Entre los mismos especialistas hay distintas opiniones sobre cómo llamar a esta forma de ayuda vía internet. Al respecto, Martín Becerra, profesor en la Universidad Nacional de Quilmes e investigador del Conicet, explica a PERFIL que si se trata de campañas para lograr financiamiento colectivo de un producto o servicio, vale el término crowdfunding. Pero hay iniciativas que no tienen como actividad central la reunión de financiamiento y en estos casos sería más adecuado pensar en activismo 2.0.
El titular de la cátedra Planificación Comunicacional en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora, Daniel Bilotta, considera que la gente busca soluciones por esa vía porque desconfía de que los intereses de los dirigentes sean los suyos. En su opinión, son tipos de solidaridad que definen las nuevas formas de participación ciudadana frente a un hecho que concita el interés común y allí termina. Bilotta explica que “si bien puede haber ahí movilización política –en el sentido de la polis, ciudad–, se extingue en esa acción y pueden volver a reunirse, los mismos u otros, con otro objetivo. Pero sin la organicidad que caracteriza a un partido o un sindicato”.
Para Fernando Amdan, director de la agencia digital Amplifica y docente en la carrera de Comunicación de la UBA, todas las formas de participación y colaboración online, o a partir de redes sociales, son una alternativa interesante, pero en general se construyen sobre lazos débiles, efímeros. Son herramientas prácticas y eficientes para organizar y movilizar recursos, pero es muy difícil generar intercambios estables y a largo plazo.