La de Tandil, la más famosa, era de granito y pese a ser gigantesca, se movía siempre, pero muy lentamente. Por eso, los cientos de turistas que iban a verla le colocaban docenas de botellas en su base. Y volvían, horas más tarde, a comprobar que las había roto. Oscilaba sobre un solo punto de apoyo, pese a tener 300 toneladas de peso y, por un proceso probablemente relacionado con el movimiento del planeta Tierra, se balanceaba de un lado a otro todos los días. Y así lo hizo por millones de años. Los aborígenes de la zona la conocían y se asombraban por este fenómeno. Fue hasta que llegaron los turistas. Algunos de ellos se trepaban y la escalaban, buscando la foto más audaz. Otros le pintaban grafitis, buscando la aparente inmortalidad que les daría ese gesto. Algunos, como un equilibrista, hicieron pruebas y piruetas para un público que las festejaba y aplaudía a rabiar.
Un día de 1912, a las cinco de la tarde, sacada de su increíble equilibrio de milenios, la enorme roca hizo un movimiento inesperado. El monte en que se encontraba parecía temblar como si el mundo se hubiera acabado. La localidad de Tandil, que en lengua aborigen quiere decir ‘roca que nunca está quieta", perdió en segundos, ese que era su atractivo, uno mundialmente famoso.
La piedra movediza de Tandil había caído, barranca abajo y se había partido en pedazos.
En la actualidad, la reemplaza una idéntica, artificial, pero nunca se logró con ella esa oscilación y, por eso, está fijada a su base. Pero existe otra piedra movediza, además de esta de la provincia de Buenos Aires. La segunda de su tipo. Es la que está al norte de la ciudad de Córdoba.
Esta gran roca en las sierras de Córdoba no es tan grande como la que estaba en Tandil, que era un coloso de piedra increíble, caído en 1912. Pero también se movía, oscilando en perfecto equilibrio sobre un punto de apoyo único.
Entre montañas verdes y muy cerca del agua cristalina de las sierras, pudo moverse de un lado a otro, con una sincronización de esas que la naturaleza concede solo a ciertos cuerpos tocados por su varita mágica, por siglos y siglos. Cuando los turistas empezaron a llegar en cantidad a las sierras, su suerte, que debió ser la de un atractivo turístico único, estuvo echada. Le pusieron ramas para ver si las quebraba. Luego, tarros de hojalata, cajas de cartón y todo tipo de elementos para comprobar el aplastamiento producido en apenas unas horas. Los jóvenes la escalaban. Pasó algo muy similar a lo que pasó en Tandil. Aunque esta gran roca del mejor de los granitos no se cayó. Está aún ahí, de pie. Solo que su magia, la del movimiento eterno, se perdió para siempre.
Como un cuerpo ya sin alma, salida de ese equilibrio casi de fantasía, un día dejó de moverse. Sucedió en 1949. Y entonces la atención de los visitantes se volcó a sacarse fotos en otra roca famosa que queda a pocos centenares de metros y que tiene forma de calzado. La piedra movediza de Capilla del Monte y su leyenda fueron perdiéndose en el olvido. Y actualmente, el Zapato es la formación rocosa icónica de la zona. Al lugar en que se encuentra puede llegarse tomando desde el Zapato hacia el dique, pasando la primera subida y allí desviándose unos 60 metros a la izquierda. Se llamaba la Piedra Movediza y se movió, desafiando todas las leyes de la física, desde hace tiempos inmemoriales hasta no hace mucho.
Pasó cerca de Capilla del Monte, Córdoba, Argentina, esa ciudad que está al pie del monte más misterioso y mágico de todos, ese al que muchos llaman Uritorco.