A esa incertidumbre propia de este mecanismo de participación popular Lula y su gobierno parecen haber sumado algunos errores que explican el vuelco de los brasileños: hace menos de 3 meses el 80% respaldaba la prohibición del comercio de armas.
El primer error fue la pregunta plebiscitada: “¿El comercio de armas de fuego y municiones debe ser prohibido en Brasil?”. El “Sí” suponía el cierre inmediato de los negocios del ramo y, en un país donde el mercado negro funciona a todo vapor, eso no garantizaba para nada que los narcotraficantes de Río de Janeiro, por ejemplo, siguieran accediendo a fusiles, pistolas y granadas de última generación. Esta fue una equivocación clave ya que, por un lado, la pregunta suele definir el destino de un plebiscito y, por el otro, las encuestas muestran que los brasileños están hartos de la violencia y apoyarían otras medidas, como la prohibición de portar armas en la vía pública.
Su segundo error fue no haber logrado que el plebiscito escapara al clima de malhumor general provocado por el escándalo de corrupción. Según la última encuesta de Datafolha, el voto fue orientado por la actitud positiva o negativa hacia Lula. Y esto parece una muy mala noticia para alguien que aspira a la reelección en 2006.
