El miércoles 17 de septiembre se celebró el Día del Profesor. Sin embargo, en lugar de limitarnos a un homenaje, es necesario reflexionar sobre la realidad educativa en la que nuestros docentes desempeñan su labor. Los datos recientes de la Escuela de Educación de la Universidad Austral revelan una preocupante desigualdad en los resultados académicos de los estudiantes, particularmente en Matemática.
El nuevo Indicador de Desigualdad de Trayectorias Educativas expone que el 93% de los estudiantes provenientes de los sectores más vulnerables llega al último año de secundaria sin alcanzar los niveles básicos en Matemática. Esta cifra es alarmante cuando se compara con el 63% de los alumnos de los sectores más favorecidos que enfrentan el mismo desafío. Las diferencias se inician en los primeros grados, pero se profundizan de manera dramática hacia el final del ciclo secundario.
Los datos, basados en las evaluaciones Terce (2013) y Aprender (2016 y 2022), revelan que por cada diez jóvenes de sectores más favorecidos que logran conocimientos mínimos en Lengua, solo cinco alcanzan el mismo nivel en Matemática. Entre los estudiantes de sectores más vulnerables, por cada cien que logran los conocimientos básicos en Lengua, apenas 16 consiguen ese nivel en Matemática. Esto demuestra que el sistema educativo, lejos de cerrar las brechas, las está ampliando.
El abandono escolar es otro factor que agrava la situación. Cuando se ajustan los resultados para tener en cuenta el abandono, las diferencias en Matemática entre los sectores más bajos y más altos aumentan de 5,45 a 6,55 puntos. Los estudiantes que abandonan sus estudios son, en su mayoría, aquellos que ya venían rezagados desde los primeros niveles del sistema educativo, lo que perpetúa el círculo de exclusión.
En este contexto, los docentes se ven obligados a enfrentar una crisis silenciosa en las aulas. Las diferencias entre los niveles de conocimiento de sus estudiantes son tan grandes que desafían las estrategias pedagógicas tradicionales. Además, las realidades sociales y emocionales de sus alumnos, muchas veces marcadas por la pobreza y la falta de acceso a recursos tecnológicos, complican aún más su tarea.
El Día del Profesor no debería ser solo una ocasión para el reconocimiento, sino una oportunidad para reflexionar sobre la urgencia de implementar políticas educativas que enfrenten de manera estructural la desigualdad. Los docentes necesitan apoyo para poder lidiar con esta compleja realidad y garantizar que todos sus alumnos, sin importar su origen socioeconómico, tengan las mismas oportunidades de éxito.
Es necesario repensar el sistema educativo y dotarlo de las herramientas necesarias para abordar esta crisis. No se trata únicamente de aumentar el presupuesto, sino de generar un cambio profundo que permita a los estudiantes de sectores más vulnerables acceder a los recursos y apoyos que necesitan para completar su formación.
El éxito de nuestros profesores está directamente vinculado al éxito de toda la sociedad. Si no trabajamos en reducir las brechas educativas, seguiremos perpetuando un ciclo de exclusión y desigualdad que afectará no solo a los más vulnerables, sino al futuro del país. Este Día del Profesor debería ser el comienzo de un compromiso colectivo para transformar la educación en una verdadera herramienta de igualdad.
*/**Investigadoras de la Escuela de Educación de la Universidad Austral.