viernes 29 de marzo del 2024
UNA DESPEDIDA QUE EXCEDE A RACING

Lisandro López, un adiós que se explica en las tribunas vacías

La tristeza que sentimos los hinchas de Racing ahora es probable que Licha la sintiera hace ya varios meses, cuando salía a la cancha y veía el Cilindro desierto, sin nadie a quien saludar, sin nadie que lo aliente. Era el combustible que necesitaba para seguir. Y no lo iba a tener por mucho tiempo.

Quizás para él haya sido imposible ponerlo en palabras, pero Lisandro López se va de Racing por la pandemia de coronavirus. O para ser más precisos: porque la pandemia de coronavirus hizo que estuviera casi un año sin recibir el amor de los hinchas, que lo buscábamos desde las tribunas del Cilindro luego de la salida del equipo para ovacionarlo y aplaudirlo antes de que empezara cada partido.

Como escribió hace un rato el periodista Alejandro Wall (autor de los libros Academia, carajo y Ahora que somos felices): la sensación es de desamparo, de orfandad. Sin Milito afuera y sin Lisandro adentro, habrá que buscar otra referencia que nos cuide, que nos brinde cierta calma cuando la necesitemos. Pero estoy convencido de algo: esa tristeza que nosotros sentimos ahora es probable que Lisandro la sintiera hace ya varios meses cuando salía a la cancha y veía el estadio de Racing desierto, sin nadie a quien saludar, sin nadie que lo ovacionara o lo alentara.

De alguna manera, era el combustible que necesitaba para seguir, para volver a intentar en la Copa, para redoblar el sueño cumplido.

Para un jugador como él, jugar sin gente es casi como jugar sin la pelota. A su modo, lo dijo en su despedida: “A los hinchas más que gracias no se me ocurre nada. Siempre fui de tratar de hablarles dentro de la cancha, creo que es la mejor forma que un jugador le puede hablar a los hinchas: dentro del campo, entregándose”. Sin hinchas en la tribuna, ese diálogo se había cortado, era imposible. 

Para un hombre que desestima las redes sociales, que se pone alpargatas y boinas y cuestiona el lugar común en que se han convertido los futbolistas, perder el fuego primitivo que implica un estadio lleno puede ser determinante.

Porque nosotros todavía lo teníamos, al menos desde la pantalla de un televisor: Lisandro estaba ahí, con una sequía goleadora insólita, pero dando todo lo que tenía o podía. Pero él no nos tenía, no tenía nada: había un vacío en cada partido que hacía que su estadía en Racing perdiera sentido.

Después está lo otro, por supuesto: con casi 38 años, con las limitaciones lógicas que impone su edad en la alta competencia, con un técnico nuevo y un equipo en proceso de recambio casi completo, Licha no tenía ni la energía ni la fuerza para continuar. Eso sí podía ponerse en palabras: el cansancio y agotamiento físico y mental al que aludió en el inicio de su conferencia de prensa final.

Ese cansancio también tenía un horizonte que todos sabemos bien: el fútbol argentino y mundial seguirá jugándose sin público hasta no se sabe cuándo. No hay perspectiva de que algo cambie en el corto plazo. Con esa certeza, más los cinco años encima en los que cumplió sueños y sufrió reveses, y en los últimos capítulos de su carrera, Lisandro prefirió resguardarse. En definitiva, en esas condiciones, no hay demasiadas diferencias entre jugar en Estados Unidos o en Avellaneda.

Porque sin hinchas, hay jugadores que languidecen. Y Lisandro era uno de ellos. Por eso se emocionó, y por eso cuando le preguntaron por la gente de Racing, lo único que le salió decir, al mejor estilo Cerati, fue: “Un gracias eterno”.

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