Durante años vivimos bajo una inquietante sensación de estar próximos a una catástrofe inminente, en la relativa calma previa al huracán. ¿La tranquilidad antes del colapso? No necesariamente. Se venía acumulando toda una serie de contradicciones y fallas bajo la alfombra de la vieja normalidad, signadas por la crisis de las distinciones entre lo cultural, lo natural y lo tecnológico. Fueron apareciendo silenciosas configuraciones que esas viejas claves de interpretación modernas, acostumbradas a las distinciones claras y tajantes, no podían decodificar: la difusión de los transgénicos, la disrupción digital, las guerras de drones, la crisis climática, los flujos de refugiados, el retorno de los líderes autoritarios y la expansión de la precariedad social, entre muchos otros fenómenos contemporáneos.
En momentos de crisis, el arte y el pensamiento redoblan el empeño en sus intentos constantes de hacer visibles los fenómenos que se encuentran al filo del horizonte experiencial. El arte busca espacios para sus prácticas por vía de las plataformas de sociabilidad emergentes y nuevos métodos de circulación digital, como los mercados de non fungible tokens posibilitados por la tecnología blockchain. Se ve, además, obligado a redefinir su ámbito de acción y sus sistemas de legitimación ante el creciente protagonismo del prosumer como creador de contenido cultural en un campo de batalla a menudo precario y freelance. La disputa entre el “gran arte” y el arte popular encuentra una nueva formulación en el concepto de make art not OC. La democratización radical de las plataformas ha dado por resultado una gran crisis de la idea del artista-creador como individuo excepcional; la proliferación de colectivos artísticos que desdibujan el límite entre activismo y arte suelen impugnar de manera implícita la idea de que el arte es un campo autónomo, y sugieren la primacía de la intención política sobre el valor estético y conceptual. Vivimos el ascenso de la idea de identidad como factor protagónico de las nuevas expresiones artísticas; esta “descolonización” de la sensibilidad trae aparejado el riesgo de una relegitimación de las posturas esencialistas que con tanto trabajo el mundo occidental supo desmontar. Al filo de la aceleración tecnológica, nos enfrentamos a la emergencia de las inteligencias artificiales como instrumento creativo autónomo: al empoderarse mediante las técnicas de impresión 3D y talla robotizada, plantean la pregunta por el “arte en la era de la generatividad técnica” y una inquietante incógnita por la noción de autoría.
Este mundo de nuevas configuraciones se expresó de manera nítida con la llegada de la pandemia y los diversos experimentos sociales que permitió cuarentenas masivas y teletrabajo, heterodoxia monetaria y ortodoxia securitaria, una revolución del campo de la sanidad y la reacción antivacunas. Una pandemia que puso sobre la mesa todas las crisis que mencionamos y que generó otras tantas aceleraciones de procesos previos. Una nueva normalidad que ya se hacía sentir, pero que los efectos colaterales del covid-19 hicieron realidad patente a modo de aceleración.
En este marco, no es casual que el concepto mismo de nueva normalidad, acuñado por Benjamin Bratton, uno de los autores de este libro colectivo, sea anterior a la pandemia. La disrupción digital y la crisis climática también lo son. Otro tanto aplica a la percepción –y la realidad–de la crisis climática. Y al concepto de Antropoceno, entendido como una era geológica marcada por la energía liberada por la vida del hombre como gran determinante sobre la Tierra, por un impulso modernizador y de desarrollo tan grande que habría modificado radicalmente el clima.
De igual modo podemos pensar en la era de los virus que abrió el año 2020. Aunque es cierto que la magnitud y la escala global de la pandemia dan cuenta de un hito histórico, no es la primera vez que pasa ni será la última. Pero el covid-19, además de acelerar procesos anteriores, nos mostró el poder de las fuerzas no humanas sobre nosotros, con su potencia cada vez más difícil de ignorar. Venimos asistiendo a una era de grandes mutaciones, pero todo parece haberse precipitado en la percepción de estos cambios y en su velocidad. Sobre este mundo transformado y en transición dan cuenta los distintos textos de artistas y pensadores que participan de este volumen.
El origen de este libro fueron las Terceras Jornadas de Arte y Estética tituladas “Fallas y fronteras. Disrupción y precariedad en el arte y el pensamiento contemporáneo”, que organizamos en noviembre de 2022 desde el Centro de Arte de la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT), un simposio internacional que reunió a un extraordinario grupo de pensadores, escritores y artistas durante dos jornadas en el Campus Alcorta de la UTDT y al mismo tiempo pudieron verse a través de Zoom-webinar en vivo.
*/**Compiladores de ¿Hay algo que no esté en crisis? SXXI Editores (fragmento).