OPINIóN

Cuál es el plan de Mauricio Macri

El PRO, básicamente, es el partido de las propuestas, esperanzas y sueños que nunca se realizan. Es como el Jardín del Edén, el paraíso prometido para los fieles. El que nunca llegaremos a ver. Sólo aquellos que mueren y, por lo menos hasta ahora, no podrán volver para confirmárnoslo.

Mauricio Macri
El expresidente de la República Argentina, Mauricio Macri | NA

El ex presidente Mauricio Macri viene enfatizando con que el gobierno nacional no tiene rumbo, ni un plan. Algo similar ha dicho Horacio Rodríguez Larreta y una decena de persona(jes) más.

En 2003 Mauricio Macri creó la alianza “Frente Compromiso para el Cambio”. Para los días que corren es un nombre muy largo, poco marketinero. Contenía dos palabras que dice periódicamente Macri: “compromiso” y “cambio”. Luego pudo crear su partido: “Compromiso para el Cambio”. La alianza sería llamada “Propuesta Republicana”, de ahí viene la abreviación PRO.

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El PRO, básicamente, es el partido de las propuestas, esperanzas y sueños que nunca se realizan. Es como el Jardín del Edén, el paraíso prometido para los fieles. El que nunca llegaremos a ver. Sólo aquellos que mueren y, por lo menos hasta ahora, no podrán volver para confirmárnoslo.

Dicen algunos intelectuales que el peronismo fue un movimiento que logró apaciguar las aguas. Tomando por las astas las demandas sociales desactivaron posibles bombas. El obrero, el trabajador, en Argentina era peronista, ni en pedo se le ocurría desviarse y ser un marxista ateo, trosko o vaya saber qué cosa rara de por ahí.

Pero llegó un momento, si recorremos unos años más, que ser de izquierda pasó de moda. Ya no era rentable, la URSS cayó, ganó Estados Unidos. Entonces los vientos fueron otros, las intenciones también, pero más que nada los intereses. Llegaron los ’90 y sus consumistas, el sueño americano. Y el peronismo se transformó para sobrevivir. Se reinventó, apareció Menem.

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El peronismo fue y seguirá siendo eso, un camaleón. Como la Iglesia, que dice reinventarse, airearse, superarse. Los resultados siguen siendo lo mismo. Y ese quizás es el ingrediente peronista que configura a Macri: el de estar siempre cambiando para no cambiar. Por más persona inteligente que es, su campaña fue algo así “cambios en los que podemos creer”. No lo inventó él, ni yo, fue el eslogan de campaña de Barack Obama (2008).

Propuso cambios, también planes. Planes, hoy palabra muy rechazada por toda la dirigencia política. Cuando había plata, había planes (sociales). Cuando no hay plata, hay pobres. ¿Se entiende la lógica perversa? ¿Cuando hubo plata, es decir planes, no hubo pobres? En Argentina abundan los pobres y la única manera que piensan erradicarlos es definiéndolo de otra manera.

¿Cuál es el plan que propone ahora Mauricio Macri? ¿Qué es lo que tiene en mente, que no pudo o no supo hacer -decir- en su presidencia? No estaría mal que ese rumor de pacto entre poderosos se lleve a cabo. Y realmente todas las fuerzas, los que tienen mucho y los que tienen algo: peronismo, kirchnerismo, macrismo, liberales -los de verdad-, los nacionalistas -los disfrazados de los anteriores-, la izquierda, las distintas iglesias, sectores de la industria, del campo, asociaciones, colectivos, feministas, y decenas de actores y agentes más, que seguro estoy olvidando.

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Lo anterior, así de grande, es imposible, pero las negociaciones deben empezar. Juntar y barajar de nuevo. Repartir poder, pensar de otra forma. Hacerse cargo, entenderse con el de al lado. Establecer y cumplir.

Es una tarea difícil para la elite que ya está desgastada y atontada de tanto poder consumido, de tantas batallas perdidas. Un país que dejó de crecer para comenzar a sobrevivir, ser uno más de la región y no la excepción. El país de las desigualdades, en el continente de las desigualdades.

Hace años que las distintas elites en Argentina no se comunican, es la estructura de poder que tenemos. En otras palabras: el modus operandi para acumular poder. En Argentina, lamentablemente, siempre se apostó a la concentración total del partido-estado-Uno. Menem, los Kirchner, Macri. Los caciques. Viene de años y discutirlo parece inútil, ninguno hasta ahora se inmutó y/o iluminó.

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Cuanto más cerrada la elite más extractiva es, por ende, menos inclusiva y para nada positiva para el progreso social. Toda reacción negativa, por parte de la elite, atrasa. Fíjese Cuba, cambiaron una elite por otra que se encapsuló más que la anterior, y todos vivieron para ella. Ya no había pobres porque todos lo eran. ¿El resultado? Quedarse en el tiempo, ser hija del consumismo que tanto criticaron sus revolucionaros, porque a Cuba va el gringo en busca de historias divertidas, transgresoras, un cóctel en la playa y un habano Cohiba.