CULTURA
EFEMÉRIDES | 5 DE MAYO

Cinco cosas curiosas sobre Napoleón Bonaparte a 200 años de su muerte

Lideró a los revolucionarios franceses contra la monarquía para después convertirse, él mismo, en un monarca. Disfrutó de los lujos del palacio y murió en una isla lejana en 1821.

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Napoleon | REDES

Todos saben quién fue Napoleón Bonaparte y todos creen saber cómo lucía y cómo era el hombre que hizo temblar a toda Europa.

Sin embargo, hay algunas rarezas históricas sobre el emperador de los franceses que pasan desapercibidas y las recordamos cuando se cumplen 200 años de su muerte en la Isla de Santa Elena, el 5 de mayo de 1821.

1. Era terriblemente celoso de la emperatriz

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Napoleón amó con obsesión a su primera esposa, la emperatriz Josefina, y su épica relación fue tumultuosa y plagada de celos. A veces la acusaba de no quererlo más y no preocuparse lo suficiente como para escribirle más seguido, y sus cartas iban desde profundamente románticas hasta decirle cuánto la odiaba, a veces en la misma carta: "No te amo ni un átomo; al contrario, te detesto. Eres una buena para nada, muy desagradable (...) Espero que pronto te abrace en mis brazos y te cubra con un millón de besos tan ardientes como bajo el ecuador".

A Napoleón le irritaba la idea de que su muy bella esposa fuera siquiera mirada por otro hombre. La consorte recibía hasta tres cartas por día en las que Napoleón le preguntaba si ella le amaba, si le estaba siendo fiel y si era o no era atractivo para ella.

Él no quería que ningún hombre pudiera jactarse de haber hablado a solas ni dos minutos con Josefina. Por eso, el modisto de la emperatriz no le probó nunca los trajes, que confeccionaba en un taller utilizando un maniquí con las mismas medidas de la emperatriz. Las damas al servicio de Josefina le comunicaban las modificaciones que había de introducir en el vestido (y lo mismo debían hacer con el zapatero, el corsetero, etc.)

2. No era tan pequeño como pensamos

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La ficción y el imaginario colectivo reflejan a un Napoleón de baja estatura al frente de sus tropas, pero la estatura del que fuera apodado “petit corso” fue tal vez objeto de una propaganda política realizada por sus adversarios. Esa imagen proviene de los trabajos realizados por el caricaturista británico James Gillray, quien se inspiró en Los viajes de Gulliver para retratar a un Napoleón pequeño en comparación con su enemigo británico.

Tampoco ayudó que el emperador estableciera los estándares de estatura del Ejército francés (los soldados de la Guardia Imperial debían medir más de 1,78 metros y los Cazadores Montados, 1,70), por lo que los soldados que rodeaban a Napoleón eran significativamente más altos que él.

De acuerdo con la autopsia de Napoleón, su cadáver medía cinco pies, dos pulgadas y cuatro líneas. Esta medida fue tomada en el denominado 'pied métrique', un sistema métrico que equivalía a una tercera parte de un metro. Según esta forma de calcular su altura, Napoleón medía 1,68 metros, pero cuando el informe de la autopsia llegó al Reino Unido, los ingleses los interpretaron bajo su propio sistema y determinaron de manera errónea que Napoleón medía 1,57 metros.

3. No confiaba en los médicos ni en la ciencia

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De las memorias de Claire de Vergennes (1737-1824), conocida como Madame de Rémusat, sobre el emperador Napoleón: “Bonaparte no parecía tener mucha fe en la medicina; a menudo se trataba de bromear con él; pero tenía gran confianza en el doctor Corvisart, y mucha estima por él. Tenía buena salud y una constitución fuerte; pero, cuando sufría cualquier indisposición, se inquietaba y se ponía nervioso".

Madame de Rémusat continúa: "Ocasionalmente se preocupaba con una ligera afección de la piel y, a veces, se quejaba de su hígado, pero comía moderadamente, bebía poco y no se permitía ningún tipo de exceso más que un buen café... En todo lo que le gustaba ir directamente al grano y, si se mencionaba que alguien estaba enfermo, su primera pregunta siempre era: '¿Morirá?' Una respuesta dudosa lo disgustaba y lo llevaba discutir sobre la ineficiencia de la ciencia médica”.

4. Era un hombre de muy mal humor

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Escribió Madame de Rémusat sobre el emperador francés Napoleón: "La más mínima restricción era insoportable para él. Rasgaría o rompería cualquier cosa que le causara la menor molestia, y a veces, el pobre criado que le había ocasionado un inconveniente pasajero recibiría una prueba violenta de su ira. (...) Bonaparte se acostumbró tan bien durante su reinado a no tener en cuenta a los que lo rodeaban, que este habitual desprecio impregnó todos sus hábitos”.

No tenía nada de la delicadeza que normalmente se imparte mediante la formación y la educación, y haría su baño de la manera más completa en presencia de cualquier persona que sea. De la misma manera, si se impacientara mientras su ayuda de cámara lo estaba vistiendo, volaría en un arrebato, sin prestar atención a todo respeto por sí mismo o por los demás. Tiraría cualquier prenda que no le agradara en el suelo o en el fuego".

5. Revolucionario, vivió como un verdadero rey

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En 1801, Napoleón Bonaparte todavía no era emperador de Francia pero se sentía como tal. Ese año, el cónsul restauró la ostentosa pompa borbónica que había precedido a la ejecución de Luis XVI. El Palacio de las Tullerías se llenó de bailes y conciertos, y le emplearon nuevos chambelanes, caballerizos, lacayos y hasta "trachants", los cortesanos que se encargaban exclusivamente de cortarle la carne a Bonaparte durante sus comidas.

Una vieja camarera de la reina María Antonieta (decapitada en 1793) fue empleada para dirigir la restauración de la pompa real y poner orden como en el Antiguo Régimen, mientras la nobleza y los generales se vieron obligados a rendir pleitesía (y pedirle permiso hasta para contraer matrimonio) a Napoleón.

Junto a Josefina, el cónsul vivía a cuerpo de rey e incluso dormían en las habitaciones de Luis XVI y María Antonieta. Napoleón empezó a dirigirse a su esposa como "Madame Mi Amada Esposa", tal y como Enrique IV se refería a su esposa, y la pompa napoleónica era tal que un testigo, el general Jean-Victor Moreau, llegó a preguntarse para qué Francia se había tomado la molestia de decapitar a Luis XVI.