ELOBSERVADOR
borrando a papa no pudo estrenarse aun, pero suma 70 mil vistas en sitios web

La película sobre los divorciados que no pueden ver a sus hijos

Un juez prohibió la difusión del trabajo que refleja la situación de los padres en conflicto con sus ex parejas. Una de las directoras pasó años sin poder ver a su propio progenitor. Los realizadores denuncian trato desigual de la Justicia hacia los varones y una sola voz en temas de género. Facebook, espacio de catarsis.

Casos. El afiche del documental y algunas de sus imágenes. Según sus autores, busca desnudar los estereotipos por los que los padres son apartados de sus hijos.
| Gentileza San Telmo producciones

El documental Borrando a papá, de las directoras Ginger Gentile y Sandra Fernández Ferreira, sigue cosechando polémicas. El film, en el que se abordan diversas cuestiones ligadas a los padres que no pueden ver a sus hijos por conflictos con sus ex parejas, fue nuevamente censurado el pasado martes 21 de octubre. Pero esta vez, la prohibición de su exhibición tuvo más peso que las veces anteriores. El juez Guillermo Blanch, del Juzgado Civil Nº 18, finalmente prohibió la difusión de la cinta en el territorio de Argentina a pedido –acción de amparo mediante– de tres especialistas que aparecen en la misma y que quedaron disconformes con su mensaje global.

Paradójicamente, los sitios de internet que lograron colgarla eludiendo la prohibición judicial aumentan de a cientos su tráfico de visitas. Al cierre de esta edición ya contaba con 70 mil reproducciones. Lo mismo sucede con el avance promocional de la película, que sí está en YouTube y lleva ya casi 110 mil visitas, y la página oficial de Facebook, que va por los 22.400 seguidores y es usada por los padres que atraviesan este mismo problema como un lugar donde volcar sus angustias y encontrarse con otros en su misma situación.

Cronología. La película iba a estrenarse en los cines el 28 de agosto, pero nunca llegó a exhibirse. La médica María Cristina Ravazzola, la abogada Hilda María Radrizzani y la psicóloga Susana Tessone, del centro Piaff, profesionales que aportaron su testimonio al documental pero luego “se arrepintieron”, son las mismas que ahora exigen su censura. En él defendieron algunos abordajes polémicos de la psicología acerca de la situación de niños alejados de sus padres. Dentro de esos abordajes, está la línea dejada por el psicólogo Jorge Corsi, que durante 13 años estuvo al frente del posgrado en Violencia Familiar de la Facultad de Psicología de la UBA y relativizaba el rol paterno en la crianza de los niños. Corsi fue detenido en 2008, acusado de integrar una banda de pedófilos. En 2012 confesó su culpabilidad. La ley sobre violencia de género, sancionada en 2009 y para la que Corsi aportó sus conocimientos, aún no presenta modificaciones.

Argumentos. Lo que sostienen quienes presentaron el amparo al que el juez Blanch dio lugar es que ninguno de los padres que participan en el documental fue declarado culpable, que no fueron condenados. Sucede que, ante una acusación, pasaron a ser directamente penados con la imposibilidad de ver a sus hijos. En el medio quedan los pedidos de prueba, las citaciones a indagatoria, las ausencias de las madres a las audiencias. Y los chicos, separados de uno de sus progenitores. Esto es lo que plantea la película dirigida por Gentile y Ferreira.

Apoyada por el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa) con un subsidio de 200 mil pesos, relata las historias de seis padres separados de sus hijos después de haber pasado por procesos de divorcios conflictivos y cuáles son sus dificultades para mantener los vínculos. Critica el funcionamiento de los órganos judiciales en relación con esta temática y denuncia la desigualdad de trato existente en perjuicio del varón de la pareja en conflicto. Busca reflejar que violencia de género también es creer que el hombre, por ser hombre, inmediatamente es culpable. Y “cuestionar lo establecido acarrea problemas”, como dicen los responsables del documental. “Sacando a estas organizaciones que nos atacan, sacando al Poder Judicial, el documental fue bien recibido por la gente”, comenta el productor Gabriel Balanovsky en diálogo con PERFIL. Hace unos años, él comenzó a pensar en una alternativa posible para visibilizar los casos de estos padres que no ven a sus hijos, y se le ocurrió la idea del documental. Es que Gabriel también pasó por una experiencia similar. En 2002 estuvo preso 14 meses porque su ex mujer lo había acusado de secuestrar a su hija. Pero Gabriel tenía la guarda, por lo que la acusación era falsa. Nunca fue condenado y fue absuelto recién en 2008 por el Juzgado Nacional Correccional Nº 2. Hoy, Ana tiene 18 años y aún no puede ver a su padre. Ella quiere volver a verlo, volver a abrazarlo, pero para “no armar lío con la madre y que no la castiguen” prefiere mantenerse al margen. Y los años siguen pasando, y Gabriel sigue buscando las maneras de volver a construir su vínculo con ella.

