nasralla por unos 20 mil votos, en un recuento demorado y con denuncias de fraude.
Todo esto ocurre mientras crecen las versiones sobre el futuro inmediato del gobierno de Maduro, desde un posible exilio hasta una intervención militar norteamericana. Mientras, la líder opositora María Corina Machado avisó que estará en Oslo para recibir el Nobel de la Paz, donde también estaría Edmundo González Urrutia, quien vive exiliado en España, y mandatarios como Milei, Noboa y Mulino.
Trump deberá contentarse, por ahora, con el Fifa de la Paz, mientras crecen las advertencias de México, Colombia y Brasil frente a una acción armada considerada por varios medios como “inminente”.