El expresidente Mauricio Macri, en su tarea de salir a defender el libro que acaba de publicar, busca plantarse otra vez en el centro del ring como contrincante del kirchnerismo. Y resulta evidente que la atracción es mutua, porque desde el Frente de Todos también lo prefieren como adversario, tal vez porque ya tienen memorizada una lista de descalificativos que deberían renovar si fuese otro el rival. Así, a los “chorra y “albertítere” les responden los “gato” y “capitán reposera”, en un intercambio tuitero más previsible que argumento de telenovela turca. Aunque el líder del PRO quiera elevar la grieta al mundo de las ideas, los militantes de uno y otro sector apelan a bajezas que harían ruborizar a Pierre Nodoyuna.
Con las frases punzantes de las entrevistas que ofreció en los últimos días, tal vez Macri no haya conseguido contrarrestar la pésima imagen que dejó aquella sesión de zoom desde la cama, pero al menos mostró una fluidez y un dinamismo como si hubiese tomado un Activia en ayunas. Su audaz razonamiento de que, si Perón viviera, apoyaría a Juntos por el Cambio, iba a ser retrucado desde el oficialismo citando a referentes históricos del antiperonismo como Álvaro Alsogaray, Isaac Rojas o Patricia Bullrich; pero antes de hacerlo se dieron cuenta de que los tres habían coqueteado alguna vez con el justicialismo, corroborando aquella muletilla del General: peronistas somos todos.
Lo que se verificó esta semana fue un giro rotundo en la política exterior de nuestro país, que abandonó el Grupo de Lima e ipso facto amenazó con bajarse del Mercosur, luego de entredichos suscitados con Brasil y Uruguay en la celebración por los 30 años del establecimiento de ese mercado común. Quizás los mandatarios latinoamericanos repitieron lo que suele suceder en algunas fiestas, cuando después del brindis, algunos invitados se desconocen y lo que empieza siendo una guerrita con migas de pan se convierte en una batahola. Si bien los analistas indicaban que todo se debía a un realineamiento de Argentina con Venezuela, por el contrario Alberto Fernández aceptó una invitación de Joe Biden a la Cumbre de Líderes sobre Cambio Climático y dejó a todos en un offside que sería la envidia de Wanchope Ábila.
Más bien lo que pretende cambiar el titular del Ejecutivo Nacional es el clima de las negociaciones con el FMI, algo que el ministro de Economía Martín Guzmán gestionó in situ. Este incipiente idilio con el organismo mundial desató la ira de la vicepresidenta Cristina Fernández, quien para opinar pareció inspirarse en las excusas que Don Ramón le ponía al señor Barriga cuando le venía a cobrar la renta. “Con estos plazos y tasas, no podemos pagar”, aseguró CFK, lo que hizo que aumentara el riesgo país, que cayeran los valores de los bonos argentinos y que se desplomara el ya de por sí paupérrimo rating del partido que Gimnasia y Esgrima de La Plata le ganó a Dock Sud.
Estos dimes y diretes se escenifican en el marco de la escasez de vacunas y del arribo de una segunda ola de Covid-19 muy difícil de surfear. Se esperan los aviones que traen las nuevas dosis con el mismo entusiasmo con que alguna vez se aguardó el segundo semestre, la lluvia de inversiones, el salariazo y la revolución productiva. Y cada vez son menos los que consideran “un veneno” a la Sputnik V, sobre todo si la comparan con las segundas marcas de vino y fernet que se han visto obligados a consumir debido a la espiral inflacionaria.
Sin que este panorama agorero las afecte, las dos facciones que se disputan el manejo del radicalismo cordobés siguen enfrascadas en tironeos judiciales, luego de que las elecciones internas arrojaran un resultado tan estrecho como el Canal de Suez. Con tal de no quedar demasiado fuera de agenda, voces de la UCR se unieron para reclamar al Panal que la campaña de vacunación en el interior sea equitativa. “Primero denuncian que hay privilegiados y después piden que vacunen al Tío Pujio, a un tal James Craik y a la Carlota. ¿Quién los entiende?”, me comentó un funcionario del área de Salud que, evidentemente, desconoce la toponimia provincial.
(*) Sommelier de la política