COLUMNISTAS
Alberto en el poder

Cumpleaños (poco) feliz

La pandemia expuso con mayor crueldad una serie de errores en cadena de la administración del Frente de Todos. No solo los errores, también las "desprolijidades".

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Presidente Alberto Fernández. | NA.

Parece una eternidad y no apenas doce meses el tiempo transcurrido desde que el voto popular consagró presidente a Alberto Fernández. Mucho no ayudó la transición macrista, cierto, pero los errores de la actual administración son cada vez más evidentes más allá de la pandemia, que en todo caso los expuso con mayor crueldad.

Cierta inacción, negación y desorientación en el Gobierno respecto a su rumbo acentúan los problemas graves que se viven, aunque el Presidente intente mostrar que aquí no pasa nada. Le dedica todo un sábado a celebrar el 17 de octubre y en su agenda del martes 27 aparece su participación en los actos por los 10 años de la muerte de Néstor Kirchner. Total normalidad.

La cotidianidad presidencial también se nutre de amistosas convocatorias a asados de fines de semana en Olivos, algunas horas semanales de reclusión reservada en el piso que habitaba en Puerto Madero (propiedad de su amigo Albistur) y escaso apego a las recomendaciones médicas para bajar de peso, descansar mejor y mejorar su salud.

Estas particularidades aparentemente personales el Presidente las lleva a áreas institucionales. Así, se negó por ejemplo a revelarle a la Oficina Anticorrupción el detalle de sus clientes como abogado antes de ser electo hace un año. Tranqui la OA, que ratifica su rol de simple escribanía gubernamental como antes lo hizo con el kirchnerismo y luego con el macrismo.

Algo similar ocurrió en ese organismo de (falso) control con un ministro del Gabinete, que debió presentarse para intentar dar explicaciones sobre una empresa offshore de la que acepta que participó, pero ya no. Curiosamente, la firma mantiene como domicilio la dirección de la casa del ministro. Y, oh casualidad, gana varios contratos del Estado nacional.

Alberto se negó a revelarle a la OA el detalle de sus clientes como abogado antes de ser electo

Otro ministro no tiene empacho (nunca mejor el término) de abrir una licitación para el catering de su dependencia, que dista de responder a los tiempos de crisis que nos tocan atravesar. Masa philo con salmón, trufa de queso en jalea de torrontés, tartare de centolla, profiterole de caviar, crocantín de salmón ahumado, langostinos crocantes, pulpo grillado y cordero en brioche son algunas de las delikatessen a las que aspira el Ministerio según su convocatoria de ofertas. Seguro conseguirá buen precio.

Acaso sea el mismo buen precio que consiguió un asesor presidencial, tan clave como de bajo perfil, para poder escabullirse varias jornadas para intentar fumar menos y reducir el exceso de kilos sin estresarse mal.

Pasó tan desapercibido ese hecho como una presencia controvertida en la Anses. Desde diciembre, una de las gerencias del organismo la ocupa Sebastián Gramajo, un hombre del albertismo porteño de paladar negro.

Además de ex legislador porteño, Gramajo cumplió un rol esencial durante la campaña electoral de 2007 como mano derecha de Héctor Cappacioli en la irregular recaudación de fondos, por la que ambos llegaron a ser procesados. El jefe de aquella campaña fue un tal Alberto Fernández. El silencio siempre paga bien, de acuerdo con ciertos códigos.

No hay tanto silencio puertas adentro del Gobierno, enfrascado en la desorientación y en las internas. El peor de los combos para que haya alguna expectativa sólida de un atisbo de salida a esta fenomenal crisis.

MC