CULTURA
La ciudad pensada II

Los secretos del barrio laberinto

¿Qué misterios esconden las calles circulares de Parque Chas? Imaginación, literatura y urbanismo rupturista hicieron de este predio un espacio único en Buenos Aires.

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El tanque-barco, un emblema del barrio | Laura Navarro

Muchas veces, las ciudades se repiten. Calles, edificios y parques trazan una fisonomía conocida que no sorprende. Pero en algunas ocasiones, el paisaje urbano talla la forma de una excepción, una diferencia. Es lo que pasa al caminar por Parque Chas, en la ciudad de Buenos Aires…   

Calles de formas circulares que se cruzan y modelan una red laberíntica, cuyo centro late en la intersección de Benjamín Victórica, Gándara, y Ávalos. Allí, destaca una rotonda y una fuente de agua, no muy lejos de Av. Triunvirato y Los Incas, y la estación De Los Incas-Parque Chas, de la línea B de subtes.   

El barrio de excepción se acomoda entre Villa Urquiza al norte; Villa Ortúzar al este; Agronomía, con un inmenso parque, al oeste; y al sur La Paternal. Y en el barrio se suceden las calles con nombre de ciudades europeas: Ginebra, La Haya, Dublín, Londres, Marsella, Turín, Constantinopla, Copenhague…     

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Su impronta singular construye un imaginario urbano dominado por la sensación de laberinto. Era esperable, entonces, que lo atípico encendiera la imaginación literaria. Así, en la novela de Tomás Eloy Martínez El cantor de tango (2004), su personaje se extravía en Parque Chas; o Alejandro Dolina en su “Historia de la manzana misteriosa de Parque Chas”, en sus Crónicas del ángel gris (1988), en la que siempre que se intenta dar la vuelta a una manzana se aparece en cualquier otro lugar del barrio. O ejemplo también de la fertilidad creativa que cataliza la zona es la historieta “Parque Chas”, sobre la que luego volveremos.    

Borges, enamorado de muchos laberintos, quizá tuvo que buscarlo en las calles de este lugar de Buenos Aires.    

 

¿Pero cómo Parque Chas adquirió su singularidad?     

Recién en 2005 Parque Chas adquiere, definitivamente, su condición de barrio, ya separado de Agronomía. Su conformación, como el de otros muchos barrios, es consecuencia del aflujo masivo de inmigrantes desde 1880. La población aumentaba y, parejamente, la necesidad de terrenos y viviendas. Surgían nuevos loteos de tierras a cargo de los loteadores, protagonistas importantes de la expansión urbana, como Don Gerónimo Grosso, martillero público de origen genovés, y responsable de la venta de tierras que modelarán el barrio. Aquellos loteos eran un acto festivo, con fanfarrias anunciando el evento, y con una carpa que se levantaba donde hoy se encuentra la plazoleta “Éxodo jujeño”, que abriga varios llamativos palos borrachos.    

Los nuevos barrios adquirieron el nombre de villas, en principio bajo la inspiración de las villas europeas en las campiñas con estándares de lujo, pero que aquí fueron la denominación de incipientes barriadas obreras: Villa de las Catalinas, Villa Alvear, Villa Ortúzar, Villa Santa Rita; o Villa Devoto con sus diagonales proyectadas por el Arq. Juan A. Buschiazzo y el Ing. J. Poggi.    

Entre los terrenos ofrecidos en loteo, en definitiva, por obligación, estaba el “Predio o terreno de Munita”, que hacia 1890 pertenecía al Antiguo Municipio de Belgrano. Era un bien de la Sociedad Francisco Chas e hijos, entre las actuales calles La Pampa, Triunvirato y De los Constituyentes. Originalmente, en el siglo XVIII, aquellas tierras pertenecieron a la antigua merced de los jesuitas, e integraban la colonia de Vacaciones del Colegio San Carlos, cuando se la denominaba “La chacarita de los Colegiales”. Luego de pasar por la posesión de don Castro Munita, la familia Chas, emparentada con este vecino del partido de Belgrano, heredó los terrenos.    

Ante el avance de la urbanización, el Doctor Vicente Chas ofreció en loteo su propiedad. Vicente Chas era el nieto del patriarca de la familia Chas, Don Francisco Luis de Chas y Pombo, que se asentó en la ciudad de Buenos Aires a fines del siglo XVIII, y que luego hizo fortuna.     

Al iniciarse el loteo de las tierras, Vicente Chas encomendó en 1925 el proyecto de trazado del nuevo barrio a los ingenieros Armando Santiago Frehner (1897-1980) y Adolfo Guerrico (1897-1950). Primero, como una suerte de estrategia publicitaria, se construyeron la “20 casas para obreros” en Avenida La Pampa, entre Triunvirato y Andonaegui. Antes de la construcción, en Triunvirato y La Pampa había una laguna que recibía las aguas del arroyo Ballivián, que solía provocar preocupantes inundaciones. Y, cerca, una fábrica de ladrillos, cuya materia prima eran montañas de tierra en las que los niños jugaban.    

La novedad urbana estaba a punto de mostrarse.    

La calle que se corta a sí misma.

El origen de una rareza.   

¿Cómo se impuso la tradición de las calles rectas que el Parque Chas subvierte?   

En la civilización madre de Occidente, en Grecia, vivió en el siglo V ac. Hipodemo de Mileto, arquitecto, meteorólogo, filósofo, y padre del planeamiento urbano, el creador del esquema de la ciudad con calles en ángulos rectos, y con las típicas manzanas rectangulares que recorremos desde niños. Un orden urbano, el del plan o trazado hipodámico (por Hipodemo), aparecido en la misma época de Pericles, el esplendor de la Acrópolis ateniense, y de Sócrates y Platón.      

