La Sociedad Teosófica es uno de los movimientos espiritualitas más influyentes que hayan atravesado el siglo XX, proveyendo el contenido para las narrativas del llamado esoterismo moderno. Quien fuera su arquitecta, Helena Petrovna Blavatsky, decía haberse nutrido de la traducción de manuscritos perdidos y de instrucciones de seres sobrenaturales recibidas telepáticamente. Por consiguiente, reunió todo tipo de teorías extravagantes, muchas de ellas justificadas en mitos antiguos aunadas a no pocas deformaciones científicas, para poder así edificar un grupo incondicional de seguidores.
Personajes de la talla de Franz Hartmann, José Ingenieros, Leopoldo Lugones, Daisetsu Teitaro Suzuki, Arthur Conan Doyle y el mismo Mohandas Gandhi, entre otros, fueron teósofos o estuvieron de algún modo en estrecho contacto con sus enseñanzas. Aunque también tuvo sus detractores, como las críticas del escritor argentino Roberto Arlt o el ocultista René Guénon.
Hay que tener en cuenta que estas ideas crecieron exponencialmente dentro de una época que se enfrentaba a grandes cambios políticos y tecnológicos, a un proceso de descolonización, a una industrialización sin precedentes y a la creciente falta de sentido ante el avance del materialismo dialectico, el positivismo lógico y, sobre todo, ante el anuncio de la “muerte de Dios”. Esto abonó el terreno para que surgieran tanto en Europa como en América una vasta lista de sectas y logias pequeñas que se desprendieran de aquella “veta madre”. Pero hay que destacar que lo atractivo de esta vertiente fue que presentaba el ocultismo bajo el ropaje de ciencia revestido de una presunta coherencia interna.
No obstante esto, hay un punto crucial que no debemos pasar por alto. La Sociedad Teosófica en su momento fue usada además con una clara intencionalidad política. No olvidemos que favorecía mayormente a las sabidurías de la India, en una época que se necesitaba su reivindicación para visibilizar y dar a conocer la urgencia de una emancipación. La meta final de no pocos operadores era que el Imperio Británico se retirase de las colonias en Asia y de esta forma surgieran entre el pueblo partidos que llevasen a la practica el espíritu de la revolución.
¿Qué es la teosofía?
Teosofía quiere decir “sabiduría o conocimiento de Dios”. Blavatsky la definía así: “No es una religión, es la ciencia de lo divino, una metafísica y una moral fundadas en los principios más sagrados de la humanidad”. Según el ensayista francés Jean-Paul Corsetti habla de ella como “una aproximación intelectual y especulativa a los reglamentos que unen a la divinidad, a la naturaleza y el hombre”. Es decir, busca una certeza esencial que imaginan subyace escondida en todos los cultos, siendo esta indispensable para construir un idealismo universal. Todas las formas de adoración poseían una porción de la realidad, pero no la totalidad, por ende, había que encontrar ese origen global. Por ello la misma Blavatsky concluye que “todos los cultos antiguos revelan la existencia de una verdadera teosofía, única, anterior a ellos. La clave que abre a una de ellas, debe abrirlas a todos, de lo contrario no es la verdadera llave”.
Aunque esto no es nuevo. Parece que el primero en postular la teosofía fue el filósofo neoplatónico Amonio Saccas (siglo II-III d. C.). Poco se conoce de él ya que no sobrevivió ninguno de sus escritos. Cristiano de nacimiento renegó de su fe y se convirtió al paganismo. Enseñó filosofía y fue maestro de Plotino. Por lo que se infiere Saccas instauró una corriente gnóstica de pensamiento llamada los filaletos (amantes de la verdad). Su teoría era que todas las religiones y tradiciones espiritualistas de su tiempo eran solo diversas variantes de una fuente única perdida. Verdades eternas que siempre estuvieron implantadas en la esencia humana. En consecuencia, la teosofía sería, o tendría la pretensión de ser, un tipo de gnosis o de despertar al estilo de la iluminación oriental y, a su vez, un tipo de escuela que preservara dichas enseñanzas ancladas en lo que habitualmente llaman “filosofía perenne”. Conozcamos entonces su revival contemporáneo y, sobre todo, a su polémica fundadora.
Helena Blavatsky y su obra
Helena Petrovna nace el 30 de julio de 1831. Era una aristócrata rusa emparentada con la familia imperial. Los datos de su vida son bastante dudosos y están invadidos por las leyendas y los mitos que atravesaron la vida de la mayoría de los creadores de las distintas sectas. Asistimos así a la invención de toda una mitología moderna en plena Revolución Industrial.
