La vida de Yésica Sol S. cambió radicalmente en poco tiempo. Abandonó su casa en Dock Sud y se mudó a un edificio de la Avenida del Libertador, una de las más caras de la Ciudad de Buenos Aires. Se compró una camioneta 4 x 4 importada y dejó de cargar saldo en su tarjeta SUBE para los viajes en tren y colectivo.
Esta semana fue detenida y acusada por el crimen de Leonardo Abel Espósito (52), el empresario torturado hasta la muerte en su casa de Bernal. Yésica, conocida por el alias de Chiky, es la única mujer que presuntamente formaba parte de la banda que sorprendió a la víctima en su propia casa cuando regresó de sus vacaciones en Uruguay.
Yésica, una joven de 25 años de pelo oscuro y cuerpo tatuado, fue clave para que los investigadores pudieran dar con todos los supuestos responsables. Es que las cámaras de seguridad de la zona y las de los vecinos la ubican el día del hecho en las inmediaciones de la casa del empresario, monitoreando todos los movimientos de afuera.
Los videos sirvieron también para identificar los tres vehículos en los que llegaron los autores a la casa del dueño de la curtiembre: dos autos, un Toyota Corolla y un Ford Focus, y una camioneta Ford Ranger.
Para los investigadores, Yésica hizo de “campana” mientras sus compinches amenazaban y torturaban a Espósito con el objetivo de robarle un maletín repleto de dinero que nunca encontraron.
“No fue fácil dar con ella”, explica a PERFIL una fuente que intervino en la investigación. Se analizaron muchas horas de videos hasta obtener un indicio clave: el tatuaje del Gauchito Gil, el santo de los pobres, que la acusada lucía en el hombro derecho.
Yésica tiene varios dibujos en el cuerpo pero esa imagen fue –para los investigadores– como si hubiesen encontrado una muestra de ADN en el interior de la casa.
La joven fue identificada tiempo después como el resto de los principales integrantes de la banda. Cuando la detuvieron, los detectives descubrieron que el tatoo había sido tapado por una flor, probablemente después de advertir que ese grabado en la piel podía convertirse en una prueba irrefutable para relacionarla con este hecho.
La detención. Chiky no estaba sola cuando una comitiva de la Dirección Departamental de Investigaciones (DDI) de Quilmes, al mando del comisario inspector Ariel Silva, allanó el segundo piso que alquilaba en un edificio de la Avenida del Libertador.
La acompañaba su hermana, que fue demorada preventivamente y liberada poco después, y Juan Ariel A., alias “Berraco”, un joven de 21 años que la Policía también buscaba por el crimen del empresario.
La sospecha es que Yésica, Juan Ariel A., Abel G. y Emiliano V. ( 24) planearon y ejecutaron el frustrado y trágico robo en la casa del empresario. “Los cuatro fueron identificados por las cámaras de seguridad. Uno de ellos aparece con una remera con el logo de la NBA que encontramos en su domicilio”, contó un vocero de la investigación.
Emiliano es el único de los cuatro sospechosos que no está en una celda. Cuando lo ubicaron se encontraba internado en la terapia intensiva de la clínica porteña San Juan de Dios, recuperándose de una pancreatitis. Desde ese momento tiene una custodia policial permanente.
Los pesquisas creen que este mismo grupo realizó otros cuatro golpes importantes en la misma zona, entre octubre y diciembre del año pasado. Con el dinero robado habrían adquirido distintos bienes en los últimos meses. Por ejemplo, el bar Baires After Hour de Palermo, ubicado en la avenida Córdoba, entre Gascón y Estado de Palestina, donde se sospecha que la banda se reunía para planificar los robos. Yésica formaba parte de esa sociedad comercial.
En enero pasado, pocos días después del homicidio, otros cuatro sospechosos habían detenidos en el marco de la misma investigación. Entre ellos , dos hermanos que trabajaban en la Municipalidad de Avellaneda. Sin embargo, todos fueron puestos en libertad porque no pudieron acreditar su participación en el caso. La investigación se reinició y dos meses después otras cuatro personas enfrentan una imputación gravísima que podría llevarlos a pasar el resto de sus días en la cárcel.
Buscaban un maletín pero el dato que tenían era falso
Los delincuentes que entraron a robar en la casa del empresario tenían un dato que no pudieron confirmar. Les habían contado que Leonardo Abel Espósito (52) guardaba en su casa de Bernal un maletín con mucho dinero. Manejaban buena información. También sabían que esa noche la empleada doméstica iba a dejar la puerta trasera abierta porque la víctima regresaba tarde de sus vacaciones en Uruguay.
El empresario, dueño de una histórica curtiembre en la zona sur y hermano de un integrante de la comisión directiva del club Independiente, aterrizó después de la medianoche y entró a su casa por el mismo lugar que los delincuentes: la puerta trasera.
El buen pasar económico de esta familia, probablemente, también sirvió para alimentar la sospecha de que el golpe podría ser millonario. Según los investigadores, Espósito regresó solo y sin equipaje. Cuando entró a su casa se encontró con un grupo de desconocidos revisando sus pertenencias.
Al no encontrar lo que buscaban, los autores reaccionaron de la peor forma: le pusieron una toalla en la cara y le tiraron agua para que les revelara dónde guardaba la plata.
La operación de autopisa reveló que el empresario falleció a raíz de los castigos que sufrió: el agua le ingresó por las vías respiratorias causándole la muerte, señalaron los peritos.