martes 16 de abril del 2024
Racing Hepta

Edgardo Martolio: "Racing debería ser otro Real Madrid"

Con prólogo del Chango Cardenas, acaba de aparecer un libro que cuenta de modo amplio y detallado los siete títulos consecutivos que la Academia ganó entre 1913 y 1919. El autor anticipa algo de esa épica.

Están los 130 partidos en detalle; cada síntesis tiene las posiciones y hasta los nombres de los rivales. Pero eso es un tercio del libro. El resto son historias desconocidas, anécdotas escondidas, estadísticas generosas, récords de ensueño y observaciones que trascienden al fútbol. Edgardo Martolio, periodista fundacional de Editorial Perfil y director asociado de este diario en su primera época, hace medio siglo también dirigió la revista Racing y allí comenzó a documentar esta epopeya sin igual. 

—¿Por qué Racing fue heptacampeón cuando nadie más siquiera fue tetra? 

—Es eso, en parte, lo que torna al hepta en algo épico. Siete títulos consecutivos parecen imposibles. De hecho lo fueron para todos en el país, en el continente americano, para todos en el hemisferio sur y para todos los de las grandes ligas en el siglo XXI. Racing fue único en esa categorización.

—¿Cuál es el concepto para decidir cuál es una gran liga y cuál no?

—Es simple: una gran liga es aquella cuyo seleccionado fue, por lo menos, una vez campeón mundial y tiene al menos un club campeón intercontinental. Solamente hay siete países que reúnen ambos requisitos porque, de las 11 naciones que consagraron algún club campeón Intercontinental, cuatro –Holanda, Portugal, Paraguay y Serbia– nunca ganaron un Mundial. 

—Francia es lo inverso: su seleccionado fue bicampeón del mundo y nunca tuvo un club que haya conquistado un título intercontinental.

—Sí, por eso, por ser bicampeón a nivel selección entra en el catálogo de las grandes ligas, su segundo título ecuménico le compensa la falta de ese club campeón intercontinental. Así quedan otros tres Hepta, los tres europeos y todos en el actual siglo XXI, son millenials (risas). Y son hijos de los dólares y los euros. Lyon de Francia, Juventus de Italia y Bayern Múnich de Alemania llegaron a siete campeonatos seguidos, pero ninguno se consagró nunca invicto, mientras Racing lo fue cuatro veces y una de ellas ganando todos los partidos sin siquiera empatar uno solo. Las estadísticas de ese Racing son increíbles. 

—¿Por ejemplo?

—Jugó 130 partidos por el torneo de Primera División, ganó 112 y empató 13: en siete años solamente cayó cinco veces. Tuvo en todo el ciclo el absurdo promedio del 91,15% de eficiencia. En los 20 partidos de 1917 le anotaron solamente cuatro goles. En 1915 metió 97 goles en 25 partidos, casi cuatro por cotejo. Jugando en Avellaneda, en esos siete años perdió una sola vez. ¡Imaginen la felicidad de la hinchada! Estuvo seis años y 11 meses invicto en su cancha: 59 partidos. En 1917 no le convirtieron ningún tanto como local en todo el certamen. Como visitante venció en 52 de los 65 partidos que jugó, empatando otros nueve. ¡Una locura! 

—Además, en ese período ganó 11 Copas…

—Exacto. Cuando Racing gana su sexto título ninguno de los hoy grandes había conquistado nada. Por eso es el Primer Más Grande. Ese Racing es irrepetible. Por aquel legado hoy debería ser otro Real Madrid. 

—Sin dudas fantástico, pero no respondés qué llevó a Racing a tanta gloria en esa década.

—Fueron varios factores. Uno, el hecho de ser un equipo de criollos, sin ingleses ni hijos de británicos que jugaban de modo diferente, mucho pelotazo, un fútbol de fuerza y velocidad para su época. Esos criollos, principalmente españoles y prioritariamente vascos, pusieron la pelota contra el piso. Desarrollaron tácticas diferentes de la mano de dos genios, ambos jugadores y estrategas. El menor de los Ohaco, Alberto Bernardino, que fue el jugador más completo de la historia, y Francisco Olazar, que también dirigió al equipo en cinco temporadas. Es el mismo Olazar que en 1930 sería el primer entrenador de una selección nacional en un Mundial. Muchas de las cosas que tácticamente reaparecieron años después, aquel Racing ya las había ensayado con su generación dorada. 

