OPINIóN
Elecciones 2019

Las causas de la derrota en las PASO y de la soledad del PRO

El candidato del Frente de Todos hizo más política en cuatro meses que el gobierno en cuatro años.

Macri
El gobierno interpretó la política desde una visión de élite, algo que muchos acusaron como "falta de sensibilidad". Y equivocó su enfoque hacia los sectores de ingresos medios y bajos. | NA / HUGO VILLALOBOS.

Mauricio Macri tenía una misión casi imposible. No solo recibió una bomba con la mecha encendida pronta a explotar con los insostenibles déficit fiscal y de balanza comercial, sino que tuvo que ajustarse al condicionamiento mediático y comunicacional que le impuso el gobierno saliente que lo limitaba para corregir esas falencias: "van a devaluar, van a ajustar, van a cortar planes, van a despedir…". El gobierno tuvo que hacer malabares para que la bomba no estallara. Y en la medida que fue extendiendo la mecha, se fue echando a sus espaldas el costo de la realidad y asumiendo como propia la bomba que heredó.

En el esquema simple del pensar de la gente, el responsable de lo que sucede -para bien o para mal -es el que está al frente de la situación. Y para evitar que se cumplieran las premoniciones del kirchnerismo apeló al endeudamiento e intentó hacer las cosas gradualmente (o moderadamente, al decir de Juan Llach). Devaluó moderadamente y ajustó tarifas moderadamente. Gracias a esa moderación y a la ayuda una vez más de Cristina Kirchner por no ir a internas con Florencio Randazzo (la primera ayuda fue en el 2015 con las designaciones de Aníbal Fernández y Carlos Zanini como candidatos) el PRO resultó nuevamente ganador en el 2017. Pero esa victoria no fue bien interpretada por el presidente y su círculo áulico, que dejó pasar una oportunidad de oro desde una posición de fuerza para ampliar su base de sustentación ante la sociedad como aconsejaba el ala más política del gobierno, incorporando a figuras prominentes del peronismo no kirchnerista a la gestión. También malinterpretó el triunfo del 2015 como si la sociedad lo votó para algo tan abstracto como llevar a cabo un cambio cultural, cuando en realidad, buena parte lo hizo para algo mucho más simple: sacarse de encima al kirchnerismo, porque era la única opción que había a mano entonces (como lo es hoy la fórmula Fernández- Fernández para los que se lo quieren sacar al PRO de encima).

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El gobierno interpretó la política desde una visión de élite, algo que muchos acusaron como "falta de sensibilidad". Y equivocó su enfoque hacia los sectores de ingresos medios y bajos. El haber mostrado el ostentoso glosario de obras públicas a aquellos -que son la mayoría- que no llegan a fin de mes, se vivió como una afrenta: "Hacé menos obras pero permití que yo llegue a fin de mes" fue el sentir. Además, después de lo que se ha visto, toda obra pública arrastra un halo de sospecha de corrupción aunque se proclame que costó la tercera parte de lo que costaba.

El gobierno fue asesorado para perder. No solo por haberlo inhibido de hacer política o no haber intentado eliminar las PASO o desdoblado la elección en la provincia de Buenos Aires, sino por el enfoque elitista que le imprimió a toda su gestión. Implica no comprender a los que "no llegan a fin de mes". El mensaje de "Vamos a seguir por este camino" fue una bofetada en el medio de la cara para ese sector. Fue una provocación y le devolvieron con una bofetada en las urnas. Y la inhibición para hacer política que le impuso su círculo íntimo fue una de las razones de la desnudez que exhibió luego de la derrota en las PASO. A pesar de haber "tapado de plata" a los gobernadores durante cuatro años, vino Alberto Fernández y se los dio vuelta en cuatro meses. Y encima -como algunas versiones sugieren- pactó con Lavagna por si pudiera llegar a necesitarlo para una eventual segunda vuelta. El candidato del Frente de Todos hizo más política en cuatro meses que el gobierno en cuatro años.

