OPINIóN

¿A quién le habla Bolsonaro?

En Brasil número de encuestas de opinión han aumentado. Quizá se busca entender las actitudes del presidente. Comparación entre Argentina y ese país.

El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro.
El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro. | Cedoc

El presidente brasileño Jair Messias Bolsonaro transita su segundo año de mandato (2019-2022). Para quienes seguimos de cerca la dinámica política del país vecino, podríamos irónicamente comentar la ausencia de monotonía. No deja de sorprender la frecuencia, casi diaria, de actitudes o decisiones que, como mínimo, generan asombro y desconcierto. En lo que respecta a las políticas de combate a la pandemia del Covid-19 que acomete al mundo, Bolsonaro y su círculo íntimo se jactan por ir a contramano de todo y de todos. Algo no menor para el segundo país con mayor número de casos en el mundo (2.07 millones de habitantes) y también en número diario de muertes (78.7 mil habitantes).

Bolsonaro y su círculo íntimo se jactan por ir a contramano de todo y de todos

Es tanta la incredulidad frente a sus actitudes, que nunca en la historia del Brasil democrático hubo tantas encuestas de opinión. Según un estudio realizado por el politólogo César Zucco, (“Bolsonaro e a ilusão dos 30%”. Revista Piauí, 15/7/2020) hasta 2014 las mediciones de popularidad publicadas no llegaban a más de dos por mes en años de elecciones presidenciales. Esa frecuencia aumentó levemente entre 2014 y 2018, y se disparó en los últimos dos años. El año pasado, por ejemplo, se registró un promedio de seis encuestas mensuales, y en los primeros seis meses de 2020 ese número llegó a más de nueve por mes.

Me arriesgo a decir que, al menos en parte, ese aluvión de datos acerca de los índices de apoyo popular del presidente refleja la necesidad de comprender – o de negar – el hecho de que parte de la sociedad brasileña realmente se haya sentido, o se siga sintiendo, identificada con este personaje tan aparentemente ajeno a la conocida cordialidad de los brasileños.

Para comprendernos como sociedad creo necesario volver al pasado.

En una reciente entrevista al diario brasileño Correio Braziliense, el antropólogo Roberto Da Matta atribuyó la ascensión de Bolsonaro y su comportamiento frente la pandemia del Covid-19 a la herencia esclavista. El autor de Carnavais, Malandros e Heróis (1978), sintetizó en la frase “Você sabe com quem está falando?” la esencia de la sociedad brasileña, apuntando a su carácter estructuralmente aristocrático y socialmente desorganizado.

Para Da Matta, Bolsonaro es un reflejo de la estructura social jerárquica y desigual de la economía esclavista y agroexportadora en el Brasil actual. En este tipo de sociedad, según Da Matta, no existe política ni mérito, el rey ya nace rey y, por lo tanto, ni siquiera se hace necesaria una alusión a la lucha de clases. Esto explicaría la cierta pasividad que la sociedad brasileña muestra sobre el carácter autoritario de su actual presidente y su reiterada transgresión de las reglas básicas de convivencia.

Ese aluvión de datos acerca de los índices de apoyo popular del presidente refleja la necesidad de comprenderlo

El proceso de socialización a partir de la dualidad entre la Casa Grande – en donde vivía el Señor de hacienda y su familia - y la Senzala – en donde residían los esclavos – y; la ambigüedad entre lo público y lo privado que esa estructura generó, se cristalizó en el famoso jeitinho brasileiro o en el amplio uso de los diminutivos. Esto nos ayuda a entender la forma burlesca con que una parte considerable de la clase media y media alta brasileña se expresa sobre las instituciones, la ciencia, las universidades y la política. Ni que hablar, entonces, del odio visceral hacia un expresidente, metalúrgico, que osó contestar que sí sabía con quienes estaba hablando.

Pero finalmente, você sabe com quem está falando?

Si bien concuerdo con la fuerza de la herencia patrimonialista, creo también en el necesario ejercicio de buscar no solamente el origen de tal sistema de valores, sino en los mecanismos que lo llevaron a su continuidad en el tiempo. Para este ejercicio, y quizás debido a un desvío profesional, hago uso de la comparación.

