CULTURA
‘cantos’, de ezra pound: uno de los fenomenos editoriales del año

Todos los seres vivos que solo Pound puede ver

La reciente edición de Sexto Piso de uno de los textos más importantes del siglo XX permite calibrar el extraño legado de uno de los mayores poetas de todos los tiempos, arquitecto de una obra demandante y compleja.

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Lost generation. Pound nació en Idaho en 1885 y murió en 1972 en Venecia. Además de poeta fue músico y ensayista. | cedoc

No existe libro de poesía en la historia como The Cantos de Ezra Pound. Porque, a diferencia de todo lo escrito, este libro reúne lo mejor de cada una de las tradiciones y en sus propias lenguas: desde la poesía griega y oriental, pasando además por los trovadores provenzales, el dolce stil novo de Guido y Dante, hasta el Renacimiento de Villon y la época victoriana, con Robert Browning a la cabeza. “Solo Pound”, dijo Eliot, “es capaz de verlos como seres vivos”.

Y además incluye una experiencia muy personal, su propio monólogo dramático, sin límites: Pound encerrado en un manicomio en Estados Unidos por haber apoyado y propagado “publicidad fascista” durante el gobierno de Mussolini (“el Capo”) en Italia. Pound, en sus Cantos, difunde no solo ideas políticas sino también económicas, con la teoría contra la usura de C.H. Douglas, y dedica algunos cantos al mástil de su nave.

En lo que respecta a nuestra tradición, acaba de salir y llegar a nuestro país una edición publicada por Sexto Piso (España) que se presenta como la más completa hasta ahora en nuestro idioma.

Las dos anteriormente publicadas en México (Mortiz, 1975 y 1986), hoy agotadas, no incluían los cantos italianos ni los dos textos “sueltos” incorporados a Drafts and Fragments.

A su vez, la edición de Cátedra nunca fue completada. Faltaron los apartados Rock Drill..., Thrones... y Drafts & Fragments; es decir, nada menos que el treinta por ciento de los Cantos.

La presente edición, en traducción de Jan de Jager (Buenos Aires, 1959), emula en toda su extensión e intencionalidad a la de New Directions de 1996.

El traductor argentino, en diálogo con PERFIL, recuerda los inicios de este largo proyecto: “Creo que fue una especie de proceso evolutivo que me llevó ‘de forma inexorable’ (las comillas son irónicas) a traducir los Cantos. En la facultad (hice Letras en la UBA cuando FyL todavía funcionaba en Independencia y Urquiza) se le daba poca bola, creo que porque Pound todavía estaba en una especie de limbo por sus simpatías fascistas, pero en cambio sí se insistía mucho con Joyce y con Eliot. En consecuencia, por todas partes aparecía indirectamente la figura de Pound. Conseguí un ejemplar de Pisan Cantos y lo fui leyendo ‘por oleadas’, es decir, recomenzando desde el principio varias veces y llegando cada vez más lejos con cada lectura. Conseguí por fin un ejemplar de los Cantos completos en París y a partir de ahí fui releyendo una y otra vez y traduciendo obstinadamente todo a lo largo de diez años, aunque de forma salteada, no en orden”.

Respecto de las ediciones anteriores, y en especial la celebrada edición mexicana, de Jager, afirma que “Vázquez Amaral aplana, achata, se nota muy a menudo que no llega a captar las connotaciones y la variedad de registros del original. Se dice por ahí: ‘Sí, pero Vázquez Amaral trabajó con Pound y lo pudo consultar’. Es cierto, pero a veces su ignorancia es tan grande que hay cosas que ni siquiera se le ocurrió consultar, y pifió big time. Tengo un jugoso inventario de pifies de la versión anterior, arriba de 300”.

Sin embargo, el traductor argentino reconoce haber tenido algunas dificultades: “A veces, claro, lamentablemente uno tiene que romper la regla de oro de no traducir lo que uno no entiende. Hay cosas en los Cantos que (todavía) nadie entiende. Ya vendrá otro traductor dentro de cincuenta años a señalar mis burradas y volver a traducir. Eso no es malo, los clásicos se vuelven a traducir una y otra vez”.

La presente edición, tal como el texto original de Pound, no incluye ningún tipo de nota. Tampoco fueron traducidos los extensos pasajes incluidos en otras lenguas.

Jan de Jager, en cambio, plantea una lectura horizontal y deja que el texto funcione poéticamente por sí solo.

Esto, sin duda, hubiera sido del agrado de Pound, que tanto cuidó y cultivó la música y el ritmo en todos sus poemas: “Para traducir apliqué la misma estrategia que pido al lector. Fui traduciendo ‘a mano’ es decir con pluma y papel, respetando las ocurrencias y sin interrumpir para buscar una referencia o un término. Dejaba el texto sembrado de asteriscos a los que después volvía. Luego, pasar en limpio y releer, y ahí sí, buscar lo que faltaba. Pero ese primer momento ‘a vuelapluma’ fue muy importante. Cambiar de idioma en este caso implica también que los ritmos que ‘laten’ por debajo o por detrás de los versos de Pound, y que él conocía muy bien, el pentámetro yámbico, los metros de Chaucer, la poesía aliterativa anglosajona, etc., había que ‘traducirlos’ y dejé que el oído me guiara, en mi caso los metros que latían por detrás de mi versión eran el endecasílabo, el octosílabo y los ritmos combinados: la lira, la silva y el pie quebrado. Si se busca una analogía: como un músico de jazz traduce ritmos brasileños o caribeños a su propio lenguaje musical”.

Una sola cosa nos queda por resaltar. Los dos cantos escritos por Pound en italiano (LXXII y LXXIII) aquí se presentan al castellano en traducción del poeta argentino Jorge Aulicino.