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denuncias de abuso en la uba

Faltan protocolos de género en 25 universidades

La experiencia demuestra que cuando existe este tipo de normativas se optimiza el vínculo entre docentes, no docentes y alumnos. En nuestro país, cuestiones presupuestarias retrasan su aplicación.

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Denuncias de abuso en la UBA. | kid navajo

A raíz de una denuncia de un caso de violencia sexual en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, el jueves 21 de junio, durante el turno noche, en el tercer piso, volvió a recalcarse la importancia de la aplicación de los protocolos de género en los ámbitos universitarios y la necesidad de reforzar políticas al respecto, como la creación de áreas específicas en las facultades que traten estos temas.

Si bien cada vez existen más casas de altos estudios nacionales que tienen protocolos, aún quedan muchas que no. Son 28 las universidades públicas que cuentan con uno, frente a las 53 que hay en Argentina, según un informe de mayo de 2018 de la Red Interuniversitaria por la Igualdad de Género y Contra las Violencias.

“Si tenemos en cuenta que el sistema universitario argentino está conformado hoy por 53 universidades, ¿por qué solo un puñado de instituciones públicas ha conseguido dar pasos fundamentales contra las violencias sexistas que se despliegan en su interior en tiempos donde queda en evidencia la necesidad de que existan?”, se pregunta Noelia Figueroa, referente del espacio de Atención a la Violencia de Género de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Nacional de Rosario.

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Necesidades. “Lo que buscan los protocolos es cubrir las situaciones que se dan entre personas que pertenecen a la universidad, sean docentes, no docentes, contratados, temporales, donde exista alguna situación de violencia, de acoso sexual, de abuso sexual, violencia física, psicológica, agresiones verbales”, aclara la referente de Rosario.

“Los hechos no tienen que ser necesariamente dentro del edificio de la facultad, sino que puede ser virtual o en otros lugares. Lo importante es que el vinculo que se genera sea personal, académico-educativo, en el marco de la universidad. En esos casos, se le brinda asesoramiento a la persona que viene a denunciar. A veces alcanza con restringir horarios para que no se crucen”, afirma.

Según Figueroa, cada caso es singular, pero la idea es cuidar a quien fue víctima de una situación de violencia porque lo que sucedía en general era que las víctimas renunciaban a la carrera o dejaban de ir a la facultad porque se ponía el ojo más sobre ellas que sobre los agresores”.

Dificultades. Más allá de los logros, aún falta mucho por hacer, como advierte Julieta Alcoba, prosecretaria de Géneros y Políticas Feministas de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de La Plata.

“Una de las dificultades evidentes de aplicación es el presupuesto nacional. Dentro de un fuerte recorte de las universidades públicas la posibilidad de crecer en experiencias y políticas vinculadas a la igualdad de género son limitadas, ya que se necesita voluntad política, acompañada de recursos que lo posibiliten. Y después suelen aparecer resistencias internas. Pero por suerte hay grupos organizados feministas que están dando la discusión que exige la aplicación de estas políticas”, explica Alcoba.

En La Plata cuentan con un programa contra la violencia de género y un protocolo aprobado en 2015. Además, a raíz de la mayor presencia en la agenda pública y mediática de las cuestiones de género, en la universidad empezaron a hacer fuerza para aplicar otras iniciativas que trabajen con la política académica, por ejemplo la creación de prosecretarias de género dentro de las facultades.

Por su parte, Julieta Martino, consejera estudiantil del Consejo Superior de la UTN, cuyo protocolo fue aprobado por el Consejo Superior hace menos de un mes, cuenta que “la idea rectora es la prevención, capacitación y concientización de todos los sectores de la universidad, sean docentes o no docentes, graduados, para que no se llegue a aplicar una sanción. El protocolo lo que dice es que de acá a 180 días todas nuestras facultades, que son treinta, van a tener que tener un comité con una persona capacitada en género para poder recibir denuncias”.

El secretario de Bienestar Universitario de la Universidad Nacional de Avellaneda, Ignacio Garaño, relata que en abril de 2017 se aprobó el protocolo, luego de un intenso trabajo en 2016.

“La importancia que tiene este protocolo de intervención ante situaciones de violencia machista, acoso sexual, discriminación por identidad de género y/o vivencia de la sexualidad en el marco de la Undav es fundamental como herramienta para intervenir, como universidad, ante situaciones que se ponen en agenda”, sostiene.

El protocolo, agrega, “nos da una herramienta concreta, aprobada por todo el cuerpo del Consejo Superior, para llevar adelante acciones de contención frente a hechos en los que toda la comunidad universitaria considere que sus derechos están siendo vulnerados. Es un trabajo complejo”.