—Decís en tu libro que Racing fue un club y Alumni solo un equipo. ¿Podés explicarlo mejor?

—Racing es uno de los tres clubes tradicionales que jamás se movió de su lugar. Donde hoy tiene el Cilindro tuvo sus canchas anteriores, metro más, metro menos. Banfield es el otro de provincia que nunca gitaneó y Ferro Carril Oeste el único club de Capital que comenzó jugando donde hoy sigue haciéndolo. Racing generaba pertenencia con la ciudad más efervescente de ese momento. 

—¿Y Alumni?

—Alumni nunca pasó de ser un equipo. Jamás fue un club, nunca tuvo cancha, jugaba donde le alquilaban. Solo practicó fútbol, mientras en Racing ya se jugaba al tenis, al básquet y a la paleta. Alumni fue el equipo de una familia ampliada, no dejó ningún legado. Cuando vieron que ya no eran potencialmente ganadores, se deshicieron. Racing casi que nació siendo una institución. Hizo escuela.

—¿Por lo de “la nuestra”?

—Sí. Cuando Racing le gana al Torino de Italia en 1914 nace “la nuestra” como definición. Por eso, en la victoria de 1915, jugando por abajo, de galera y bastón, al ganarle 3 a 0 a River en La Boca, se lo bautiza popularmente como La Academia: daba cátedra. 

—¿Y cómo aparece Independiente en esta historia?

—Independiente juega en otra liga; literalmente en el inicio, y eufemísticamente en general porque era en todos los sentidos muy inferior, como club y como equipo. Pero debe decirse que había tres rivales que le hacían fuerza a Racing: San Isidro primero, River siempre e Independiente, que con poco conseguía mucho, como cortarle algún invicto. El nacimiento de la rivalidad barrial se construye entre 1915 y 1917.

—A propósito de River, tu colega Paso Viola Frers dice que el superclásico argentino debiese ser Racing y River, como de hecho lo fue en esa época.

—Y yo lo ratifico, porque Racing y River, desde que ambos se encontraron en Primera en 1911, se enfrentaron todos los años, menos los dos de la década del 80, cuando Racing cayó a la B y el que River también lo estuvo. En ese periodo amateur gestaron una rivalidad que no existía entre River y Boca, aun cuando ambos equipos eran del mismo barrio; no se vislumbraba la rivalidad futura. En la década del 20 estuvieron más de siete años sin medirse, mientras Racing y River se veían las caras todo el tiempo. 

—Mencionaste al menor de los Ohaco y a Olazar, pero dos nombres, por gigantescos que sean se supone que no alcanzan para tamaña epopeya.

—Obviamente no. Ese equipo, en esos siete años mantuvo a siete titulares. Una misma base, algo que hoy es casi imposible. Armando Reyes fue un zaguero extraordinario, no por acaso de todo ese elenco fue quien más veces jugó en la Selección. Juan Nelusco Perinetti fue otro gigante, su hermano Natalio ganó más notoriedad porque llegó más tarde (aunque debutó con 14 años en Primera) y se retiró recién en 1934, pero el mayor de los tres hermanos que llegaron al equipo principal era tan crack como Pantalonazo. Ricardo Pepe fue otro comodín defensivo importante. Pichín Hospital fue el primer gran enganche del fútbol nacional, un jugador de lujo. Y Alberto Marcovecchio, el goleador más implacable de nuestros campeonatos, casi tanto como Ohaco, que jugó en los 11 puestos y dio cátedra en todos, inclusive en el arco porque salía jugando con los pies como ahora pide Guardiola, solo que lo hacía con categoría. Ellos siete fueron los puntales. Y con ellos surgen otros nombres colosales como Zabaleta, Canaveri, Nicolás Vivaldo, los dos Ochoa, Macchiavello, Muttoni, Arduino, Castagnola, Betular y el arquero récord (833 minutos invicto) Marcos Croce.

—Si no me equivoco la gran mayoría surgió en el propio Racing.

—No te equivocás. De los 59 jugadores que vivieron ese ciclo solamente media docena llegó de otros pagos. Racing creó una mística y le enseñó cuál era el camino a todos. Como medio siglo después enseñó cuál era el camino internacional ganando la primera Copa Intercontinental que atesora la Argentina.

—En 1967 con aquél gol del Chango Cárdenas…

—A propósito, el Chango escribió el prólogo de Racing Hepta, un prólogo que me emocionó y agradezco.

(*) Esta nota fue publicada en el Diario PERFIL.