MúSICA
COBERTURA DE SHOW

El groovemaster llegó a Buenos Aires: Nile Rodgers y Chic electrizaron la noche porteña

Este martes llegó la legendaria y futurista Chic a Buenos Aires y colmó la noche de elegancia y la mejor guitarra rítmica que conocimos hace cinco décadas. Nile Rodgers, impecable, afiladísimo, trajo su magia de groovemaster definitivo.

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Nile Rodgers en Buenos Aires. | Captura de pantalla

No hay nada más vivo, actual y vanguardista que hacer bailar a miles de personas tocando música en vivo, con una banda que pone a nueve personas arriba de un escenario, alrededor de todo el mundo. Este martes llegó la legendaria y futurista Chic a Buenos Aires y colmó la noche de elegancia y la mejor guitarra rítmica que conocimos hace cinco décadas. Nile Rodgers, impecable, afiladísimo, trajo su magia de groovemaster definitivo.

El show comenzó a las 21.15 en un Movistar Arena que, inexplicablemente, se había vendido sin campo y, en cambio, presentaba un auditorio con sillas que desperdiciaban espacio e insultaban el propósito mismo de una banda como Chic. Artistas de este calibre, sin embargo, no dejaron ni al concurrente más patadura sin saltar, bailar y aplaudir frenéticamente, porque no se trata de un show nostálgico, sino masivo y vigente.

Antes de ir al recital conversé —ansiosamente— sobre un posible setlist con un amigo. Él había visto de refilón la lista y me adelantó que arrancaban con Le Freak. “No tiene sentido”, discutí. Pero así fue, arrancaron con un pelotazo fuerte y al medio, con un salón todavía un poco tibio en sus asientos y bastante pasmado de estar frente a una leyenda como Nile Rodgers.

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Apareció sobre el escenario como si hubiera vivido siempre en Argentina y no la visitara apenas por tercera vez. Vestía un traje rosado de Chanel, zapatos, camisa y boina blancos, lentes de sol, sus típicas trenzas largas con flequillo; todo detrás de la Hitmaker, el nombre de su mítica Fender Stratocaster color crema. Este objeto sagrado, tan mundano y gastado a la vez, transportó al público a un viaje por la historia de la música disco, pop y funk a través de la soltura inigualable de la muñeca derecha de Rodgers.

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Le Freak, Everybody dance, Dance, dance, dance (yowsah, yowsah, yowsah) y I want your love fueron el arranque demoledor de Chic. En mayo de 2024 tuve la suerte de ver en vivo y en Buenos Aires a Kool & the Gang, otra institución máxima del funk que precede a Chic e incluso sobrevivió a la avanzada ochentosa contra la música disco (escena particularmente femenina y queer que rápidamente sería atacada). Chic no sobrevivió en ese entonces y, por ese mismo motivo, se salvó de la moda más comercial y el sonido más vulgar y reventado de la década.

Chic quedó congelada como una burbuja especial de elegancia y brillo, sin la grasa de las capitales que todo lo cubría en los ochenta. Pero Nile Rodgers, lejos de estancarse o frustrarse, hizo el mismo recorrido que su compañero y cofundador de banda Bernard Edwards, el bajista que le daría forma a tanto hit, una y otra vez sampleado. Ambos avanzaron como grandes trabajadores de la música, produciendo los temas más exitosos y por los que jamás recibieron un reconocimiento acorde, merecido.

Para comprender la magnitud de su legado, cabe señalar cómo continuó la lista de temas de este martes por la noche: la banda enganchó I'm coming out y Upside down, de la diosa Diana Ross. Luego apareció lo que Rodgers y Edwards materializaron a través de las hermanas Sister Sledge: He's the greatest dancer y We are family. Para quienes amamos la música esta seguidilla ya era asesina, de hecho por un momento casi agradecí las sillas. Necesitaba un segundo, respirar, procesar. Pero Chic es una locomotora, te atropella y te saca de paseo.

Rodgers sólo frenaba para hablar, hacer pequeños y humildes autohomenajes. “Yo le dije a Madonna que el single de su segundo disco tenía que ser Material girl, para que la gente la reconociera así y digan en la calle ‘¡ahí va la material girl!’. Pero ella me dijo que no, que ella era Like a virgin”, recordó el neoyorquino. Entonces tocaron ambos hitazos del disco de 1984 que Rodgers produjo, y luego el antecedente que permitió esa colaboración con Madonna: el trabajo que hizo junto a David Bowie en Modern love.

Como evidencia de su peso en la música actual, Rodgers entonces encaró un segmento de las colaboraciones que lo establecieron como una de las mentes más prolíficas y asociado a las personas más talentosas del siglo XXI. CUFF IT, el cuarto track de Renaissance (2022), el discazo de Beyoncé que contó con colaboraciones tanto de Skrillex como de Grace Jones, tiene a un Nile Rodgers tan hitero como siempre, pero ahora viral en TikTok.