Romina Merino, secretaria general del Centro de estudiantes Liga Federal Universitaria de la Universidad Nacional de La Matanza, agrega que en su protocolo “para realizar la primera denuncia hay dos formas: dirigirse de manera personal a la oficina de Bienestar Estudiantil o por una casilla de mail anónima de la Dirección de Bienestar Estudiantil para luego contactar a la víctima con un grupo de profesionales, si la persona lo desea, que le brinde asistencia. A veces también vienen al centro de estudiantes”.

No es fácil. Noelia Figueroa revela que pudieron aprobar el protocolo “a partir de un conflicto que fue una denuncia masiva de estudiantes contra docentes en la Facultad de Arquitectura, donde hubo un escrache y recién ahí el rector abrió el debate y nos encontró a nosotras muy preparadas con un proyecto elaborado. A fines de 2014 lo aprobamos en cuatro facultades, en Ciencias Políticas, Derecho y Humanidades”.

“Lo que nos llevó muchísima tarea de tira y afloja –añade– fue la aplicación del protocolo en toda la universidad, que se aprobó recién hace un mes. Fue difícil porque a nivel universidad hubo más resistencia. Y al tener protocolos diferentes por universidad había algunas incompatibilidades normativas y algunos dispositivos quedaban muy desamparados¨.

Historia. Hasta el año 2014, la única universidad que contaba con un protocolo específico para la prevención, atención y sanción de la violencia de género era la Universidad Nacional del Comahue (Neuquén y Río Negro). Luego se sumó la Universidad Nacional de Rosario. Y les siguieron, entre otras, la Universidad Nacional de Córdoba, Universidad Nacional de General San Martín, Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, Universidad Nacional de La Plata, Universidad de Buenos Aires, UTN, la Universidad Nacional de José C. Paz, Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco, Universidad Nacional de Quilmes, Universidad Nacional de La Matanza, Universidad Nacional de Avellaneda y la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Misiones.

 

Experiencias internacionales: Chile y México

México. En 2014, ONU Mujeres impulsó en México la campaña #HeForShe, que buscó sumar a hombres y niños a la lucha por la igualdad de género. Hasta ahora, seis universidades mexicanas públicas y privadas se han sumado formalmente a la campaña. Una de las experiencias más destacables es la de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), que también cuenta con un protocolo en el que se establecen políticas institucionales para la prevención, atención, sanción y tratamiento de casos de violencia de género.

Chile. Por otra parte, es válido recordar lo que sucedió en Chile hace un mes. #HermanaYoTeCreo fue el eslogan de la campaña feminista que iniciaron las estudiantes en busca de erradicar la violencia de género. Más de veinte universidades del país vecino se tomaron con asambleas de mujeres. “Nos movilizamos para generar protocolos contra acosos, abusos y/o violaciones. Tenemos la necesidad de generar una educación no sexista. Fue así que empezamos a armar protocolos y otras universidades de Chile se sumaron a las movilizaciones, pero no solo por violencia machista sino para cuestionar la violencia que está presente en otros ámbitos de nuestra vida”, explica Javiera López, presidenta del Centro de Estudiantes de la Comunicación (CECO) del ICEI de la Universidad de Chile.

 

Llegado de Italia: el banco rojo

La iniciativa, que comenzó en Italia con el nombre de “La panchina rossa”, buscaba informar y sensibilizar a la sociedad sobre la violencia machista. Ahora es una campaña internacional, llamada “El banco rojo”, que busca visibilizar los femicidios con acciones culturales en lugares públicos. En Argentina, ya se pusieron bancos rojos en instituciones públicas, plazas, y fue la primera vez, la semana pasada, que se llegó a una universidad pública. Junto a los familiares de Wanda Taddei, víctima de femicidio en 2010 y con Marcela Morera, madre de Julieta Mena, la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora se sumó a la iniciativa. “Es la primera universidad pública en poseer este simbólico banco. Está ubicado en el patio interno de la facultad. Decimos #NiUnaMenos porque no queremos que haya #NiUnaMas. Ya desde 2014 venimos trabajando con la problemática y con ella comenzamos un camino de visibilización. Muchas veces una no sabe cómo actuar ante los casos de violencia, y por eso brindamos cursos de asesoramiento a mujeres y hombres sobre cómo asesorar a las victimas, adónde ir, qué exigir con abogados, trabajadores sociales”, cuenta a PERFIL Jimena Benítez, miembro de la Secretaria de Relaciones Institucionales de la UNLZ.