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El asesino que nunca mató

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Arquímedes Puccio bajó al sótano y le dijo a Nélida Bollini de Prado que le iba a cumplir su deseo de comer arroz con pollo. Le sacó las vendas y le dio el menú especial: un plato con una pata de pollo pelada y un grano de arroz. “Acá tenés el arroz con pollo”, dijo, y largó una carcajada. Si esta escena aparece en la película de Pablo Trapero o en la serie de Luis y Sebastián Ortega, no es puro invento de los guionistas, sino recreación fiel de lo que ocurrió en la vida real.
Contador, ex diplomático en el gobierno de Perón, funcionario municipal, hombre de la Triple A que también coqueteó con Montoneros (no tenía ideología), Puccio terminó arrastrando a su familia a un negocio floreciente de los años de posdictadura: los secuestros. El gran misterio del caso es si su esposa Epifanía y sus hijas Adriana y Silvia fueron cómplices, testigos o nunca supieron del plan perverso del padre: secuestrar a conocidos, llevarlos a la bañera o el sótano de su casa, y matarlos en descampados. Es probable que nunca se sepa qué pasó en la casa de Martín y Omar 544, en San Isidro. Allí permanecieron cautivos Ricardo Manoukian, Eduardo Aulet y Nélida Bollini de Prado, la única que fue rescatada, el 23 de agosto de 1985. El clan tuvo destinos dispares: Maguila esquivó la cárcel (estuvo prófugo en el exterior y volvió a la Argentina porque la causa prescribió); Alejandro murió en 2008 de neumonía, después de cuatro intentos de suicidio. Estaba en libertad condicional. Puccio salió en libertad en 2008. Murió en 2013, en La Pampa, y nadie quiso hacerse cargo del entierro. Nunca se arrepintió de sus crímenes. Demonizó a las víctimas, una manera de matarlas por segunda vez. Sin ensuciarse las manos. Como hizo siempre. Los que mataban eran sus subordinados.
Puccio fue un asesino que nunca mató.
 
*Periodista y escritor. Autor de Conchita y Sin armas ni rencores. Además, asesoró e investigó para Historia de un clan.