Se dice que su nacimiento y niñez estuvieron marcados por extraños fenómenos paranormales. Desde muy joven la casaron con el conde Blavatsky a quien abandona al poco tiempo para embarcarse en exóticos viajes. Visita Egipto, India, Singapur, Ceylán y el Tíbet. Mientras tanto va aprendiendo de monjes y yoguis su sabiduría esotérica y se inicia en sus misterios. En Londres contacta a un Maestro ascendido Koot Hoomi Lal Singh. A través de este personaje (que no queda claro si era real, un invento o una alucinación) la pone en conocimiento de la teosofía como saber especulativo. (Luego la leyenda dirá que toda su vida se comunicó con dicha entidad por telepatía). Así le es revelada la misión que debía cumplir en este mundo.
Para 1874 ya se encontraba en los Estados Unidos, allí durante una sesión de espiritismo contacta con el coronel Henry Olcott. La amistad surgida entre ellos dio lugar al proyecto de fundar una institución para estudiar y dar a conocer estos enigmas: la Sociedad Teosófica. La idea, tal cual le insinuó su Maestro, sería reunir un conjunto de “verdades ancestrales” que según parece formaron los soportes de todas las religiones desde los orígenes hasta la actualidad. Dicho proyecto verá la luz un año después estableciendo una sede en Nueva York y paralelamente una sucursal en Adyar, India. Luego se abrirá otra central en Londres, el “Blavatsky Lodge” que dirigirá posteriormente Annie Besant, quien será su sucesora. Blavatsky a partir de allí coloca toda su energía en escribir dos de sus obras capitales: “Isis sin velo” y “La doctrina secreta”. Finalmente, agotada y enferma, fallece en Londres en 1891.
La Sociedad Teosófica decía perseguir ciertos objetivos centrales, como formar una fraternidad universal fomentando el estudio comparado de las religiones, las filosofías y las ciencias para investigar los poderes latentes del hombre ayudando a la evolución humana y establecer un Nuevo Orden Mundial bajo la dirección de los Hermanos Mayores.
Según anunciaban estaban al borde del advenimiento de una Edad dorada. La regencia astrológica del signo de Acuario dejaría atrás la del signo de Piscis dominada por el cristianismo representado por la Iglesia Católica. Esa época por venir sería reconocida por la aparición de un nuevo Mesías: Maitreya. Razón por la cual se lograría un cambio de consciencia cósmico y la humanidad mejoraría ascendiendo hacia su autorrealización espiritual.
Como no podía ser de otra manera, esta sociedad sería el organismo oficial para nuclear a ese nuevo grupo humano que habitaría la Tierra en el profético paraíso universal. Curiosamente este mundo ideal estaba inspirado, entre otras fuentes, en el texto de Immanuel Kant “Sobre la paz perpetua” escrito en 1795. Allí el filósofo habla de un gobierno mundial utópico que traiga verdadera armonía a la humanidad. Por tanto, dicha institución con todo su conjunto de creencias iba a poner los soportes para las metas espiritualistas de ese “Orden” anunciado donde haya un salto “cuántico” colectivo. En otras palabras, la raza humana evolucionaría hacia una supraconsciencia. (Discurso arraigado en el positivismo de la época de la que el teólogo Pierre Teilhard de Chardin no fue ajeno).
“La doctrina secreta”
Después de la publicación de “Isis sin velo” Blavatsky escribe su texto coyuntural “La doctrina secreta”. En esta voluminosa obra, podemos encontrar a “grosso modo” las raíces radicales que nos servirán para entender su ideología: hay un solo Dios absoluto omniabarcante que propone un plan divino, el hombre creado ha caído al olvidar su naturaleza, pero lleva en su esencia a esa divinidad a la que debe despertar, mientras su alma seguirá reencarnando hasta que ese Dios logre su meta final. Todo esto aproxima una explicación del cosmos y del hombre al estilo de la filosofía neobudista que, si bien ayuda a acercarse a los misterios de Oriente, también ha contribuido a su tergiversación. Sus trabajos no son desechables, sin embargo hay que tener cuidado de lo que allí dice, ya que arrastra evidentes errores y puede hacer que comprendamos mal las tradiciones históricas. Esto último es importante porque va a poner los sostenes para las creencias eclécticas que luego decantarán en la “New Age”.
Lo fundamental es entender lo que Blavatsky incorpora a los cimientos de las creencias apocalípticas que dominaron al pasado siglo y sus múltiples expresiones, además de hacer el primer compendio “coherente” (según su opinión) de las mitologías universales con agregados algo sofisticados del cristianismo gnóstico, el hermetismo y la Cábala.
Como ya mencionamos, para la teosofía todas las religiones han surgido de un principio común y, para su punto de vista, la verdad más próxima es la que dicen los antiguos textos de la India. Tal cual su objetivo consiste en conciliar a todas las vías de salvación. En la mayoría de las sectas que aparecieron en nuestros tiempos persiste la impronta de la Sociedad Teosófica disimuladas en terapias alternativas, teorías holísticas y en psicologías transpersonales. En suma: va por nuestra cuenta el pensar por nosotros mismos, informarnos correctamente, al mismo tiempo que cultivar un espíritu crítico para no creer ciegamente todo los que nos digan aquellos que se autodenominan “iluminados”.
LT