Las desventuras de Amado Boudou por su frase sobre las cámaras de gas, el debate por el 82% móvil y el acto de Moyano con Néstor y Cristina en River hicieron olvidar rápido la cumbre del FMI y el reclamo de la alemana Angela Merkel por la deuda argentina con el Club de París.
Pero el equipo económico retomará discretamente esa agenda externa en las próximas dos semanas para intentar evitarle un mal trago a la Presidenta en la cumbre de jefes de Estado del G-20 en Seúl, a mediados de noviembre. El plan es ratificar allí la intención de un acuerdo con el Club de París, con el aval del G-20. Es decir, pagar los US$ 6.700 millones que exigen los países ricos del G-7 sin resignar la retórica anti FMI que tanto rédito político le genera al matrimonio Kirchner a nivel local.
Tras el reclamo de Merkel a Cristina, la primera en dar indicios de la estrategia oficial fue la presidenta del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont, quien anunció en Washington que antes de fin de mes elevaría al G-20 el Reporte sobre Observancia de Estándares y Códigos (ROSC), un informe sobre la coyuntura económica doméstica con el que pretende “demostrar que estamos avanzando” pese a no aceptar la revisión periódica del FMI prevista en el artículo IV de su estatuto.
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