POLITICA
EL JUICIO ORAL CONTRA el represor Hctor Febres

Nuevos testimonios de horror de la ESMA

Víctor Basterra, Adriana Marcus, Graciela Daleo y Miriam Lewin fueron los ex detenidos que declararon en el marco del proceso contra el ex prefecto del centro de detención ilegal, donde se los torturó.

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Durante la tercera audiencia del juicio oral que el Tribunal Oral en lo Federal Cinco (TOF5) lleva adelante contra el ex prefecto y ex represor Héctor Febres, alias “Daniel” y “Selva” (por reunir la ferocidad de todos los animales juntos), se escucharon los testimonios de otros cuatro sobrevivientes del centro clandestino de detención que funcionó en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA).

De hecho, uno de los sobrevivientes, Víctor Melchor Basterra, aseguró que el ex represor Febres “me torturó con picana eléctrica debajo de las uñas. Febres era el jefe del sector 4, donde estaban las salas de torturas y era uno de los torturadores. Siempre tenía aspecto sucio”.

Al abrir la ronda de testimonios en la tercera audiencia del juicio oral y público que sustancia el tribunal oral federal 5, Basterra contó que era “activista barrial y gremial” y recordó que marinos vestidos de civil lo secuestraron en su casa el 10 de agosto de 1979. El testigo, de 62 años, también confió que antes que a él, llevaron a la ESMA a su esposa y a su hija de sólo dos meses, a las cuáles luego liberaron.

“En la ESMA enseguida me metieron en la sala de torturas que llamaban ‘la huevera’, porque tenía cajas de huevos pegadas a las paredes para insonorizarla y que desde afuera no se escucharan los alaridos de los torturados”, describió.

Además, el testigo aseguró que “a Febres lo conozco bien porque lo he padecido” y en ese sentido explicó que “él me torturó con picana debajo de las uñas. Se turnaba en la picana con ‘Colores’ (el ya fallecido policia Juan Del Cerro) y el prefecto Haczyk”.

Basterra, que testimonió en el juicio a las Juntas Militares, reiteró que cuando los ex represores le confiaron la tarea de fotografiarlos para los documentos falsificados “pude guardar una copia en la caja de papel sensible”.

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Conforme fue pasando el tiempo y las condiciones de vigilancia se iban relajando, Basterra pudo ir saliendo los fines de semana de la ESMA y cada vez llevaba consigo algunas fotos, hasta que consiguió reunir los retratos de 80 de aquellos represores.

Luego, según contó, esos retratos se convirtieron en las únicas fotos de los represores que como Febres dentro de la ESMA eran conocidos por sus alias e incluso fueron publicados por el diario La Voz, ya desaparecido.

Los marinos también se apoderaron de su casa, llevando por la fuerza a su madre, en junio de 1980, a una escribanía y la obligaron a firmar los papeles de traspaso de aquel inmueble, según atestiguó. El testigo explicó que a la mujer le habían asegurado que debía actuar de esa manera para que su hijo “fuese liberado inmediatamente”, pese a lo cual permaneció más de cuatro años, como “mano de obra esclava”, falsificando documentación para los represores.

“Estaban todos asociados para torturar, matar y delinquir. Sí, eran delincuentes porque que se quedaron con muchas propiedades y automóviles de sus víctimas”, señaló.

Basterra evocó que durante tres meses tuvo grilletes en los pies, las muñecas esposadas y una capucha en la cabeza, que “tenía un olor nauseabundo porque había restos de sangre de otras personas a las que lo habían colocado antes”.

“Encapuchado me tiran en una cama metálica y me ponen un cable en el dedito del pie derecho por donde me pasan descargas eléctricas mientras otras me golpeaban con palos, supongo que para desentumecerme", mientras “el ‘gordo Daniel’ reía a carcajadas”, sostuvo.

El testigo calificó al represor como “especializado en producir torturas; la cercanía de la muerte estaba en sus manos” y afirmó que si bien algunas veces atormentaban a los prisioneros “en interrogatorios” otras veces lo hacían “a tontas y a locas, solo para provocar espanto”.

El 3 de diciembre de 1983, o sea apenas una semana antes de la retirada de la dictadura militar y la asunción del gobierno constitucional de Raúl Alfonsín, dejó atrás el infierno de la ESMA, donde pasó secuestrado cuatro años y medio con el número “de identidad” 325. Finalmente el testigo afirmó que “en estos momentos la justicia se está reivindicando a sí misma” tras haber recordado que, “desde hace 23 años (desde su liberación) vengo pidiendo, exigiendo, solicitando, reclamando justicia”.

Luego de un cuarto intermedio se reanudará la audiencia y durante el resto de la tarde se prevén los testimonios de los sobrevivientes Adriana Marcus, Graciela Daleo y Miriam Lewin, que, en distintas fechas, fueron secuestrados y estuvieron prisioneros en forma clandestina en ese centro de torturas y exterminio, en coincidencia con la actuación allí de Febres, de 1977 a 1981.

Los jueces Guillermo Gordo, Ricardo Farías y Daniel Obligado sustancian este primer juicio oral y público a un ex represor del grupo de tareas 3.3.2 de la ESMA desde la semana pasada, con la actuación de la fiscal Mirna Gorinsky, el defensor oficial Víctor Valle, el mismo que asistió al dictador Jorge Videla en el histórico Juicio a las Juntas Militares.

Al ex oficial de la Prefectura Naval lo enjuician por cuatro casos de tormentos, en concreto contra Carlos Lordkipanise, Carlos García, Alfredo Margari –los tres querellantes– y Josefa Prada de Olivieri, que estuvieron secuestrados en la ESMA y sobrevivieron. Ellos prestaron declaración el martes pasado y relataron historias de horror sobre lo que vivieron dentro de las mazmorras de la ESMA.

Según los sobrevivientes, Febres adentro de la ESMA se jactaba de "dar máquina", o sea atormentar a los prisioneros mediante aplicaciones de 'picana' eléctrica y, a la vez, estaba encargado del ajuar de los bebés nacidos allí que iban a ser apropiados. Además, el centro clandestino que funcionó en la ESMA ha sido considerado como el mayor campo de la muerte de la dictadura ya que, según los sobrevivientes, habrían pasado por allí 4.500 víctimas rumbo a los tétricos 'vuelos de la muerte', en los que desde aviones navales eran arrojados vivos y narcotizados al mar.

Fuente: Télam y DyN