OPINIóN
ECONOMISTA DE LA SEMANA: MATÍAS RAJNERMAN

La trampa de la pobreza y las necesidades económicas

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Libros. CFK y Macri cuentan que apostaron por el corto plazo. | cedoc

El 2020 terminó con 4 de cada 10 argentinos bajo la línea de pobreza. Para peor, este número salta a 1 de cada 2 si nos enfocamos en los menores de 30 años. Durante el año pasado, pandemia y cuarentena mediante, más de tres millones de personas cayeron en esta escala de ingresos tan temida. Los números son escalofriantes y el resultado de diversos y sucesivos errores de política económica, social e infinitos etcéteras más.

Muchas veces, suele tratarse a la corrupción como un problema moral: que un Ministro de Salud priorice a “sus amigos” en la fila de vacunados es lo opuesto a lo que la ética de funcionario público establece; sin embargo, se argumenta que no cambia los problemas de fondo. Dicho crudamente, sin “vacunatorio VIP”, hoy tampoco tendríamos una porción sustancial de la población de riesgo en vías de inmunizarse contra el Coronavirus. Nuestros problemas, lamentablemente, no se resuelven solo con honestidad, decencia y buenas intenciones.

Ahora bien, en esta nota quiero sumarle una dimensión extra a la corrupción, no asociada al “pago de sobornos”, sino a la confusión entre Estado y gobierno que suelen tener nuestros principales dirigentes.

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En el capítulo económico de su libro Primer Tiempo, Mauricio Macri afirma, al referirse al endeudamiento externo del año 2016 y 2017: “¿Estábamos incubando la crisis que vino después en 2018? Quizás, pero es importante destacar también que esas mismas inconsistencias, que paralelamente generaban un descenso más abrupto y de la inflación y un tipo de cambio algo retrasado, favorecieron el crecimiento de los salarios reales y nos ayudaron a ganar las elecciones de 2017, un objetivo indispensable para nuestro proyecto político” (Primer Tiempo, página 190, editorial Planeta, primera edición).

Sin muchos pruritos, y en un espacio donde él decide qué contar -no en una entrevista donde tiene que responder-, el expresidente explica que se endeudó a un ritmo que luego se verificaría insostenible para ganar las elecciones de medio término.

Sin embargo, esto es algo que trasciende al líder de Cambiemos. Por caso, en Sinceramente, Cristina Fernández de Kirchner sostiene que: “La razón del crecimiento de un punto del déficit (fiscal primario, MR) durante el año 2015 no sólo fue porque el año anterior había sido un mal año para la economía (en 2014, el PBI había caído 2,5%, MR), sino también porque en vista a las elecciones presidenciales decidí incrementar el gasto. Una pequeña digresión: me causa mucha gracia los que dicen que no hice ningún esfuerzo para que Scioli ganara las elecciones… ¡Aumenté en 1 punto del PBI el déficit fiscal para inyectar recursos a la economía!” (Sinceramente, página 323, editorial Sudamericana, primera edición).

Corregir las cuentas públicas
y las cuentas externas
para dejar atrás el estancamiento

En un sentido similar al de Macri, la actual vicepresidenta explica que decidió incrementar el gasto público y el rojo fiscal en 2015, aun cuando esto pudiera ser dañino para la economía en el mediano plazo -y de hecho lo fue- por motivaciones netamente políticas. Y lo que es más preocupante todavía: ambos dirigentes los cuentan en sus libros como si fuera algo “lógico”, una defensa válida de una política económica que luego se reveló inconsistente.

Empero, estas afirmaciones no corresponden solo al pasado: en la actualidad, el gobierno está intentando atrasar al tipo de cambio oficial para bajar la inflación y acelerar la recuperación de la actividad en la previa a las elecciones, acumulando algunos desequilibrios importantes que deberán corregirse en 2022. En este sentido, es probable que se “malgasten” las divisas que ingresarán por el giro de DEGs que realizó el FMI a sus países miembros para paliar la crisis (alrededor de USD 4.400 millones para la República Argentina, un número similar, por caso, las Reservas netas del Banco Central) y las que entrarán por la suba posiblemente transitoria del precio de los commodities. Con el mismo objetivo, se está trabando el ingreso de varias importaciones de bienes para relajar la demanda de divisas en el mercado oficial y así poder controlar al dólar. En otro orden, se está posponiendo la negociación de la deuda con el FMI para después de octubre y los ajustes de tarifas de servicios públicos, contracara del aumento del gasto en subsidios, no porque la economía así lo requiera, sino porque el organismo multilateral es un “lastre” a nivel político-electoral.

Se observa de esta manera cómo, otra vez, este año primará el absolutismo del corto plazo por sobre la sostenibilidad económica más allá de unos pocos meses. Si las condiciones de vida de los argentinos o las capacidades productivas de nuestro país –en términos absolutos y en relación con el resto del mundo– se hubieran mantenido constantes cuando primó esta lógica, esto podría ser “tolerable”, o al menos no sería tan trágico. Sin embargo, desde 2011 que las cosas no hacen sino empeorar, mientras que este esquema solo se profundizó. Para peor, en el camino se volvió cada vez más tenue la recuperación electoral y más aguda la caída posterior, consecuencia de los desequilibrios que se fueron acumulando.

Qué hay que hacer para superar la trampa de pobreza en la que estamos entrando es difícil de afirmar: corregir las cuentas públicas y las cuentas externas son pasos necesarios para dejar atrás el estancamiento secular, por ejemplo, pero de ninguna manera garantizan la mejora. Por el contrario, es más claro qué no hay que repetir: desatender las necesidades de la economía y la sostenibilidad de mediano plazo, priorizando, exclusivamente, el futuro inmediato; casualmente, lo que estamos haciendo.