Por esa canción ganaron un Grammy a la Mejor canción de R&B, pero Rodgers también ganó un Grammy para la trayectoria, llamado Lifetime Achievement, para “un productor o un artista, lo que carajo sea”, se definió con gran modestia en el show. La lista siguió con lo que fue —probablemente— el mejor disco de la década pasada: Random Access Memories (2013), de Daft Punk, que tuvo el honor de contar con la mano y el oído de Nile Rodgers en tres canciones, de las cuales dos sonaron en vivo: Get lucky y Lose yourself to dance.

El setlist luego siguió con otro recorrido, más reflexivo sobre la influencia del compositor, guitarrista y productor discográfico. Tocaron Lost in music, de Sister Sledge, Notorious, de Duran Duran (cuyo disco homónimo contó con la producción inmortal de Rodgers), un mashup de Soup for one, de Chic, junto a su famosísimo sample utilizado en Lady (hear me tonight) de Modjo y, para terminar el bloque, Thinking of you, de Chic, dedicado con mucho cariño a Bernard Edwards, mientras las pantallas mostraban fotografías de ambos. Edwards murió en 1996 en Japón, mientras estaban de gira con Chic tras su reunión en los noventa.

My feet keep dancing, Chic cheer y My forbidden lover fueron los temas de una nueva ráfaga de la icónica banda fundada en 1972, para luego dar paso al último acto. La institucionalización del “olé, olé, olé” argentino, que no sólo se exportó a todo el mundo, sino que ya los artistas saben que se viene y lo convocan desde el bombo de la batería, queda extraño y ralentizado. Pero cuando surge orgánicamente, del aguante potente y fiel del público local, se siente como el mimo auténtico del fin del mundo que los artistas gringos buscan ávidamente. Ralph Rolle preguntó si podía quedarse a vivir acá y a Nile Rodgers le costó un buen rato bajarse del escenario.

Pero eso no sucedería sin antes tocar Let’s dance, de Bowie. Cuando llegó el turno de Good times de Chic, el frontman hizo lo que parecía imposible: rapeó el primer hitazo del hip hop de la historia, que sin duda no podría haber existido sin el sample original: Rapper's delight se deslizó por la lengua del señor de 72 años a la perfección y ya no existían los géneros musicales ni público sin impresionar. Finalmente, la reivindicación del setlist y la confirmación de que mis sospechas iniciales eran reales. “Cuando empezamos, no se estaban moviendo. Ahora que están todos bailando, vamos a arrancar de nuevo”, anticipó Rodgers y llegó el reprís: Le Freak cerró la noche en Villa Crespo.

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La banda, compuesta por las angeladas Kimberly Davis y Audrey Martells en voces, el inolvidable Jerry Barnes en la audaz tarea de reemplazar al fallecido Bernard Edwards en bajo, Ken Gioffre en saxo, Steve Jankowski en trompeta, el carismático Russell Graham en teclas y vocoder, Richard Hilton en teclas y guitarra y Ralph Rolle en batería y en la voz de David Bowie, acompañan a Nile Rodgers con la maestría de dejarlo brillar, sin opacar la propia destreza. Todo Chic, entre luces rosadas y doradas, reluce en vivo.

En lo personal, pocas veces estuve tan cerca del escenario en shows internacionales. Mi asiento se ubicaba en la fila 7, por lo que pude apreciar los detalles: miradas entre los músicos, la emoción en Rodgers, sus manos. Quizás sea por esta cercanía que encontré un gran defecto en la presentación: la diva de la noche, la Hitmaker, no se apreciaba con claridad. ¿Cómo le va a faltar volumen a la guitarra? Probablemente, unos metros más atrás, con la torre de sonido bestial del Movistar Arena, eso no sería un problema. Rápidamente olvidé mi bronca con el sonidista cuando el armado absurdo de sillas se descontroló y pude quedar cara a cara con la grandeza.

Rodgers, un expantera negra, le llama 'Organización' Chic a su banda y te invita constantemente a ser parte, coreando sus canciones, incluso sin saber las letras en inglés. Ya en el Tiny Desk que lanzó hace un año se podía ver esa intención clara por la experiencia colectiva de vivir sus canciones como lo que son: verdaderos himnos a la perfo en vivo, el ritmo y el baile. El músico, sobreviviente de cáncer, conmueve a sus 72 años porque demuestra que se puede ser el representante del hedonismo del siglo pasado y, al mismo tiempo, energía viva y con perspectiva a futuro de lo que puede y debe hacer la música pop: siempre pensar en el goce y el groove, sin ocultar su potencia política.