La globalización tal como laformatearon las grandes potencias occidentales luego de la caída del Muro de Berlín está por terminarse, producto de la emergencia de una potencia alternativa que disputa poder de a poco en todos los terrenos, la República Popular China. Con un sistema político comandado por el Partido Comunista y aceptando las reglas del capitalismo global, China logró escapar de las trampas que ofrece el camino al desarrollo para presentarse hoy como una Nación en tránsito hacia ser la principal potencia mundial.
Ese marco conocido ha desatado en Estados Unidos una serie de respuestas, primero con los mega-tratados regionales que no llegaron a ver el día, por los cuales la administración de Obama quería limitar la influencia china en oriente y el occidente. Nada de eso funcionó, ni iba a funcionar en tanto el gigante asiático se volvía la principal potencia industrial, beneficiándose del proceso de offshoring (o deslocalización) que realizaban las cadenas globales de valor europeas y estadounidenses para reducir costos laborales. Mientras Europa empezó a hablar del “fin del trabajo”, en China no paraba de incrementarse el empleo industrial en sus crecientes urbes. Apple había mudado sus fábricas en Asia desde 2004, dejando solo las partes de conocimiento y marketing en Estados Unidos.
Trump apuntó correctamente a la desindustrialización que vivía su país para ganar las elecciones de 2016. Desde entonces se dio un cambio profundo en la economía internacional con una vuelta al proteccionismo de forma abierta, con políticas muy duras que incluyeron aumentos de aranceles y cupos de importación, y paralizando la Organización Mundial del Comercio. Se habló de relocalización (onshoring) o localización en países vecinos (nearshoring) para lograr la reindustrialización de Estados Unidos. Todo esto terminó de manera muy álgida con la guerra comercial entre Estados Unidos y China de 2018, que se fue diluyendo con la pandemia. Luego del paso de Biden por la presidencia, es un Trump recargado que asumió a principios de 2025, con más subas arancelarias, generando conflictos crecientes con las finanzas y la Fed.
Pareciera que los ojos de la Casa Blanca se posaron sobre la región en este año, cuestión que no se sabe si celebrar o temer. Los tire y afloje con presidentes progresistas como la mexicana Claudia Sheinbaum, el colombiano Gustavo Petro, y el mismo brasileño Lula, cuando no las amenazas de guerra hacia Maduro en Venezuela, contrastan con el apoyo explícito y oficial a candidatos derechistas como Nasri Asfura en Honduras. El swap que el Tesoro de Estados Unidos le otorgó a un Milei en dificultad en las elecciones intermedias es otro ejemplo de gestos que hace mucho no se habían visto, y todavía cuestan interpretar.
¿Esto tendrá consecuencias económicas beneficiosas para los países que se alinean con el vecino del norte? Esta es la pregunta que nos hacemos en un momento en el que Argentina firma un Acuerdo de Libre Comercio del cual surge que son pocos los sectores beneficiados, y muchos los perjudicados. ¿Es creíble la inversión de Open IA en la Patagonia? ¿Pasaremos a otra etapa en el desarrollo de la energía nuclear con el apoyo de Estados Unidos?
Esas preguntas son las que hoy animan el debate de las relaciones internacionales. La mayor injerencia de Estados Unidos en la región y la búsqueda de aliados ideológicos a los cuales ayudar económicamente sería una novedad importante en la relación. La presunción que uno tiene es que esto solo se debe a la presencia de Trump en la presidencia de Estados Unidos, y esto tal vez no hubiese sucedido con otro presidente, fuera demócrata o republicano, y habrá que ver hasta qué punto el apoyo a Argentina trasciende los dos presidentes hoy en ejercicio. Para entender nuestra región contemporánea, podríamos hablar de Trumpshoring: un acercamiento regional inédito desde el fin del ALCA en 2005, donde hay un fuerte apoyo a los aliados ideológicos del continente, sean presidente o no, y una clave económica: dejar que avance las inversiones y el comercio chino en América Latina. ¿Podrá Estados Unidos plantear un proyecto productivo más de largo plazo para la región? Esa es la duda que alimenta todos los escepticismos.
* Economista.