Una denuncia anónima sobre un bolso abandonado en una estación de servicio. A los policías de la federal que acudieron al lugar, les llamó la atención que el can antidrogas no reaccionaba frente a los paquetes de lo que, a sus ojos, se veía como cocaína y dinero. También podían observar celulares y una cámara fotográfica. No tocaron nada y desplegaron el operativo, se comunicaron con el juez y continuaron revisando la zona. Fue entonces que encontraron una pequeña cámara instalada en la llanta de un vehículo estacionado.
“Muchachos, les cuento algo que me acaba de pasar”. No había pasado un día, pero la noticia circuló -vía whatsapp- del norte al sur argentino, entre uniformados de las cuatro fuerzas federales. Todos escucharon con atención el relato del agente que había caído en uno de los operativos ficticios que despliega el Ministerio de Seguridad de la Nación, con la finalidad de evaluar y mejorar el desempeño de los integrantes de las fuerzas, una fórmula aplicada con éxito en la policía de Nueva York, por el ex alcalde Rudolph Giuliani.
“El objetivo es que los efectivos no sepan si el operativo es real o falso. Todo puede ser una prueba. Siempre hay una devolución a los agentes, también cuando hacen bien su tarea, porque lo que se busca es un efecto contagio”, explica la ministra Patricia Bullrich, en referencia a los escenarios montados por la Dirección de Prevención de la Corrupción y Ejecución de Pruebas de Integridad, a cargo de Damián Arabia.
“Si accionan mal, se les hará una advertencia y re entrenamiento en caso de mal desempeño. En el caso de corrupción, habrá sanciones”, agrega la titular de la cartera de Seguridad.
“La idea es generar mecanismos de control y de prevención sin que haya acostumbramiento”, detalla Arabia, quien estuvo a punto de ser detenido por los integrantes de la PFA al irrumpir en la escena de la estación de servicio e intentar explicar que se trataba de un simulacro. Para la ministra, el audio que circuló entre los efectivos refleja el impacto que la medida generó.
Ubicada en medio de un nido de loros, una cámara registró la llegada de los gendarmes, alertados por un presunto llamado de la prisión sobre otro bolso con drogas. En ese lugar, nadie podría observar sus movimientos con detenimiento. Descendieron del móvil y localizaron el objetivo. No lo tocaron, en cambio, se colocaron los chalecos reflectores y detuvieron algunos vehículos para conseguir testigos. Recién en ese momento, los uniformados manipularon el bolso, en el que agentes de la Dirección de Integridad habían colocado falsos paquetes de cocaína, pastillas y dinero.
Los gendarmes pasaron la prueba. No fue el caso de un par de prefecturianos apostados en un paso fronterizo, en el que un hombre, con actitud sospechosa, esperó la entrega de una mochila e ingresó a la balsa que lo llevaría del otro lado del río. Los efectivos de Prefectura no repararon en su presencia. El hombre dejó el país sin problemas.
Algo similar sucedió en un aeropuerto, cuando un agente encubierto traspasó los controles con 200 mil dólares -falsos- en la mochila, frente a distraídos efectivos de la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA), pese a que el escaner mostraba con claridad el contenido.
“El programa también es útil para revisar los sistemas”, apunta Bullrich en relación a la cantidad de horas que pueden pasar los efectivos en servicio sin ser reemplazados por un compañero, una variable que puede ser causa de la falta de atención.
