Cuenta la leyenda que la Tota, embarazada y a punto de parir, encontró en el piso una estrella que sostuvo en la mano mientras daba a luz. El niño que nació, a quien bautizaron Diego Armando, el mismo que treinta años atrás pisó por primera vez una cancha en un partido profesional, se convirtió con esfuerzo simplemente en Maradona, la estrella del fútbol más grande de todos los tiempos.
Como adelanto al primer partido profesional, "Pelusa" utilizó el entretiempo de un partido en la cancha de Atlanta entre Boca y Argentinos. Durante el descanso, Maradona no tuvo mejor idea que hacer toques con la pelota, dormirla, tocarla con el pie, cabecear. Así, entretuvo al público y el segundo tiempo se tuvo que retrasar porque el público coreaba que se quede, que se quede.
Pero el gran debut llegó el 20 de octubre de 1976, cuando al “Pibe de oro”, con 15 años, le faltaban 10 días para cumplir los 16. Llegó con lo rulos mojados y todas las ganas de mostrar lo que sabía hacer con la pelota a su primer partido con Argentinos, ante Talleres de Córdoba.
Gran cantidad de público aguardaba en la cancha de la Paternal, en Agustín García y Boyacá. Alrededor de 7700 personas esperaban ver a Talleres, un equipo que pasaba por uno de sus mejores momentos. Sin embargo, la hinchada de Argentinos sabía de la habilidad de Diego, y se esperanzaban con su presencia.
El primer tiempo Maradona lo vio desde el banco de suplentes. El equipo al que se enfrentaba tenía jugadores de la talla de Luis Galván, Miguel Ángel Oviedo, José Valencia y Luis Ludueña, el encargado de abrir el marcador y convertir el único gol del encuentro, que le dio la victoria al equipo local.
Para Argentinos, con Pellerano, Gette, Fren y Bartolo Alvarez entre otros jugadores, el encuentro de aquel miércoles primaveral era un desafío. El local era uno de los grandes aspirantes al título.
Sin embargo, para Argentinos Diego guardaba una sorpresa. Una vez cumplidos los primeros 45 minutos el entrenador Juan Carlos Montes, que no lo había visto jugar en la séptima división pero lo habían alcanzado los rumores de la habilidad de muchacho de grandes rulos, decidió que Maradona reemplazara a Pablo Giacobetti.
De vuelta a la cancha, en el tiempo de descuento, fueron pocos los minutos que pasaron para que la hinchada ovacione al futuro ídolo. Tras un giro y un amague, Diego tocó la pelota y la pasó entre las piernas de Cabrera, quien tras atinar a darse vuelta, ya había perdido al pibe de oro. Un caño.
A pesar de la entrada del futuro crack, Argentinos no pudo remontar el encuentro. Se enfrentaba a un equipo sólido y la defensa del local, sumado a la soledad de Diego, no permitieron que Argentinos se quedara con la victoria.
Aquel pibe, de casaca roja y cruzada con una banda blanca, con el número 16 en la espalda, ofreció, además del gran caño, algunos destellos más de lo que sería la gloria, mediante expectativas e ilusiones a futuro, y la hinchada de Argentinos compró la idea gustosa.
Alejado de las canchas, ya pasaron 30 años de su debut. Aquella estrella que sostenía con fuerza la Tota anunció el nacimiento del mejor jugador, ese que brilla tanto que resulta imposible que pase desapercibido.