DEPORTES
independiente sigue en descenso

Los nervios le ganaron a la necesidad de jugar en serio

El empate sin goles dejó en evidencia que el Rojo y Quilmes tuvieron más temores que coraje. Rodríguez, con dos tapadas en el segundo tiempo, fue la figura.

Lucha y más lucha. Caicedo forcejea con Olivera, en una escena repetida en la noche. El colombiano tuvo una chance clara, pero la desperdició.
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Tanto se repite la falsa premisa de que cada partido es una final, cuando de pelear por no descender se trata, que los jugadores terminan creyéndosela. El primer tiempo fue una confirmación más de lo que esas frases hechas provocan en los jugadores: músculos agarrotados, precauciones en exceso, juego asociado casi igual a cero... De tanto hacerse la cabeza con que lo importante era no perder, Quilmes e Independiente gastaron demasiados minutos en apoyar la cola contra su propio arquero. Casi como si hubiesen firmado una acordada: vos no me agredas y yo no te agredo.

El equipo de Gallego, que arrancó la noche abajo de su rival en la bendita/maldita tabla de los promedios, se propuso hacerse fuerte en el medio con cuatro volantes y dos islas perdidas allá lejos: Caicedo y Leguizamón. El colombiano, tosco con la pelota, pivoteó y la pasó en la única llegada del Rojo en esa etapa, pero su compañero se perdió en la neblina del área. Del otro lado, De Felippe apostaba a algún arranque de Elizari que sacudiera el ataque. Pero fue un remate de Oberman desde fuera del área el único signo vital que entregó el equipo.

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Para el segudo tiempo, Tolo dio otra pista de lo contento que se iría con un puntito: puso a Zapata, un jugador bien posicional, por Fredes, que más allá de su discreto nivel podía prometer más verticalidad. El indulto a Zapata justo ahora fue otra señal; el entrenador quiere contar en esta instancia con los más curtidos.

Claro que el cansancio suele provocar que no siempre las piernas puedan cumplir la orden que les mandan de arriba. Y eso se traduce en errores, en espacios que no alcanzan a cubrirse. Por ejemplo, que Caicedo encuentre un hueco para filtrarse en el área como lo haría una pantera tras un blanco móvil en la selva; y que se termine entregando como un gatito, también. Por ejemplo II: que la defensa visitante se olvide de Oberman y sea Rodríguez con una gran reacción quien salve a sus compañeros. En verdad, ninguno de los dos hizo fuerza en serio para construir algo parecido a una pretensión sólida de ganar. Y entonces, deberán seguir lidiando con la palabrita descenso. Bien les vendría, para mejorar, sacarse de encima de la mentira de las finales.