OPINIóN
Columna

La “platita” del gobierno y su destino

Emulando la habilidad del tero, gobierno y oposición levantaron enorme polvareda en torno a la “platita” en el bolsillo de los argentinos, según la expresión del candidato Daniel Gollán después de la derrota peronista.

Alberto Fernández
Alberto Fernández | AFP

Emulando la habilidad del tero, gobierno y oposición levantaron enorme polvareda en torno a la “platita” en el bolsillo de los argentinos, según la expresión del candidato Daniel Gollán después de la derrota peronista.

A unos, los primeros, les vino bien para que el electorado crea que después del porrazo, el gobierno recompone los destruidos ingresos de todas las capas populares. A los segundos, la oposición, para seguir agitando el parche del “dispendio fiscal y monetario”.

Pero la realidad es bien distinta. O dicho de otro modo, “platita” se empezó a soltar en cantidades, pero no con el destino que se sugiere. Luego de la promocionada “ley del conocimiento” a la medida de las nuevas grandes empresas tecnológicas, al reglamentarla se llevaron las retenciones a cero. Golazo corporativo, de una lista que es larga.

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Dos días después de las elecciones PASO y minutos antes del estallido de la crisis de gobierno y el golpe palaciego de Cristina en el gabinete, el Presidente y su ministro de economía anunciaron una nueva ley de jugosos incentivos a los hidrocarburos, entre ellos que las empresas pueden retener para sí -incluso en el exterior-, hasta el 50% de los dólares resultantes de exportaciones del sector. Una nueva “ley Chevron”. Menos conocido en este ámbito fue el reconocimiento a Techint de una deuda por un programa similar dispuesto por Macri, por la friolera de $13.000 millones, solo a este grupo.

No pasaron muchos días más para que se anunciara con la presencia de gobernadores, miembros del nuevo gabinete y todo el capital agroindustrial, el nuevo proyecto de ley sobre el sector que consiste básicamente en incentivos fiscales a la exportación y, otra vez lo de hidrocarburos en materia de dólares de exportación de libre disponibilidad para los exportadores, justamente cuando el país se estremece ante una posible devaluación monetaria como consecuencia del agotamiento de las reservas del Banco Central. La Mesa de Enlace del capital agrario saludó aunque no concurrió porque estaba a la espera de más concesiones, las que llegarían levantando el cepo a la exportación de gran parte de las carnes “encepadas”.

Al mismo tiempo se han anunciado varios miles de millones que irían en créditos blandos a las Pymes. Cosas que a veces no se cumplen, es cierto, pero si vamos sumando, la cuenta de la “platita” a los bolsillos del capital se fue haciendo onerosa tras el derrumbe electoral.

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En cambio por el lado de los trabajadores, el meneado IFE restringido para tres millones de personas por única vez, no llegó nunca. El todavía más meneado bono a los jubilados tampoco llegó. Al revés, en los primeros ocho meses del año en curso la licuación de las jubilaciones alcanzó la friolera de $200 mil millones, cifra que se incrementará hasta fin de año, seguramente.

 Con lo cual la masa descomunal de trabajadores y jubilados que ganan por debajo de la línea de pobreza (la mayoría de los trabajadores), debieron conformarse con el adicional de un 3% sobre el aumento previsto en setiembre (10%) del salario mínimo, de tal suerte que un 9% se cobró en setiembre y otro 4% en octubre. Con estos aumentos, el SMVyM se estiró a $31.104 en setiembre y a $32.000 en octubre, con el promisorio futuro de llegar a $33.000 en febrero. Todo en línea de indigencia, con su impacto (ultramínimo) indirecto en el empleo informal y directo en la jubilación mínima y los planes sociales.

¿Alguien puede pensar que estas medidas podrán revertir la espeluznante caída de un 7% en el consumo de alimentos en el mes de setiembre, efecto brutal si los hay del deterioro de los ingresos de los más necesitados? ¿Y, por sobre todo, revertirlo en el tiempo, aún cuando lleguen algunos otros paliativos electorales? El aumento de las asignaciones familiares, con cuenta superavitaria en Anses, duplicando el monto de las categorías de salarios más bajos, algo extremadamente atrasado será un paliativo para un reducido sector. Pero ojo, se trata de un adelanto que irá siendo absorbido a medida que la movilidad de ley vaya llegando hasta su concurrencia.

El ‘Plan Platita’ no termina de sentirse en los bolsillos antes de las elecciones

Aspirinas, al lado de los fondos que fluyen hacia el capital. Se está defendiendo el lápiz rojo para mostrar disciplina fiscal ante el FMI a costa de los trabajadores. En segundo lugar, la “austeridad” es acompañada por un presupuesto 2022 que tiene mil facetas de ajuste, empezando por prever una inflación del 33% cuando nadie la estima en menos del 47%.

Terminar con la inflación, recomponer los ingresos, poner fin a la informalidad, recomponer el sistema jubilatorio y su 82%, crear millones de puestos de trabajo, son metas de una reorganización económica y social integral que escapan por completo a la demagogia electoral de coyuntura. Y con seguridad, no están entre las exigencias del FMI.