El politólogo argentino Guillermo O´Donnell (1936-2011), interesado en comprender el significado de la célebre frase de Da Matta, propuso su contraparte argentina: “¿Y a mí, qué mierda me importa?”.

Ambas frases muestran, a través del lenguaje, la desigualdad como componente central de la estructura social de ambos países. En ese sentido, brasileños y argentinos, nos parecemos al resto de nuestros hermanos latinoamericanos. Sin embargo, O´Donnell resalta las diferencias con que cada sociedad se enfrenta a ese “ritual de refuerzo de la jerarquía social”.

En el caso argentino, según O´Donnell, el interlocutor es precisamente un interlocutor. Es decir, reconoce frente a sí al otro hablante y sin ceremonias impugna la jerarquía social a pesar de ratificarla en el mismo acto. El interpelado no niega la jerarquía, la ratifica, aunque no sin antes desafiarla.

En el caso brasileño, la frase “Você sabe com quem está falando?”, supone una acción sumisa del que recibe la amenaza por el lamentable error de haber estado “fuera de lugar”. Como nos enseñaba Buarque de Holanda, la contribución brasileña a la civilización será la de la cordialidad. “Le daremos al mundo: el Hombre Cordial”, avizora.

El pasado imprimió en la sociedad brasileña la imagen del padre como detentor del derecho a la vida y a la muerte de todos, y dificultó la separación entre lo público y lo privado, tan necesaria como fundamental en la construcción de las sociedades liberales modernas

El pasado imprimió en la sociedad brasileña la imagen del padre como detentor del derecho a la vida y a la muerte de todos, y dificultó la separación entre lo público y lo privado, tan necesaria como fundamental en la construcción de las sociedades liberales modernas. Nuevamente siguiendo a B. de Holanda: “(…) la simple alfabetización masiva no constituye tal vez un beneficio en sí mismo. Desacompañada de otros elementos fundamentales de la educación que la complementen, puede compararse, en ciertos casos, a un revólver en las manos de un ciego” (Traducción propia).

En Argentina, la masa de trabajadores fue incorporada al Estado a través de un corporativismo un tanto anárquico. Las fuertes identidades colectivas horizontales que se formaron – como miembros de sectores, clases y fracciones – ­ no se verticalizaron a punto de legitimar al Estado como mediador de intereses y protector de la ciudadanía. En Brasil, el Estado se ocupó de incorporar a los trabajadores a través de procesos políticos verticales y tutelados, sin el componente horizontal creador de la solidaridad orgánica que alimenta la concepción de ciudadanía.

En ambas situaciones, O´Donnell observa que “no es solo ni tal vez tanto el Estado el que debe ser democratizado, sino la sociedad”. Las crisis, entonces, pueden ser una oportunidad.

Volviendo a Bolsonaro, Zucco al analizar de forma agregada los datos de 127 encuestas de opinión sobre el desempeño del presidente brasileño entre el 10 de enero de 2019 y el 9 de julio de 2020, relativiza la solidez del apoyo bolsonarista que pareciera no bajar del 30% de electores. Según los datos, la popularidad de Bolsonaro ha seguido el comportamiento de la economía y no sorprende que haya permanecido estable en niveles relativamente bajos (en comparación con sus antecesores en los primeros años de mandato).

Sin embargo, independientemente de sus causas, el análisis agregado de las encuestas indica que el piso de un tercio de apoyo viene cediendo, y varios factores coyunturales sugieren que esa tendencia puede ser el “nuevo normal” del futuro próximo.

Buscando algo de esperanza, quizá Bolsonaro, al extremar a tal punto las contradicciones de la sociedad brasileña, logre que se rompan definitivamente los vicios históricos y, paradójicamente, haga emerger el “homem cívico” que tanto nos hace falta.

*Politóloga – Coordinadora del Observatorio de Economía y Política Brasil-Argentina, EPyG, Unsam.