OPINIóN
Encuesta

Calidad de vida: ellas la pasan peor

Un análisis de la última medición de vida en pueblos y ciudades del país revela un deterioro del bienestar emocional de la población, viva donde viva, con un detalle significativo: las mujeres tienen una percepción más negativa.

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Mujeres. No solo son menos felices en general que los hombres sino que su percepción ha empeorado desde la pandemia. | cedoc

El escepticismo suele ser una postura que hace incierto lo cierto. Sin embargo, hay veces que los datos objetivos sedimentan miradas escépticas. El contexto pandémico de incertidumbre, miedo y desesperanza hace plausible comprender algunos hallazgos en Argentina. Hay menos conformidad en la mayoría de los elementos que se valoran en relación con la vida cotidiana, incluyendo dimensiones del bienestar emocional.

Todo ello se traduce en que hay un deterioro de la calidad de vida. Una afirmación fuerte que se refleja viva uno donde viva en Argentina. Se achicaron o aplanaron las diferencias entre localidades con diferentes tamaños para percibir qué tan bien (o tan mal) se vive comparando con el 2020. 

Medición. Son los datos de la “Medición sobre Calidad de Vida en Pueblos y Ciudades” realizada en julio de 2021 sobre un total 1.567 casos en el país, en base a una muestra con un margen de error de fue de +/- 2,48 sobre 4 estratos no proporcionales según tamaño de ciudad que la Fundación Colsecor realiza en Argentina.

Si se toma la pregunta del cuestionario “¿Qué tan satisfecha/o se siente con la calidad de vida en su localidad?”, los datos arrojados en el 2021, enfocándonos en el promedio nacional, daba cuenta que el 67% reflejó satisfacción total o parcial con respecto a la calidad de vida en su localidad, frente a un 79% en el 2020. El descenso es de los más significativos y ya no tiene que ver con el lugar de residencia.

Pero esto no significa que el tamaño de la localidad no incida, porque sí lo hace y mucho. De hecho, a pesar de que la percepción genérica del deterioro de calidad de vida se registra en todas las localidades, hay más tristeza en las ciudades grandes. 

Tomando como referencia la pregunta del cuestionario, “Pensando en el último mes, ¿Con qué frecuencia diría que se sintió triste?” En ciudades grandes la tristeza llega parcial o total llega al 29%, mientras que, por ejemplo, en quienes viven en ciudades pequeñas, el valor fue del 16%.

También vale la pena agregar que este año, a diferencia del 2020, quienes viven en ciudades entre 10.000 y 35.000 habitantes han tenido prácticamente un mejor desempeño que quienes viven en pueblos inferiores a 10.000 habitantes. Algo así como “chico, pero no tanto”. Como que hubiese la necesidad de un estándar (de diversas ofertas y servicios básicos) que se perciben más en ciudades pequeñas, este año al menos, que en los pueblos.

Sin embargo, a sabiendas de que en grandes ciudades el nivel de satisfacción con las especialidades médicas, con la oferta cultural y comercial es evidente, la vida adquiere más inconformidad: mayor insatisfacción laboral, más inconformidad con ingresos, más insatisfacción con el funcionamiento de servicios públicos, más insatisfacción con el medio ambiente, manifestaciones públicas que preocupan, el tráfico que molesta y, por lejos, la problemática de la inseguridad.  

Sirva una comparación: la insatisfacción con respecto a la inseguridad en localidades pequeñas con menos de 10.000 residentes alcanza el 32% versus localidades con más de 100.000 habitantes que alcanzan el 71%. Y hay cuestiones llamativas, por ejemplo, con la satisfacción con la oferta educativa obligatoria, donde no se registran diferencias según el tamaño donde se viva.  

Mujeres. Pero lo más duro tiene que ver con la percepción de las mujeres. No es sólo que son menos felices que los hombres, sino también que los datos han empeorado respecto del 2020. Y la tristeza se acompaña con menos optimismo, más preocupación, más intranquilidad y más estrés, sólo por mencionar algunos elementos.

Desagregando los datos arrojados por género con respecto a la felicidad, un 60% manifestó felicidad total o parcial frente a un 68% manifestado por los hombres. Un 58% de las mujeres percibió optimismo total o parcial frente a un 71%  percibido por los hombres, un 31% de las mujeres expresó tristeza total o parcial frente a un 19% por parte de los hombres, un 59% de las mujeres presentó preocupación total o parcial frente a un 47% por parte de los hombres, un 52% de las mujeres declaró estrés total o parcial frente a un 43% por parte de los hombres dejando por ultimo a la intranquilidad, donde un 51% de las mujeres reveló que sintieron intranquilidad total o parcial frente a un 43% por parte de los hombres. 

Estado y mercado. También bajó la confianza tanto en el estado como en el mercado. En el relevamiento del 2020 se destacó la importancia que los encuestados le dieron a la valoración del estado y el mercado. Sin embargo, en el relevamiento del 2021, cuando se consultó, “¿Cuánto valora de 1 a 10 al Estado?”, aunque la valoración sigue siendo positiva, la media nacional fue de 6 frente a 7 del 2020. 

Similar al caso del Estado, cuando se consultó, “¿Cuánto valora de 1 a 10 al Mercado?”, sucedió la misma situación. La media nacional fue de 6 frente a 7 del 2020. 

Bajó la colaboración social para resolver algún problema comunitario en las ciudades, pero sigue siendo muy alto a medida que desciende el tamaño poblacional. Hay un leve deterioro de las relaciones sociales comparadas con 2020. Hay menos participación social y algo creció la participación en partidos políticos, así como las acciones políticas como la firma de alguna petición que involucra a un tercio de la población. Lo mismo la queja en redes sociales. Y cerca de un 15% ha participado de algún acto de protesta. Se registra más actividad a medida que crece el tamaño poblacional. La pandemia aumentó la queja, el enojo y con ello el activismo social político.

Solidaridad. Y para matizar el escepticismo inicial, hay hallazgos sociales que vale la pena destacar y permiten miradas esperanzadoras. La solidaridad es muchísimo más valorada que “el sálvese quien pueda”. La solidaridad es un sentimiento basado en intereses comunes o la incesante búsqueda de la sociedad de actuar como un todo. Cuando se consultó “En el día a día de la pandemia, priorizo la solidaridad y el bienestar general”, el promedio nacional arrojo una cifra de conformidad total o parcial del 77%. Contrariamente, se consultó, “La pandemia impone a todos, una situación de “sálvese quien pueda”, arrojando un promedio nacional de conformidad total o parcial del 36%. A pesar de estar viviendo un contexto pandémico, el sentimiento de cooperativismo, solidaridad y bienestar colectivo se destacó por sobre la autonomía y las libertades personales.

*Director de la Maestría en Comunicación Política de la Escuela de Posgrados en Comunicación de la Universidad Austral.