El fútbol preciosista y ofensivo que acostumbra a practicar la República Checa vivirá en la Eurocopa de Austria y Suiza una estación que bien puede ser la última.
¿La razón? El anuncio de Karel Brückner, hacedor del equipo, de dejar su cargo una vez finalice su participación en la máxima competencia europea de naciones.
La decisión dejó boquiabierta a la parroquia checa, que tiene adoración por su seleccionador, verdadero gurú táctico desde que asumió funciones en diciembre de 2001.
Los logros de Brückner, reconocible por su mirada penetrante y su melena plateada, funden el buen gusto y la frialdad de los números. Aunque no haya caído ningún título bajo su mandato, fue semifinalista en Portugal 2004 y llevó al país a jugar un Mundial después de 16 años en 2006.
Ahora, tras un comienzo titubeante y no exento de problemas en el inicio de la clasificación, llega al torneo como ganador de su grupo -superando a Alemania-, pero con la desgracia de algunas lesiones que podrían perjudicar la coronación de un ciclo con otra actuación para el recuerdo.
La columna vertebral del equipo está conformada por Tomas Rosicky, cerebro del Arsenal; Petr Cech, muralla del Chelsea; Tomas Ujfalusi, polifuncional defensor de la Fiorentina; Marek Jankulovski, lateral profundo del Milan, y Jan Koller, mítica torre del Núremberg.
De ellos, Rosicky quedó definitivamente descartado al tener que operarse en mayo nuevamente del tendón rotuliano, mientras Cech soportó constantes problemas fisicos durante el año, aunque afortunadamente para Brückner, sí podrá estar presente.
Por su parte, otro experimentado as del plantel, Milan Baros, jamás se reencontró con el ángel del gol que lo acompañó en la última Eurocopa, la que lo lanzó a la fama.
Ante este panorama, el viejo técnico no encontró las soluciones que le demanda parte de la prensa deportiva de su país. Tan ofensivo en su manera de ver el juego como reticente a los cambios, Brückner es acusado de aferrarse demasiado a quienes conoce.
"Él confió en un limitado círculo de jugadores. Es conservador, reacio a cambiar", advierte Stepan Filipek, analista local, que cree que sólo rejuveneció el plantel "cuando se vio obligado por las circunstancias". "Tuvo la suerte de que le saliera bien", cree.
Ya sea suerte o capacidad para leer los momentos adecuados, lo cierto es que el viejo referente checo dio su oportunidad a una estrella emergente como Martin Fenin, figura de la selección subcampeona del mundo Sub-20 en Canadá 2007.
También Marek Matejovsky, en la Premier League desde enero gracias al interés del Reading, supo aprovechar la teórica poca permeabilidad del técnico a introducir caras nuevas.
En este contexto ambiguo, la selección más vistosa del continente espera su hora, consciente de que el broche de oro de un ciclo brillante sería materializar el sueño de levantar un trofeo, algo que no sucede desde la victoria en la Eurocopa del '76, conseguida todavía bajo el nombre de Checoslovaquia y, paradójicamente, con un equipo plagado de eslovacos.
Así lo sueña el grandote Koller, otro de los que, como Brückner, dirá adiós: "Su decisión puso el punto final a mis vacilaciones. Ahora mi deseo es poner fin a mi carrera en la selección con este título".