Martín Piroyansky es uno de los nombres fundamentales de nuestra comedia. Y al menos por un rato, de la comedia cinematográfica uruguaya, gracias al estreno de Porno para principiantes, de Carlos Ameglio. La película cuenta, con corazón y comedia, con biografía camuflada e ideas, el rodaje porno de una versión de La novia de Frankestein en Uruguay en los años 80. Y allí Piroyansky es un director que se mete en problemas.
Pero hace rato que es un factor nuclear de nuestra comedia: desde sus años en Magazine For Fai hasta sus ficciones web (Tiempo libre, su trabajo en Famoso, Parecido y más), desde su cine como director (Voley) a sus roles (Mamá se fue de viaje, Cara de queso, Mi primera boda, La araña vampiro, Permitidos, El último traje, entre otros films –incluso algunos de otro tenor y género–), ha logrado generar un aire, una expectativa. Cuando Piroyansky aparece en la pantalla hay, al menos, una fe ciega en lo que puede dar la comedia. Y el cine, y un relato. A la hora de hablar sobre Porno para principiantes sostiene: “Me interesó que se hable del porno, que tenga que hacer de un uruguayo. Laburé con Cali en Psiconautas, que él dirigió, y nos caímos bien, nos llevamos bien. El guion se fue trabajando como cinco años, que fue cuando presentaron la primera versión. Viví muy de cerca el proceso”.
—Sos una persona que confía en la comedia en Argentina, ¿cuán difícil es realmente algo así? ¿Es un idealismo o es algo que pudiste convertir en un oficio?
—Es loco, pero creo que cuanto peor esta el país más lugar hay para la comedia. La gente, de verdad, a la hora de elegir películas, dice: “Vamos a ver algo para reírnos, para no llorar”. Y dan bien los números de las comedias. Al final las películas más taquilleras argentinas suelen ser comedias. La odisea de los giles tiene su comedia. Las películas de Ariel Winograd, como Mamá se fue de viaje. La comedia sigue sin el prestigio. Los festivales no la suelen elegir. No viajás tanto con comedias. Pero localmente me parece que funcionan.
—¿Qué sentís, que algo de eso es lo que buscás capturar en tu comedia, sea cine, actuando, escribiendo o creando cortos web?
—Lo que más me interesa es contar algún mundo. Pero darle verosimilitud. Que lo veas y sientas que en su lógica es real. Siento que muchas veces las películas se quedan en su superficie y terminan siendo chatas. Lo básico necesario. Y yo creo que el desafío de todo director es contar un universo. Y que ese universo tenga sus leyes, sus habitantes, su capacidad de absurdo. Y así. Ese es el lugar donde me gustaría ir, sentir ese generar un mundo, estar un poco en contacto con un Aleph, con una idea que abre un montón de puertas y es un recurso inagotable. Hay muchos que lo logran. Lynch, Kubrick, gente que encontró una forma de contar un universo, más allá de que cambie todo, de que inventen algo nuevo, nuevas formas de contar, nuevas fotografías.
—¿Cómo definirías ese mundo que generás con tus series web?
—A mí lo que me da la web es libertad, porque no existe especulación económica, al menos cuando la hice. Pude probar cosas y hacer cosas. Yo no estudié cine y mi escuela es hacer. En la web puedo hacer y puedo encontrarme a mí. Una película tiene otros intereses, ya hay más dinero en juego, hay productores. Tiene que funcionar. En cambio en la web eso no existe, y no solo eso: hay cosas que creés que la van a romper y no, y otras que van a fracasar y no.
"Soy snob como cualquier persona"
—¿Te importa el prestigio que mencionamos antes al hablar de cómo se ignora la comedia?
—Sí, sí. Bah, la base es que a mí me gusta hacer lo que me divierte. Obviamente, si viajás con una película o cualquier otra cosa así sirven. Todos esos mimos suman mucho. Y obvio, soy snob como cualquier persona.
—Igual iba más a esa idea de la validación de la comedia en circuitos que podrían ser más libres. Por ejemplo, los festivales de cine. Pero al mismo tiempo, tu primera película como director, Voley, se ha convertido casi en una película de culto.
—Es loco. Son pocas las películas que envejecen bien y que son siempre prestigiosas. Pienso en Billy Wilder, en películas que son clásicas y prestigiosas. ¿Por qué sobreviven esas y no otras comedias? ¿Qué toca Wilder en sus películas que no tocaron otros comediantes en esa época, o comedias en esa época? No tengo respuesta, pero entiendo que hay fibras que no envejecen, que sobreviven.
—¿Por ejemplo?
—Ayer veía una entrevista a Irene Jacob, la actriz de La doble vida de Verónica, de Krzysztof Kieslowski. Estoy medio fan. Medio adicto. Veo hasta entrevista a los actores. Ella decía: “Me escriben por Rouge, me siguen escribiendo por esa película a pesar de haber hecho miles de películas. Los años pasan y eso... ¿Qué es lo que toca Kieslowski que no envejece? Eso supera la comedia. Supera el género. Encima Kieslowski tiene un tono reextraño. Toca temas universales, profundos. Sabe ser ligero y estar tocando algo. Y creo que tiene que ver con saber leer su época.