Nueva York- Durante medio siglo, el humorista estadounidense Art Buchwald hizo reír y pensar a sus compatriotas. Y el humor no lo dejó plantado cuando se decidió en contra de prolongar su vida artificialmente y sólo esperar el final.
"Aquí me dicen 'el hombre que simplemente no se muere'", bromeaba Buchwald a comienzos de marzo del año pasado. Pero ahora, a los 81
años, finalmente murió.
Buchwald falleció en la casa de su hijo en Washington como consecuencia de una enfermedad renal que padecía desde hace mucho tiempo, comunicó su familia al " The Washington Post", medio para el que trabajó durante años.
El año pasado, a Buchwald le fue amputada la pierna derecha. Cuando los médicos le comunicaron que sólo podría sobrevivir con diálisis constantes, Buchwald resolvió enfrentarse a la muerte con tranquilidad y desenfado.
"En el caso de que se pregunten cómo me va: nunca en la vida me la pasé tan bien", comunicó a sus lectores ya enfermo desde su residencia en Washington. Por fin podía comer lo que le diera la gana, añadió.
A una periodista de la revista " Editor&Publisher" le dijo el año pasado que lo hacía feliz haber hecho reír a tanta gente, que no lamentaba nada en su vida y no tenía miedo a la muerte ni expectativas religiosas o espirituales.
Según su amigo Benjamin C. Bradlee, vicepresidente del " Washington Post", mantuvo su humor hasta el final. "Lo único que no quiero es morir el mismo día que (Fidel) Castro", le decía Buchwald a sus amigos, según Bradlee.
Su último libro, "Too Soon To Say Goodbye", se publicó en noviembre. Los artículos de Buchwald sobre la vida y en especial sobre la vida en Estados Unidos se publicaban dos veces por semana en 300 grandes diarios de todo el mundo.
Pocos días antes de su 80 cumpleaños, relató a la cadena de radio NPR que leía todo lo que pasaba por sus manos. También dijo que no tardaba más de una hora en escribir su columna. A diferencia de la mayoría de los demás periodistas no corría detrás de las informaciones y los informantes.
"Nunca hablo con nadie", explicaba su estilo. "Las cosas simplemente se me cruzan en el camino". Así y todo le dieron el Pulitzer en 1982 por sus "excepcionales comentarios" sobre la política en Washington.
En su autobiografía, "Leaving Home", Buchwald contestó a la pregunta de cómo se vuelve uno humorista: "Hay que haber tenido una infancia infeliz".
Hijo de un vendedor judío de cortinas en el barrio neoyorquino de Queens nunca conoció a su madre: fue internada en un instituto psiquiátrico tres meses después de su nacimiento y permaneció allí hasta su muerte, en 1960. "Fui demasiado cobarde como para visitarla", escribió.
El mismo se crió en seis orfanatos distintos, dejó la escuela sin finalizarla a los 16 y prestó servicio en la Marina en el Pacífico. Finalmente obtuvo una beca y estudió algunos años en la Universidad de California del Sur. También la dejó sin obtener el diploma y viajó a París.
En 1948 comenzó a escribir críticas de cine para el diario "Herald Tribune". Rápidamente se hizo famoso con la columna "Paris After Dark" (París después del anochecer), que fue reproducida por muchos otros diarios en Estados Unidos.
Las recopilaciones de sus historias se vendieron como pan caliente bajo títulos como "I chose caviar" (Yo elegí el caviar) y "How much
is that in dollars?" (¨Cuánto es eso en dólares?).
Cuando en 1962 se dirigió a Washington, mantuvo su estilo, pero tuvo efectos completamente distintos: ya no ironizaba desde la lejana Francia, sino que disparaba bromas y burlas contra los políticos desde Washington mismo.
Del temido jefe del FBI J. Edgar Hoover llegó a decir que era "una persona mística, inventada por primera vez por (la revista) "Readers
Digest".
Las recopilaciones de sus artículos se titulan, entre otros, "...and then I told the president" (Y entonces le dije al presidente), "I'm not a crook" (No soy un tramposo), cuando todos llamaban así al entonces presidente Richard Nixon, o "While Reagan slept" (Mientras Reagan dormía).
Las sátiras sobre el primer año en el cargo de Reagan fueron las que le valieron en 1982 el Premio Pulitzer. Hace algunos años se había separado de su esposa, a la que había conocido en París. En sus columnas nunca escribió que tuvo que recibir tratamiento médico dos veces durante años por fuertes depresiones.
"Todos cargamos con nuestras mochilas, pero tratamos de tapar los problemas con humor. Sólo cuando no funciona el humor, sobreviene la depresión", afirmó alguna vez.