El plano ortogonal (que forma ángulos rectos), en cuadrícula o damero. Una regularidad que oculta profundos fundamentos filosóficos: la idea griega de que el número, la matemática y la geometría determinan una armonía universal o cosmos. La ciudad con su regularidad rectangular es reflejo de ese orden en el microcosmos humano.      

La cuadrícula se convierte en la base del diseño urbano desde la antigüedad (planos ortogonales ya existían en el Antiguo Egipto y en Babilonia), y se manifiesta también en las ciudades creadas en América al paso de la conquista española durante el reinado de Felipe II, y las Leyes de Indias.   

Frente entonces a la traza cuadricular de tan importante desarrollo, la inventiva de Fechner y Guerrico introdujo una diferencia. Cansados de la regularidad rectangular optaron por un diseño rupturista basado en diagonales y calles circulares; en un esquema radio céntrico (con calles o avenidas radiales, desde el centro a la periferia, o a la inversa).    

Pero su innovación imitaba un modelo precedente: la ciudad-jardín del urbanista británico Ebnezar Howard con el nombre de Parque, que incluirá al Parque Chas, y también a su contraparte aristocrática en la ciudad, el Barrio Parque Rufino de Elizalde (o más conocido como Palermo chico).      

Y Ebnezar Howard se inspiró, a su vez, en la novela utópica de Edward Bellamy, Looking Backward, la que tuvo una vastísima influencia en su tiempo, con su propuesta de comunidades utópicas.    

Aunque hay lugar para suponer que la originalidad barrial de Parque Chas pudo proceder también de los trazados medievales concéntricos que crecían en torno a un castillo; o que el origen de la rareza fue solo práctico: aprovechar el terreno al máximo como una estrategia de especulación inmobiliaria. Sea como sea, la nueva estética urbana fue aprobada por el antiguo Concejo deliberante municipal.    

El inédito diseño urbano generó un nuevo imaginario. La salida de lo típicamente cuadrado a lo curvo, enrevesado, ramificado, diferente, un devenir laberíntico en el que el cuerpo puede perderse entre la telaraña de calles, y la mente en otra dimensión de la imaginación.    

Había nacido el barrio laberinto.   

La rotonda que es también centro del barrio.

El lugar de lo excepcional.   

Parque Chas como barrio laberinto es en realidad una red de singularidades. Por empezar, la calle Berlín que compone un completo círculo. Y una calle que se corta a sí misma en la mítica esquina de Bauness y Bauness; una calle que es dos a la vez, y dos ciudades, Dublin y Londres; una misma ochava en una esquina es compartida por dos casas en la intersección de Gándara y Ginebra; un tanque de agua con forma de barco en Turín al 3100: y una rotonda con una fuente de agua frente a seis esquinas.   

Las calles extrañas de Parque Chas permiten, también, por comparación, descubrir otras calles aún más atípicas en el mundo, como una calle que es la vía del tren en Bangkok; la calle Lombard Street en San Francisco con ocho curvas a lo largo de 400 metros en una empinada pendiente; o Ebenezer Place, la calle más corta del mundo, con solo 2,06 metros, en Wick, Escocia.    

Pero si volvemos a nuestro laberinto porteño, un pájaro en plácido vuelo sobre el barrio, además de distinguir la figura de círculos y curvas, podría descubrir que sí hay una regla de salida de lo laberíntico: Barzana, Gándara, Altolaguirre, Andonaegui, Burela y Victorica, calles que no tienen nombre de ciudades europeas permiten salir del dédalo barrial.   

 

La imaginación en el laberinto.   

El atardecer se aproxima. Los árboles y casas se pintan con una pátina de melancolía y misterio. El barrio laberinto convoca la imaginación. Por eso las respuestas literarias, ya comentadas, de Eloy Martínez o Dolina, pero también la historieta Parque Chas. Ricardo Barreiro, reconocido historietista de vasta trayectoria, fallecido en 1999, escribió su guion de aventuras entre la fantasía y la realidad del barrio, y Eduardo Risso lo ilustró con excelentes dibujos.    

La historieta apareció a partir del número 36 de la Revista Fierro, en 1988. Un guionista de historietas alquila un departamento en Parque Chas. Una ventana que tenía que permanecer cerrada se abre. El barrio entonces se convierte “en un triángulo de las Bermudas urbano: el no-euclidiano barrio de Parque Chas”, quiebre de las certezas espaciotemporales habituales, y puente de comunicación con otras dimensiones; un comienzo de transformaciones perceptivas que recuerdan el film El origen (Inception) de Christopher Nolan, o incluso los dibujos de Escher.        

Y las aventuras se suceden, todo el barrio se une para capturar a un simbólico auto asesino; y una fiesta de disfraces en una vieja casona con la presencia de Casanova; un monstruo hecho de desperdicios que vive en las alcantarillas; o el descenso a un laberinto subterráneo bajo la escuela Petronila Rodríguez, en un “camino de la aventura” en el que aparecen El Eternauta de Oesterheld y el Corto Maltés (personaje de Hugo Pratt), para buscar un libro en una biblioteca, en la que Borges espera…   

La rareza en la forma de las calles liberando pinceles imaginativos; una suerte de revolución geométrica urbana que rompe con la recta en beneficio de las curvas y la impresión de laberinto. La ruptura de lo convencional, y el modo como la ciudad se piensa, o imagina, como convivencia entre la dura realidad, y la imaginación y la leyenda.    

 

*Filósofo, docente, escritor, su último libro La sociedad de la excitación. Del hiperconsumo al arte y la serenidad, Ediciones Continente; creador de canal cultural “Esteban Ierardo Linceo YouTube”.