Desde que las redes sociales se popularizaron y extendieron su alcance, hemos podido acceder a un nuevo tipo de acercamiento a lo social. En esos territorios digitales casi todo es medible, lo que implica investigable y comprobable. Uno de los problemas que tienen las estadísticas es que, lejos de la pretensión de objetividad, cuando son mal leídas pueden servir para reafirmar nuestros sesgos e incluso nuestros miedos.
Hace unas semanas el Pew Research Center de los Estados Unidos publicó una investigación en la que demostraba que solo el 10% de los usuarios más activos de Twitter creaban el 80% del contenido que circulaba por esa red. Parcialidad de parcialidades en Twitter no están todos los ciudadanos, pero además todos los que están no generan la misma cantidad de contenido. La disparidad es fuerte y esto se debe a que no todos los usuarios de redes se apropian de esos espacios de forma igualitaria. Hay una gran cantidad de usuarios de redes sociales que eligen vivir en esos ambientes sin opinar de todo, todo el tiempo. Que las eligen como medios informativos o de esparcimiento, en la que no sienten la necesidad de generar intervenciones en la esfera pública de manera constante.
Redes sociales y nuevos medios de comunicación
Esos datos muestran que corremos el riesgo de sobrerrepresentar a las minorías intensas por sobre unas mayorías que suelen ser más silenciosas sin que ello signifique que no formen opinión sobre temas de agenda. Esta sobrerrepresentación es un problema si no se tiene en cuenta a la hora de tomar decisiones estratégicas o en relación a la opinión pública. Un ejemplo de esto son los grupos antivacunas, que suelen ser pequeños (y pequeños ya representan una amenaza significativa para la salud pública). Pero pequeños e intensos pasan a ser "agenda" para medios de comunicación que entienden que es un tema que atrae audiencias. Y esa intensidad se convierte en punto de vista autorizado sobre un tema que no debería tener dos lados de una grieta sino una clara respuesta a favor de la vacunación, que es el único argumento científico validado. La omnipotencia de la que se revisten los usuarios y usuarias más intensos recrea ambientes en los que ellos y ellas se manifiestan en voz alta y el resto calla o pasea silenciosamente por las redes. La ficción de "mayoría" hegemoniza opiniones e imaginarios.
Esa sobrerrepresentación de segmentos muy activos de la sociedad es un problema para la política si no logra comprender su real dimensión. Es un problema porque puede llevar a sobre estimar apoyos pero también a amplificar disgustos. El New York Times publicó hace un mes un detallado estudio sobre el electorado del partido Demócrata. Allí, se comparaba a quienes hablaban de política en redes sociales con los Demócratas que no lo hacían. Algunos datos son esperados, pero significativos para aclarar de qué hablamos: los que hablaban de política en redes sociales participaban más de protestas, donaban más dinero y se consideraban más de izquierda. El éxito en redes sociales de los candidatos Demócratas más de izquierda, como Bernie Sanders o Alexandria Ocasio-Cortez, tiene también su explicación en este tipo de sobrerrepresentación.
Parece evidente que quienes hablan de política tiendan a tener mayor participación política. Lo que no debería ser tan evidente es confundir a quienes hablan de política con la población en su conjunto e inferir cosas a partir de esa confusión. Confundir una minoría intensa con un segmento poblacional más amplio puede llevar a configurar una imagen distorsionada del electorado. Confundir apoyo en redes con apoyo popular sin mediar un análisis más completo de la complejidad de lo social y sus formas de interacción con la experiencia lleva a cometer errores graves.
Nuevos lazos: las redes sociales son mucho más que las fake news
Lo mismo vale para la desaprobación de los políticos en redes. Los sectores más activos son aquellos que tienen participaciones políticas más intensas. Esto es genuino y valioso, pero al mismo tiempo no representa a grandes mayorías (y la construcción de mayorías es el objetivo central de la política democrática) sino a núcleos de convencidos. La desaprobación de los sectores más antagónicos debe ser lo esperable, y que esos sectores sean los más activos también es lo esperable. Sin embargo puede suceder que esa desaprobación quede reducida a nodos de fans, sin siquiera permear a segmentos más amplios.
Gran parte de este malentendido surge de confundir a las comunidades en redes sociales con las audiencias en medios tradicionales. En redes sociales los contenidos circulan dentro de comunidades nodales y jerárquicas. No se habla nunca a todo un universo sino que son redes de mundo pequeño, grupos (nodos) de personas hablando entre si. A los que se puede llegar pasando de nodo a nodo, pero a quienes no se llega en la vieja ecuación "uno habla, todos escuchan". Los apoyos y los rechazos suelen tener intensidades grandes dentro de esos nodos, pero esto no significa que automáticamente alcancen a toda la red. Y mucho menos a todos los ciudadanos, cuya complejidad excede numérica y simbólicamente los contenidos de cualquier red social.
(@lgalup)
PM CP