CULTURA
anibal jozami y su nuevo rol

“No compro arte para hacer negocios”

El rector de la Untref, ha sido designado como director general de la primera Bienal Unasur de Arte Contemporáneo –que se desarrollará en Buenos Aires en 2017–. Así, se ubicará a las producciones de nuestro tiempo dentro de una cartografía estética y hasta política en un lugar de prestigio ante los mercados globales del arte.

Futuro cercano. Un nuevo desafío para el rector de la Untref y uno de los mayores y más prestigiosos coleccionistas de arte latinoamericano.
| Marcelo Aballay

Aníbal Jozami fue designado hace un par de meses director general de la primera Bienal Unasur de Arte Contemporáneo, un proyecto regional de integración de los 12 países de América del Sur que lo componen. Todavía cuesta que se piense director, “todavía no hay nada que dirigir”. Es la época de los planes, los avances y las decisiones. De convocar a Christian Boltanski no como artista sino como curador, a Diana Weschler, a Gilles Lipovetsky, Ticio Escobar, Charly Nijensohn, entre otros, para reuniones preliminares.
Por ahora, el rector de la Untref está figurando una cartografía que lo entusiasma, perfilando un lugar para el arte contemporáneo de esta región. Entiende que, lo que comenzó hace un tiempo como sugerencia del gobierno argentino y que se va a llevar a cabo en el Centro Cultural Kirchner en 2017, responde a un entramado de importancia: “Tiene relevancia desde el punto de vista cultural, político, del arte y del rol de Argentina en Sudamérica. Creo que esta Bienal, que si bien es una regional integrada por una sociedad de 12 naciones, puede colaborar a resituar a Argentina en el rol de influencia cultural que tuvo y ha perdido. Argentina fue un faro cultural para América Latina, de la misma manera que Argentina miraba a Europa, los países americanos tenían a nuestro país. En lo cultural, estamos viviendo un proceso que se va a caracterizar por el progreso de estos países. Zonas democráticas, sin conflictos y con grandes riquezas que se suman a buenas condiciones económicas globales. Tenemos todo para el desarrollo significativo. Falta la integración cultural, no hay problemas fronterizos, no hay discusiones internas, todos están de acuerdo en hablar y hacer cosas en conjunto. Falta que haya cercanías culturales”.

Dar vuelta el mapa, el sueño de Torres García, implica una toma de posición. Ya no serán los artistas de América de Sur llevando una suerte de exotismo al mundo sino una representación más libre y consistente: “En las bienales que existen en el mundo o en las ferias internacionales somos un cupo dentro de la diversidad. Hacer una Bienal para que los artistas del Sur estén en paridad con los de las regiones del Norte”. Asimismo, para repensar el lugar del arte contemporáneo parece ser una gran oportunidad: “La situación actual del arte está marcada por excesos, de mercado, de difusión. Lo que Lipovetsky llama la estetización del mundo y el capitalismo artístico están agotados. La confusión entre el negocio, el comercio y el arte que es excesivo. Siempre las obras han tenido un valor, pero ahora hay una parte del mercado del arte que es una producción de obras estilo Jeff Koons o Damien Hirsch, como seriadas y para satisfacer a un mercado.”
Para Jozami hay una salida, el diálogo sur-sur puede ser refrescante para ciertas prácticas y concepciones del arte reiterativas y anquilosadas. Tanto el arte de América Latina como el africano tienen un nuevo espacio en la escena de las artes visuales. No tanto exportando maravillas, violencia o disidencia sino proponiendo un nuevo cruce entre el compromiso y lo estético: “Hay que enfocarlo desde el punto de vista que tienen que ver con la Bienal y es la busca de un sentido estético del arte. Hay que volver al sentido casi religioso de la búsqueda de la belleza, como decía Paul Valéry. Se puede hacer una obra de arte muy hermosa desde el punto de vista estético además del contenido. Puede estar demodé la idea de lo bello como la entendía Miguel Angel, pero también creo que no da para más aspectos del conceptualismo en los que no se entiende qué convierte a una cosa en obra de arte”.

Fiel a una de sus pasiones, el coleccionismo, Jozami piensa incluir esta práctica en la Bienal y dar un debate: “Creo en los coleccionistas de raza. Los que juntamos obras que nos dicen algo y no tienen que ver con el mercado, necesariamente. No compro para hacer negocios con el arte. El coleccionismo es un vicio que, por suerte, no daña la salud”.
Si las bienales más influyentes crecieron a la par de un proyecto económico y político relacionado con las ciudades, la de Venecia con la burguesía del Norte de Italia y el fervor de la reunificación, la de San Pablo, con el grupo industrial emergente que hizo de esa urbe el centro económico de Brasil, no hay en el horizonte una exposición Bienal para la Ciudad de Buenos Aires. En todo caso, tal vez, haya algo mejor.