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Cuando pase el temblor

Uno de los mitos más repetidos dice que si los chinos, todos, los mil cuatrocientos millones de chinos, saltaran a la vez, podrían correr el eje de rotación de la Tierra.

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Uno de los mitos más repetidos dice que si los chinos, todos, los mil cuatrocientos millones de chinos, saltaran a la vez, podrían correr el eje de rotación de la Tierra. Incomprobable, por supuesto. Y hay otro mito, más modesto pero tan eficaz como el de los chinos, que asegura que los hinchas de Gimnasia provocaron un terremoto en la cancha de Estudiantes cuando gritaron un gol.

Ocurrió en el clásico platense que se jugó el 5 de abril del 92, hace 27 años, por la séptima fecha del Clausura. Ganó el Lobo 1-0 con un gol de tiro libre del uruguayo José Perdomo. Cuando la pelota entró al arco de Yorno, la tribuna visitante del estadio de 1 y 57 estalló. Se gritó como se grita un gol en un clásico: con saltos, abrazos, corridas, alguna avalancha leve. Y ahí arranca la historia: esa tarde el Lobo se quedó con los dos puntos y se adueñó del mito.

Como si hiciera falta otro motivo para dividir la ciudad, la grieta del terremoto se coló por las diagonales. La Plata quedó dividida, entonces, entre creyentes y detractores.

El sector tripero asegura desde entonces que en el momento del gol el sismógrafo del Observatorio Astronómico que se encuentra a 600 metros del estadio marcó un movimiento de seis grados en la escala de Ritcher. La versión empezó a circular, se publicó en algunos diarios locales y llegó hasta la CNN. Se hizo imparable. Los hinchas aportaron lo suyo: bautizaron a Perdomo como Terremoto, un apodo obvio pero que suma a la causa.

Con la paciencia de un agnóstico, el sector pincha de La Plata intenta desmentir el episodio con argumentos científicos: un sismo de seis grados se considera como “fuerte” y puede llegar a destruir áreas pobladas en 160 kilómetros a la redonda. Tampoco hay registros del Observatorio que prueben semejante delirio, agregan unos. Otros, conocedores del paño, revelan que la noticia fue impulsada por un par de periodistas más hinchas de Gimnasia que los mellizos Barros Schelotto.

La historia del gol del terremoto es tan buena que algunos la tomaron prestada. El año pasado el Barcelona le ganó 6-1 al PSG y pasó a cuartos de la Champions League con un gol en el minuto 95. Bien, dicen en el Instituto de Ciencias de la Tierra Jaume Almera, que está ubicado a unos 500 metros del Camp Nou, que en ese momento el suelo vibró y se produjo un sismo de 1 en la escala de Richter.

Unos meses antes había ocurrido algo parecido en Perú. La selección del Tigre Gareca jugaba el repechaje para clasificar al Mundial 2018, hasta que el gol de Jefferson Farfán que significó el pasaje a Rusia desató un festejo que sacudió Lima con un temblor de la misma dimensión que el de Barcelona, según marcó la aplicación Sismo Detector.

Los goles sísmicos, en definitiva, son un acto de fe: los que eligen creer creerán; los que no, se limitarán a refutarlos. Para los neutrales tal vez lo mejor sea confiar, resignarse a una interpretación ingenua y convencerse de que en algún momento en determinado lugar hubo un tipo que metió una pelota en un arco y que por eso, solo por eso, cincuenta mil almas hicieron temblar la tierra.