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Pero la razón fundamental de la derrota hay que buscarla en las consecuencias del brutal ajuste que el gobierno no tuvo más remedio que aplicar cuando se vio corto de recursos para sostener el nivel de gastos del sector público y de la sociedad en general que se venía arrastrando del irresponsable despilfarro que llevó a cabo el kirchnerismo. Con cierta lógica, la gente votó contra la política económica y contra el ajuste, más que un voto de adhesión a la fórmula Fernández- Fernández -a excepción claro está, del núcleo duro de simpatizantes del kirchnerismo-. No quiere decir que a esos votantes no les importe la corrupción, pero les importa mucho más el hecho de no llegar a fin de mes por culpa de esa política económica. Es como si les hubieran cercenado el 20% de su salario. Ya no pueden acceder a ciertos bienes que eran parte de su habitualidad cotidiana.

El gobierno también falló de inicio en el diagnóstico al no percibir la gravedad del camino que tenía por delante, lo que lo llevó a actuar con ligereza y a no cuidar en grado sumo los recursos de caja. Por eso, tal vez lo más nefasto en que haya incurrido fue haber endeudado al país de la forma grosera que se hizo para sostener un nivel de gasto colectivo que excedía ampliamente el valor total de la producción nacional. Visto en perspectiva, fue un absurdo. Endeudarse para gastar es la peor de las opciones. En el fondo, continuó el sendero del gobierno anterior que se "fumó" en consumo toda la renta que generaron los ocho años de mayor bonanza que conociera América Latina para dejarle al gobierno entrante -al del PRO- un país con inflación, con la tercera parte de pobres y con la mitad de la población dependiendo de un cheque del Estado para subsistir. Cabrían a esta altura algunas preguntas.

¿Le hubiera permitido la sociedad a Macri haber hecho algo muy diferente de lo que hizo (con el aditamento de carga negativa que conlleva su figura: poco carisma, actitud displicente y distante hacia los otros actores de la política y hacia la sociedad en general, un pasado sospechado -o admitido por el propio presidente- de operaciones turbias en el origen de la fortuna familiar)? Habida cuenta que la sociedad votó contra el ajuste, ¿podrá ofrecerle algo distinto el gobierno entrante (o el continuante)?.

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Parece una simplificación, pero es la realidad: el drama argentino es el "gasto". Exceso de gasto del sector público y de la sociedad en su conjunto. ¿Por qué no adaptarnos de una buena vez y vivir de acuerdo a nuestras reales posibilidades? Esto puede enardecer a los cultores del mercado interno ¡Bienvenido el mercado interno! Es fundamental su importancia: siempre y cuando haya como financiarlo genuinamente. Si es con crédito externo, sería iniciar de nuevo el camino que nos llevó a la crisis del 2001 y que nos trajo a la actual del 2019. Se podrá sino intentar financiarlo falsificando dinero -o sea, emitiendo moneda sin respaldo- pero implicaría tomar la ruta que condujo a las hiperinflaciones de 1975, de 1989 y 1990. O bien, como ya lo venimos haciendo, con retenciones a la exportación. Otra aberración. Una originalidad argentina, ¿qué otro país de América castiga la exportación? Es vestir a un santo desvistiendo nada menos que al santo que puede comenzar a sacarnos del atasco donde estamos, ya que la salida del túnel pasa por la exportación y la inversión. Cualquier atajo conduce más tarde o más temprano al precipicio.

Pero tal vez lo más grave que nos suceda sea la confusión, la creencia errónea que los padecimientos de hoy se deben a las políticas neoliberales o a los ajustes (el ajuste es el paso extremo, cuando ya no hay más de donde raspar en la lata) y no al despilfarro populista que ha sido la verdadera desgracia de la Argentina. Sobre todo el de los últimos ocho años del kirchnerismo que dilapidó la renta de los extraordinarios años que le permitieron a nuestros países vecinos disminuir ostensiblemente la pobreza y que hoy se presenta nuevamente en el país como el salvador de la patria.