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Juan Grabois: la anécdota de la pelota, el momento en que cambió su vida para siempre

En medio de tensión y acusaciones por tomas de tierras en diversos territorios del país, el dirigente social contó su "primer y último acto de corrupción".

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Juan Grabois, dirigente de la CTEP | C5N

Los severos conflictos que se desataron en las últimas semanas con respecto a tomas de tierras tanto en Guernica, el eterno conflicto de la comunidad Mapuche en el sur argentino y ahora las disputas de campos entre la familia del ex ministro de agroindustria, Luis Etchevehere, tienen en común que siempre alguno de los protagonistas lo señala a Juan Grabois

Cabe destacar que el propio dirigente de la CTEP aseguró a este medio que no tiene "nada que ver" con el conflicto en Olavarría, luego de que el presidente del bloque PRO en Diputados, Cristian Ritondo, vinculara el intento de toma de la municipalidad bonaerense con el entorno del abogado y dirigente social. 

No es así en el caso de Guernica, donde Grabois ha dado numerosos testimonios advirtiendo por la problemática de un sector vulnerable de la sociedad que no tiene donde vivir.

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El día que Juan Grabois cometió su "primer y último acto de corrupción"

A raíz de estos hechos, desde PERFIL recordamos la entrevista con Jorge Fontevecchia en abril del 2019, en donde Grabois cuenta lo que podría ser el origen de su vínculo con la militancia social y su "primer y último hecho de corrupción". 

 

El líder social había revelado un momento que lo marcó para el resto de su vida. Mientras su padre era interventor de Corrientes, un hombre llega con un camión lleno de pelotas de fútbol y básquet para regalarles a los chicos pobres y a Grabois, por la influencia de su padre, le regalan dos pelotas, una de fútbol y otra de básquet. "Yo me quedé con una pelota que no me tenía que quedar. Con dos, ni siquiera con una, porque yo estaba en una posición de privilegio frente a esos otros pibes. Tengo una deuda con esos pibes, no solamente por la pelota, sino porque nací con privilegios que ellos no tienen", recordó. 

La anécdota completa:

—Un día llega un tipo con un camión lleno de pelotas de fútbol y de básquet. Y me da una de fútbol y otra de básquet. Me las regala. Eran pelotas que iban a repartirles a los chicos pobres de los barrios.

—Tu papá era interventor, equivalente al gobernador, dándote las pelotas a vos quedaba bien con la persona que estaba al mando de la provincia.
—Exactamente. Y yo no dije “no me des las pelotas”. Las agarré.

—¿Tenías cuántos años?
—Nueve, o diez, y la culpa con la que me quedé. Porque ese fue un acto de corrupción. Mi primer y mi último acto de corrupción. Esa pelota que yo tenía, un pibe pobre de Corrientes no la iba a tener. Me persigue hasta el día de hoy. Y más allá de si está bien andar repartiendo pelotas en un barrio.

—Las carencias podían ser otras.
—Claro. Pero yo me quedé con una pelota que no me tenía que quedar. Con dos, ni siquiera con una, porque yo estaba en una posición de privilegio frente a esos otros pibes. Tengo una deuda con esos pibes, no solamente por la pelota, sino porque nací con privilegios que ellos no tienen. También me marcó mucho que durante el menemismo, todos los políticos, los buenos, los malos y los más o menos, empezaron a adoptar como estilo de vida el de la alta burguesía. O a tratar de emularla. Los que se ganaron la guita laburando y los que se ganaron la guita choreando, todos, un buen auto, country. Yo viví un tiempito en un country, iba los fines de semana. De la generación de los '70 te estoy hablando, los que querían hacer la revolución. Bueno, se terminaron asimilando a lo que combatían.

J.D. /