SOCIEDAD
en mendoza

Es vicedirectora de un colegio y educa a sus hijos en su casa

“Ahora aprenden el doble. Cuando en un aula hay muchos alumnos no se puede estar con el interés de cada uno”, explica Gabriela Bustamante.

A clase en casa. Bustamante transformó un espacio de su hogar en un aula, con pizarrones, libros y cuadernos. Allí enseña a sus hijos Gerónimo (12) y Joaquín (6).
| Cintia Ramos Morales

Gabriela Bustamante (43) es vicedirectora de un colegio privado en Mendoza, y mamá de dos hijos, Gerónimo, de 12 años, y Joaquín, de 6. Este año, pese a su larga carrera docente de casi veinte años, tomó una decisión que le valió críticas y apoyos: sacó a sus hijos del colegio y decidió que sería ella quien los educara, de ahora en más, en su casa. Armó un aula con dos pizarrones, libros, cuadernos y se sumó así a la tendencia mundial que se conoce como homeschooling, que año a año va sumando adeptos en el país.

“Homeschoolers somos los que trasladamos todos los contenidos de la escuela a la casa. Buscamos saberes indispensables, y asumimos la educación de nuestros hijos en vez de delegarla en instituciones”, explica Bustamante. Como ella, hay muchas familias argentinas que eligen este tipo de educación más personalizada, que hace foco en los intereses particulares de cada chico, pese a que a nivel burocrático se trata de una práctica resistida. Por eso ella aclara que “cuando decís que educás en casa muchos piensan que querés que la escuela se termine, y no es así. No es estar en contra de la escuela, sólo que no encontramos ahí una respuesta a la realidad de nuestros hijos, a cómo queremos que aprendan”.

En su caso las dudas empezaron hace unos años, siguiendo el desarrollo escolar de sus hijos, que por entonces estaban en cuarto grado y sala de cuatro. No los veía contentos. “Yo fui abanderada, planifiqué todo, fui maestra respetuosa de hábitos y costumbres. Y me pasó distinto con mis hijos, a ellos no les gustaba todo eso, tantas normas, hábitos, sobre todo al más grande, que le costaba y no se terminaba de interesar porque no iba con su espíritu natural”, cuenta. Empezó a buscar alternativas y fue otra docente la que le comentó sobre esta posibilidad. Se aseguró que fuera legal (si bien no hay regulación que lo avale específicamente, tampoco hay nada que lo prohíba), y después llegó el momento de compartir su decisión con su familia, sus colegas, y los padres del colegio. Muchos la cuestionaron.

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“La mamá vicedirectora, cómo va a sacar los hijos de la escuela. Me han dicho de todo, pero por desconocimiento, porque cuando ven los frutos me felicitan. Todos  creen que un chico educado en casa no sabe relacionarse y no va a poder sociabilizar y no es así, porque mis hijos hacen muchísimas actividades, deportes, música, idiomas, y tienen una capacidad de aprender el doble. Porque cuando son muchos alumnos no se puede estar con el interés de cada uno; solos son más libres y autónomos”, cuenta.

Por ser docente a ella le fue más fácil planificar todo, aunque el tiempo le fue modificando los esquemas y adaptándolos a sus necesidades. “Armé planes de lengua, matemáticas, alfabetización, y les sumé una materia que se llama economía y finanzas, donde aprenden a armar proyectos. Pero los viernes salimos a la montaña, y hacemos talleres de ciencia a los que se suman los chicos del barrio”, explica. Incluso los feriados o fines de semana pueden tener clases.

El papá de su hijo menor, que también es docente, en un principio estuvo en contra por lo que Bustamante debió explicar su decisión ante un organismo estatal. Presentó todo el material que utiliza, las pruebas, los cuadernos, los libros, y pudo demostrar que no había ningún derecho vulnerado. La única condición fue que a fin de año los chicos rindan como libres para acreditar la trayectoria. “Lo obligatorio es la educación no la escolaridad, la Constitución nos avala y dice que todo ciudadano puede enseñar y aprender, y la Declaración de los Derechos del Niño dice que los papás eligen cómo, cuándo y dónde educan a sus hijos”, sostiene.

Por las trabas en su provincia, primero pensó en viajar a Buenos Aires para que rindan libres, donde conoce casos de homeschoolers que pudieron hacerlo, pero luego de que su caso se difundiera en medios locales le dieron la posibilidad que lo haga en escuelas mendocinas. Además, le escribieron familias de Córdoba, Santa Fe, Misiones y muchas de Mendoza interesadas en este tipo de educación. En internet también existen páginas de madres que cuentan sus experiencias, comparten material pedagógico y explican y se asesoran acerca de toda la cuestión legal en el país.

“Yo hace siete meses que veo a mis hijos muy contentos. El más grande no se sentía capaz en la escuela y descubrió que aprender le da felicidad. Y el más chico aprendió cosas que hasta tercer grado no hubiera visto”, culmina Bustamante, segura de su decisión.

 

‘Homeschooling’ en el mundo

En el mundo, la tendencia conocida como homeschooling tiene una recepción diferente. Es legal en países como Estados Unidos, Australia, Finlandia, Noruega, Canadá, Perú, Francia, Italia, entre otros, aunque con normativas particulares, como que  los alumnos que se educan en casa rindan exámenes o trabajos prácticos para dar cuenta de su desarrollo.

En otros como Alemania, Brasil, Grecia, Turquía, Suecia, España, está prohibido o presentan restricciones muy fuertes a este tipo de educación alternativa que a nivel mundial lleva años consolidándose. En algunos casos no hay leyes claras donde se determine su prohibición o su legalidad, sin embargo, son las propias autoridades nacionales y educativas los que lo rechazan.

En Estados Unidos, por ejemplo, se estima que más de dos millones de chicos se educan de esta manera, e incluso universidades prestigiosas como Harvard, Yale, Standford o Princeton los contemplan. Algunas hasta reservan algunos cupos anuales para ellos. Y, dado que no tendrán una institución educativa detrás que los recomienden a la hora de aplicar para alguna universidad, las mismas instituciones preparan admisiones alternativas para los homeschoolers.