CULTURA
grandes pérdidas

Murió Roberto Calasso, editor eterno

Editor y escritor inigualable, falleció en la madrugada del jueves. Deja una editorial, Adelphi, que es modelo de gestión independiente y una obra que sin duda tendrá legado.

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Calasso. Fue sin duda uno de los mejores editores italianos de la segunda mitad del siglo XX. | cedoc

En la madrugada del pasado jueves falleció en Milán, luego de una larga enfermedad, el escritor y editor de Adephi Edizioni, Roberto Calasso, contaba con 80. Murió en la noche el lector omnívoro que, como Alberto Laiseca, forraba con papel madera los libros de su biblioteca, acaso para preservar la intimidad de la lectura del visitante, o alejarlo de la tentación de un subrayado y sustraer el ejemplar. Porque para eso se escribe y publica: la lectura es cifra mágica. Como un último gesto, el mismo día vieron la luz dos libros suyos en Italia: Memè Scianca, sobre su infancia en Florencia, y Bobi, un recuerdo y homenaje a Roberto Bazlen, crítico literario y fundador en 1965, junto al traductor Luciano Foà, de Adelphi.

Destino y literatura tenían en Calasso una fuente de intercambios. Evocaba el refugio familiar en un ático del centro de Florencia durante el final del fascismo, espacio que años después reconocería como el hogar de Giorgio Colli, filósofo y filólogo, editor de las obras de Nietzsche para Adelphi. Pero los libros eran un ambiente familiar. Uno de sus abuelos fundó la editorial La Nuova Italia, la madre era especialista en filosofía y literatura clásicas, mientras el padre, antifascista condenado por el régimen y salvado del cadalso por poco, fue decano universitario y dirigió una enciclopedia sobre leyes.

Su educación superior transitó en la Universidad de Roma, donde estudió literatura inglesa, y de allí proviene su tesis de grado: Los jeroglíficos de Sir Thomas Browne. Dominaba varias lenguas, de la natal al español, alemán, inglés, francés, griego, latín y sánscrito, esta última adquirida para la lectura de los mitos religiosos hindúes a través del Veda, materia que trata en El ardor. Durante cincuenta años, como editor, aportó una mirada sobre la cultura que, en su momento, se opuso a la hegemonía comunista representada por Giulio Einaudi. Publicó en italiano autores como Borges, Wilcock, Hesse, Kundera, Márai, Simenon, Roth, Grossman, von Hoffmansthal; mientras que Leonardo Sciascia y Alberto Arbasino encontraron en él un fiel editor.

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Ahora, rescatemos un reportaje publicado por la Revista de la Universidad Autónoma de México en 2005. Al final de La literatura y los dioses, Calasso introduce la noción de literatura absoluta: “A partir de cierto momento, que se puede precisar con la primera aparición de los grandes románticos alemanes, a fines del siglo XVIII, de estos autores ilustres que tenían unos 20, 25 años y que escribían de manera anónima, y ahí se ve el cambio de la noción de literatura. Después, a lo largo del siglo XIX y hasta el siglo XX, continúa cambiando, hasta que hoy la palabra literatura significa otra cosa si pensamos en Kafka, en Proust o en el mismo Baudelaire: en fin, las figuras más importantes. Significa algo muy diverso y menos claramente definible que en la literatura precedente, que tenía siempre, como marco de referencia, el gran sistema de la retórica, donde existían los géneros, las jerarquías, el sistema de formas precisas”.

“Esto –prosigue– se fue diluyendo poco a poco y, cada vez más, resulta que toda obra tiende a crear en su interior un sistema de correspondencias y de formas. Proust, por ejemplo, creó un sistema retórico autosuficiente. Para definir esto de alguna manera, lo llamo literatura absoluta, porque es una literatura que se desvincula de la obediencia, ya sea a un sistema de formas o –y he aquí lo decisivo– a una funcionalidad social”.