Cuentan las crónicas de la época que Guillermo Vilas y José Luis Clerc estuvieron a punto de ganar la Copa Davis de 1981 casi sin cruzarse palabra; ni buenas, ni malas. Como en una mucho menos mediática versión del Menotti-Bilardo que se potenciaría un poco después de aquellas gloriosas jornadas de Cincinnati (la Argentina perdió con los Estados Unidos, pero sacó para ganar el dobles en un partido que hubiera sido decisivo), también en esos días podían escucharse rumores nunca confirmados y fogoneados desde lo que, global y arbitrariamente, podría graficarse como prensa pro o anti-Vilas. Entonces, quedaron flotando en la memoria cosas como que para Clerc era tan desgastante la convivencia con Vilas que cada copa, aun las ganadas, le costaba semanas de circuito, o que alguna vez hubo que apelar a un sparring cuando se necesitaba practicar contra un zurdo, porque Guillermo “no quería entrenarlo a Batata”. Hasta se insinuó que entre ellos estuvo todo bien hasta que José Luis superó en la cancha y en el ranking al más grande tenista argentino de todos los tiempos. De todo esto, una de las pocas cosas que pueden desprenderse de videos de la época, es la capacidad de estos monstruos para poner en jaque a las parejas más poderosas del mundo jugando técnica, táctica y “comunicacionalmente” como dos singlistas dentro de un match de dobles. Ya entonces, los entornos y, especialmente, los medios convertíamos en suplementarios a talentos que necesariamente deberíamos haber cuidado para que, simplemente, se complementaran.
Parece mentira, pero desde entonces nadie puede jactarse de haber aprendido debidamente la lección. Cuando Batata empezó su despedida y cuando el auténtico Poeta de la Zurda –le robo el seudónimo al Checo García porque Guillermo, además de ser zurdo, efectivamente escribió poemas– dejó de ser ese fenómeno que nos permitía mirar los cuadros de Roland Garros de semifinales en adelante, los argentinos no terminamos de hacer nuestro duelo tenístico sino que, apenas asomaron la nariz, volvimos a dividirnos en un Jaite-De la Peña. Por cierto, como para honrar la clarividencia política del General, también alrededor de la opinión pública del tenis existía una Tercera Posición. De esta formaban –y forman– parte no sólo los que no hinchan por ninguno, sino también aquellos que no por preferir a uno o a otro dejaban de ser escépticos. Los abonados a esa postura se preguntaban –y se preguntan– por qué tanta manija si, al fin y al cabo, nadie llegaba a ser número uno. Como si en la Argentina fuese fácil ser el número uno del mundo de algo positivo.
Ese asunto le cupo a Gabriela Sabatini, por ejemplo. Porque una cosa es elegir entre dos paisanos y otra preferir a Arantxa Sánchez o a Steffi Graf que a Gaby. Entonces, la cuestión no fue disfrutar de la incomparable genialidad de Gabriela –y de su condición de número 3 del mundo– sino confesar que con ella “está todo bien, pero la alemana le gana siempre y Mary Joe la tiene de hija. Además, si tuviera la garra de la gallega, ¿sabés lo que hubiera sido?”. Eso sí, nadie les exigió a las demás que fueran talentosas, como si tener garra o talento fuesen cosas que se encuentran en las góndolas de los supermercados.
A poquitas semanas de la final de la Copa Davis, no somos pocos los argentinos que creemos ver algo más en los recurrentes enfrentamientos que están teniendo Nalbandian y Del Potro. En realidad, usted podría decir que fueron apenas dos. Yo le digo que fueron dos en semanas sucesivas, y le anticipo que si David y Juan Martín arrancan exitosamente en París, volverían a enfrentarse en la tercera rueda.Y tres partidos en semanas sucesivas, ya es para hablar de recurrencia. En todo caso, pinta algo de morbo cuando, más que importarnos cómo jugó cada uno en su momento de victoria o de derrota, nos detenemos a ver qué nivel ocupa el saludo final de los jugadores en el amigómetro del tenis.
Entonces, vamos más lejos y volvemos al asunto de la elección de la sede para la final. Y ahí también algunos creen ver una victoria de Del Potro –por la cercanía de Tandil– o, al menos, una derrota de Nalbandian, que fue de cabeza por Córdoba. Por cierto, siempre mirando con profundidad la periferia, aquello absurdo que hace que se hable sobre un deporte pero de cosas que no tienen nada que ver con el deporte. Esto es asunto viejo para los lectores de esta columna: la disputa por la sede tuvo poco y nada de deportivo y casi todo de político y económico. Y atenti, que el sayo les cabe, en ese sentido, a Córdoba, a Mar del Plata y, en menor medida, a Buenos Aires. En definitiva, los porteños queríamos Buenos Aires de puro egoístas, para tener la Copa cerca aunque fuera en un Luna Park imposible; los bonaerenses creemos que la Davis en Mar del Plata es sólo una fiesta del deporte y no un gran empecinamiento proselitista, y los cordobeses creemos que, con la Copa en casa, hubiésemos empezado a revertir el resultado de la Batalla de Pavón. Por cierto, disculpen el mamarracho de generalizar y meter a todos en la bolsa. Hay muchos porteños, bonaerenses y cordobeses que miraron este asunto desde otro lado. Pero como no son los más fervorosos, pasan a ser los menos escuchados (o, al menos, no son de los que mandan mensajes a programas de tele o postean comentarios en foros de Internet).
Como ya somos bastante grandecitos y es poco lo que falta para que se nos vengan Nadal and friends, creo imprescindible empezar a mirar todo este tema desde una óptica que ponga en primer plano al asunto deportivo. Porque, al cabo, nadie desde el poder se habría metido con la Davis si no hubiésemos llegado a la final. Lamentablemente, los mismos que deberían dedicar esfuerzo y dinero a fortalecer el deporte de base y no lo hacen, son los que se cuelgan de ese mismo deporte cuando un resultado favorable convierte al hecho en un título de tapa para diarios, radio y televisión. Entonces, lejos de detenerme en si es mejor o peor que Nalbandian y Del Potro se ganen entre sí o en si se abrazan más o menos efusivamente después de cada encuentro, prefiero seguir disfrutando con dos fenómenos que, en un año que pintaba fulero, y a tan poco tiempo de jugar los partidos más importantes de su carrera, son noticia destacada en el mundo del tenis. Más aún teniendo en cuenta cuáles son los otros “temas argentinos” de los que se habla en el mundo.