INTERNACIONAL
Consecuencias imprevisibles

La peligrosa escalada del conflicto entre China e India

Por primera vez en décadas hubo un intercambio de disparos en la frontera sin demarcar de dos países que son potencias nucleares. Todo el equilibrio geopolítico de la región está en juego.

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Camiones del ejército indio en la frontera con China. | AP

La escalada de la confrontación fronteriza entre China e India en días recientes no sólo ha dado lugar al primer intercambio de fuego cruzado en décadas entre las dos potencias nucleares, en la disputada frontera sin demarcar que se extiende entre las dos naciones, sino que amenaza asimismo la estabilidad del complejo entramado institucional del espacio euroasiático y puede extenderse más allá de éste, confrontando la narrativa euroasiática con la indo-pacífica.

Dos estrategias diferenciadas están en juego y amenazan con entrar en colisión. Por un lado, la estrategia euroasiática articulada en torno a la convergencia sino-rusa que, con dificultades, se articula en torno a la preservación de la retaguardia estratégica de Moscú y de Beijing frente a una eventual injerencia estadounidense en Eurasia y que, a su vez, no está exenta de tensiones entre ambos socios de este tándem en el marco de la puja entre la proactiva proyección de la Belt and Road Initiative (BRI) china y la reticencia de la esfera de influencia rusa aglutinada en torno a la Unión Económica Euroasiática (UEEA), pese a la firma de un acuerdo de cooperación en octubre de 2018.

Por otra parte, la estrategia de un Indo-Pacífico libre, abierto y, eventualmente, democrático promovido por los Estados Unidos, con el apoyo de Japón, Australia e India en el marco del cuadrilátero de seguridad regional (Quad) acordado por estos países para contener la proyección china y que cuenta con el ambiguo apoyo de los países de la ASEAN, estrechamente vinculados económicamente con China y partícipes de un acuerdo con ésta – el Regional Comprehensive Economic Partnership (RCEP), con la autoexclusión expresa de la India.

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La pieza clave de este complejo rompecabezas geopolítico con significativas repercusiones regionales y globales es, precisamente,  India.

Nueva Delhi se incorporó como miembro pleno a la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) en 2017, junto a Paquistán, con la expectativa de contribuir a aminorar su histórico conflicto con este país. Esta incorporación contó con el apoyo de los dos promotores clave de la OCS – China y Rusia, en su afán de garantizar la estabilidad regional y de enfrentar en Eurasia los llamados “tres males” – separatismo, terrorismo y radicalismo religioso.

India mantiene un alto grado de interdependencia económica con China, pero recela de la proyección de Beijing hacia el Océano Índico y de su eventual aspiración expansionista bajo la presidencia de Xi Jinping, pero recientemente ha reforzado sus vínculos históricos con Rusia – su principal proveedor de armamento – al ingresar a la UEEA.

A la vez, bajo la presión de Washington de asegurar su estrategia en el Indo-Pacífico se acerca a los Estados Unidos y, en el marco de la rivalidad económica entre esta nación y China, aspira a absorber parte de la relocalización de la producción que pudiera desplazarse desde este país.

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Al escalar el conflicto, Rusia intenta apaciguar a ambos contendientes a través de una reunión del grupo RIC (Rusia, India, China) en los márgenes de la cumbre de la OCS en curso en estos días en Moscú. La iniciativa refuerza la aspiración del Kremlin de desempeñarse como un jugador global clave, pero, en el caso de fracasar, pone en riesgo no sólo su asociación con China e India, sino su – hasta ahora – rol marginal en la competencia sino-estadounidense en una coyuntura en dónde las próximas elecciones presidenciales en los Estados Unidos definirán para los próximos años que nación será identificada como la mayor amenaza para los intereses de Washington. En el interín, Mike Pompeo, Secretario de Estado de los EEUU, urge a los países del ASEAN a no “dejarse amedrentar” por China y monitorea de cerca el conflicto entre China e India, expresando su aspiración a mediar eventualmente en el mismo.

En suma, un intercambio de disparos en una frontera en tensión que puede amplificarse y convertirse en un tiro por la culata para algunos poderosos actores involucrados abriendo serias interrogantes sobre la estabilidad regional y global en la difícil coyuntura de atravesar la pandemia del COVID-19.