El productor conoció en 2006 a Ginger Gentile, una neoyorquina que llegó en 2004 al país para aprender castellano. Hubo algo que los conectó inmediatamente: Ginger pasó gran parte de su vida alejada de su padre, porque su mamá no la dejaba verlo. La historiadora, egresada de la Universidad de Columbia, se sorprendió con la fuerza con la que Gabriel intentaba reencontrarse con su hija, a pesar de los letargos judiciales, de los motes sociales, de la cárcel, de todo. “Lo primero que me contó apenas nos conocimos, en un curso de cine, fue la lucha que lleva adelante por volver a ver a su hija. Y me causó admiración, porque me habría gustado que mi padre hubiera hecho lo mismo por mí cuando era pequeña”, destaca Ginger a PERFIL. La estadounidense, al igual que Gabriel, encontró en el cine una forma de protesta “contra el sistema patriarcal y machista imperante en la sociedad, porque hay personas que dicen ser feministas pero a la vez promueven el machismo, porque dan por sentado que el hombre debe poner plata y la mujer debe estar con los niños; que la mujer siempre es la víctima y el hombre siempre es el malo”.

Borrada. Otras voces, como la ONG Salud Activa, el Comité Argentino de Seguimiento y Aplicación de la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño; Guadalupe Tagliaferri, presidenta del Consejo de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes de la Ciudad, y la diputada Gladys González, del PRO, también criticaron el documental. Balanovsky afirma que la censura se está sosteniendo “porque la gente que reclama tiene mucho poder de lobby, dinero, subsidios y contactos políticos y judiciales”.

Lo concreto es que Borrando a papá fue “borrada” del cine Gaumont, del Colegio de Abogados de CABA –donde iba a exhibirse también– y del espacio Incaa Arte Cinema de Constitución, donde había sido derivada luego de las primeras quejas formales.

Por ahora, el único lugar donde puede verse lo que –evidentemente– algunos no quieren que se vea sigue siendo el espacio democrático que ofrece internet.

Un espacio para compartir el dolor y no sentirse solos
“Por orden del Juzgado Civil 18 a cargo del Dr. Guillermo Blanch, nos vemos en la obligación legal de no poder transmitir el documental Borrando a papá”. Esta frase encabeza la fanpage en Facebook del documental dirigido por Gentile y Ferreira. Lo que llama la atención es algo que ya venía sucediendo pero que se potenció a partir de la medida del juez Blanch: la mayoría de los usuarios que dejan allí su comentario son padres y, cada vez más, la red social hace las veces de espacio de catarsis. Por ejemplo, el usuario Carlos Verteramo expresó: “¡Hace 6 años no veo a mi hija! Mañana tengo audiencia con la asesora de la Defensoría del Menor, ojalá esta vez me reciba. Ya me entrevisté con el juez. Mi hija ya tiene 14, ¡Borrando a Papá me sacó una mochila enorme de encima! Me era muy difícil explicarle a la gente mi situación porque no me creían”. En la misma sintonía, Diego Ramírez cuenta que desde hace tres años no puede ver a su hija de 4, y asevera que “sigue luchando por ella”, aunque a veces sienta que se le “acaben las fuerzas por el inmenso dolor”. En relación con las demoras judiciales a las que hace referencia la película, Diego Dottino Presas relata que tampoco puede ver a su hija desde hace tres años, y que el juez que lleva su expediente no lo conoce porque le niegan la entrada a las audiencias. También varias madres se hicieron presentes en la red social para contar su historia. Y, en una nota que arroja luz desde la ‘otra vereda’, Mariana Rojas distingue: “No paso por la misma situación, pero los acompaño porque sé lo que es amar a un hijo con el corazón. En mi caso, es el padre el que eligió desentenderse de ello y a pesar de todo nunca se le negó el derecho de verlos a él o a su familia. Pero hay casos y casos”.